Ser sobrevivientes: las historias de personas mayores trans




El dato es cruel: mientras la esperanza de vida en Latinoamérica es de 79 años, la de personas trans, en promedio, ronda los 35. Entre otras razones, los organismos de Derechos Humanos han explicitado que hay un vínculo estrecho entre transfobia, exclusión, discriminación a temprana edad y la corta expectativa de vida de las personas trans.

Treinta y cinco años. Edad en la que muchas personas están viajando. En un punto de inflexión importante en el trabajo. Haciendo cambio de planes. Teniendo familias. U otras tantas posibilidades. Treinta y cinco años y, para una persona trans, es su expectativa máxima de vida. Porque vivir siendo quienes son, en una sociedad que casi no le reconoce sus derechos, es peligroso. A veces, fatal.

No se identifican con la identidad de género que les asignaron al nacer y por lo tanto transitan para manifestar el que realmente lo hace. Construyen su identidad independientemente de tratamientos médicos o intervenciones quirúrgicas. Pero son mucho, muchísimo más que eso.

Aportes

Más allá de los 50 años del golpe de Estado, este año también es el aniversario de la primera protesta trans travesti realizada el 22 de abril de 1973 en la Plaza de Armas. Quienes participaron en ese evento y siguen vivos, dicen que fueron “mutiladas por la cultura oficial”, que tuvo un gran apoyo de los medios de comunicación. Eso, plantean, generó que el trato hacia las personas trans fuera muy hostil, y eso sigue hasta hoy.

Historias de personas mayores trans

En muchos casos, las personas trans mayores están generando un traspaso de información transgeneracional para que no se repliquen patrones de violencia en contra de quienes pertenecen a esa comunidad.

Sus aportes históricos, dice Hillary Hilner, académica del departamento de Historia de la UDP, también son enormes. En particular sus relatos, participación en proyectos de archivos y donación de materiales a distintas organizaciones son fundamentales para construir memoria colectiva respecto de la historia disidente. “No tenemos mucha más información oficial además de esos relatos, por eso es fundamental poder contar con ellos”, comenta.

En ese sentido, sostiene, es importante contar con políticas públicas de memorias orientadas específicamente hacia las personas trans o disidentes, como se ha hecho en países vecinos como Argentina.

Y conocer a esas personas, escucharlas, dar espacios para que cuenten sus historias, también es clave. Por eso, en Paula conversamos con dos personas trans que superaron su esperanza de vida.

“Las trans tienen inteligencia y sabiduría”

Claudia Alejandra Ubilla Aguilera tiene 67 años, es trabajadora independiente y se autodefine como “luchadora, guerrera. Estoy todavía viva y aquí estoy luchando, nada más”.

Madre trans de dos hijas, afirma que ellas son “el único apoyo” que tiene. “Tengo una vida muy complicada porque no tengo una educación adecuada, no estoy preparada, me gustaría estudiar…”, dice.

Sostiene que le gustaría que las personas trans “tuvieran estudio, no se prostituyeran, no se metieran en la droga, no se metieran en problemas con delincuencias. Eso me gustaría para que ellas vivan una vida feliz, sean bien tratadas en todas partes y se les abran las puertas, no como antes porque antes éramos muy maltratadas y muy golpeadas”.

De acuerdo con la CIDH, la violencia y la discriminación contra niños, niñas y jóvenes trans inicia a temprana edad, ya que generalmente son expulsadas de sus hogares, colegios, familias y comunidades, como consecuencia de expresar sus identidades de género diversas. Como resultado, muchas personas trans enfrentan pobreza, exclusión social y altas tasas de inaccesibilidad a la vivienda, presionándolas a trabajar en economías informales altamente criminalizadas, como el trabajo sexual.

Claudia considera que su aporte al país debe ser abrirle el camino a más personas disidentes. Su vida, sostiene, ha ido de una manera o de otra orientándose en esa dirección. “La vida de nosotras fue muy bruta, estuvimos a punto que nos fusilaran, nos pelaban, nos maltrataban, nos golpeaban, nos tiraban en los canales… Las mujeres trans éramos maltratadas psicológicamente a veces por la familia, por los vecinos, por todos, pero al fin y al cabo si una es buena guerrera será siempre guerrera, hasta las finales”.

“Las trans tienen tanta inteligencia, tienen tanta sabiduría… Que la gente no se dé cuenta y no lo reconozca es distinto. Siempre un trans pasa mucho más allá de los límites, tiene una mentalidad mucho más abierta, nace con otra mentalidad porque de la nada hace algo, de la nada inventa algo, de la nada es una peluquera, de la nada es una depiladora, de la nada es una psicóloga, de la nada se compromete, se ponen en esa etapa y llegan a lo que ellas quieren conseguir”, sostiene.

Cuando mira hacia el pasado, Claudia dice que solamente le gustaría haber tenido la posibilidad de hacer esto: “ser una diva como soy ahora”. No quiere volver en el tiempo, eso sí. Porque cuando recuerda el pasado, recuerda que no podía ser quien era. Siempre estaba escondida. O saliendo de su casa camuflada, con lentes, con gorro, con el pelo tomado. “Ahora se puede andar libremente. Ahora hay libertad, ahora están las puertas abiertas, no había estudio para nosotras, no había comida, no había familia a veces, no había nada”.

Las historias de personas mayores trans

Emocionada con su relato, su hija Noah añade: “Ella es una mamá muy bacán, muy amorosa. Siempre nos trae colación a mi hermana y a mí. Nos trae un pancito, nos trae regalitos, conversamos, nos enseña muchas cosas… Ella es una mujer muy dura y fuerte, por todo lo que ha resistido y sobrevivido, pero al mismo tiempo es muy dulce y frágil. Tiene un corazón muy bonito”.

“Soy un sobreviviente”

Salvador Alonso Yáñez (44) es un hombre trans que trabaja de manera independiente, en ferias y en persas. Más que mirar a su pasado, quiere mirar el presente.

Tiene una hija de 23 años y una nieta de un año, además de contar con su mamá, su hermana y su pareja. Lleva dos años utilizando hormonas, pero, afirma, siempre se vistió de forma masculina, nunca femenina. “Pero en el trato con mi hija yo le daba esa seguridad de mamá. Conmigo ella encontró a una mamá y a un papá”, dice.

Una de las cosas que lo emocionan particularmente es ser un abuelo trans. “Es genial, maravilloso, porque mi nieta me va a conocer como soy, como su abuelo desde que nació. No como mi hija que tuvo que ver a lo mejor otra parte de mí como mamá, como papá en ciertas ocasiones. Pero ahora soy yo, ahora es Salvador quien es su abuelo y la va a guiar, la va a cuidar, la va a regalonear. Soy yo y no otra persona que quizás tuvo que ocultarse por mucho tiempo, ahora soy yo el que le va a dar la protección de abuelo”, comenta.

Su relación con ella es excelente. Hace tres meses empezó a balbucear y lo primero que dijo fue “tata”. Además, cuenta, “ella me ve y lo primero que hace es tirarme los brazos. Soy el único al que le da besos, no le da besos a su papá ni a su mamá, nada, a mí me da besos, es una relación súper unida”.

Cuando piensa en sí mismo, Salvador solo piensa en una palabra: Sobreviviente. “Soy un sobreviviente a muchas cosas, a muchos prejuicios que hubo… Las cosas han cambiado desde hace 25 años, han cambiado mucho. Antes todo era más reprimido, antes uno tenía que ocultarse más en los trabajos, en el colegio había mucho bullying y ahora que uno tiene esa experiencia que pasó, debe poder contárselo a los chicos que vienen, contarles que les hemos hecho el camino, de una u otra forma uno ha forjado el camino que tienen los chiquillos ahora. Nosotros tuvimos que pasar por otras cosas, por muchas cosas para poder ser nosotros”.

“Este camino ha sido genial, maravilloso. Mi nieta me va a conocer como soy, como su abuelo desde que nació. No como mi hija que tuvo que ver otra parte de mí como mamá y como papá en ciertas ocasiones”.

Como también mira hacia el futuro, Salvador revela su sueño: casarse. Estar vestido de novio, esperando a su novia caminar hacia él: “Eso me gustaría. No sé qué tanto sea posible porque mi pareja actual no cree en el matrimonio (se ríe), pero quizás en un par de años…”.

Temas pendientes

Shane Cienfuegos (30), doctorante de ciencias sociales (Universidad de Chile) y activista trans no binaria de Organizando Trans Diversidades (OTD), trabaja desde hace cinco años coordinando asistencia social para personas trans mayores. Incluyendo a Claudia y a Salvador.

Su labor nació con fuerza durante la pandemia, cuando se percató de que trabajadoras sexuales trans no podían ejercer su trabajo por el toque de queda. “Empezaron a aparecer personas trans mayores que nunca habían asistido a una municipalidad, que nunca habían aparecido en un medio de comunicación, que se encontraban en total y completo aislamiento del resto de la sociedad”, recuerda.

Al detectar esa realidad, junto a su equipo empezaron a generar planes de intervención bio-psico-sociales focalizado en personas trans mayores. Había un consenso: muchas presentaban cuadros ansiosos graves, ideación suicida y también autolesiones. Muchas estaban reviviendo traumas no superados, no hablados, no visibilizados agudizados por la pandemia.

Además, muchas se habían inyectado biopolímeros o siliconas industriales en mamas, glúteos, rostros y/o piernas para verse más “femeninas”, y la organización las acompañó a centros de la red de salud pública. Varias habían muerto de septicemia producto de los coágulos y la necrosis.

Ahora el trabajo es otro: buscan la aprobación de la Ley de Reconocimiento y Reparación Trans Travesti para que se les reconozca la violencia estructural que han recibido al haber sido perseguidas y torturadas antes, durante y después de la dictadura militar. “Existía todo un sistema legal-cultural-político que hizo con que ellas fueran expulsadas del sistema familiar, desertaran del sistema educativo, fueran a la calle, tuvieran que ejercer el trabajo sexual siendo menores de edad, adquiriendo VIH y otro tipo de enfermedades, no aprendiendo a leer y escribir, teniendo que desarrollar toda su vida de trabajo sexual de forma no autónoma… Precarizándolas, no dándoles la oportunidad de tener ahorros previsionales, tampoco acceder al sistema de salud, menos a un crédito hipotecario, entonces estamos hablando de un total despojo, de una violencia que es sistémica, cultural, legal, política”, detalla Shane Cienfuegos.

También hay un tema pendiente, dice, en términos culturales: prácticamente no hay literatura trans-travesti en los centros de estudias: “No somos parte de la cultura oficial, somos parte de la cultura, pero de una cultura borrada y percibida y acribillada como lo anormal, como lo raro, como lo que tiene que exterminarse”.

Otra de las aristas es la formación de un sistema de cuidados trans, porque consideran que el sistema actual del Estado es heteronormativo. Eso va de la mano con la creación de islas de trabajo de generación de políticas públicas en pos de abordar no solo las realidades de las personas trans, sino de todas las realidades de las personas LGBT que han quedado al margen de la sociedad.

“Nos queda mucho que hacer por las personas trans sobrevivientes”, concluye.

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