Jessica Lekerman: la cocina con estética

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"Recetas fáciles, mesas felices" es la premisa que usa la chef argentina Jessica Lekerman junto a la bloguera y diseñadora Marina Maiztegui en su taller de brunch, el que acaba de impartir en Santiago. Precursora de la cocina saludable en su país, es una convencida de que comer bien implica a todos los sentidos, pues el lugar y la forma en que se sirve un plato son tan importantes como su calidad nutricional.




Paula 1197. Sábado 9 de abril de 2016.

"No te voy a contar la historia de la mujer que estudió abogacía por presión familiar y en realidad quería ser cocinera... ¡me encanta el Derecho! Ni mi mamá ni mi papá eran abogados, no existía ese mandato. Yo lo elegí. Empecé a trabajar de muy chica mientras estudiaba y a los 29 años tenía mi propio estudio, con un socio. Por eso me costó tanto la transición".

Sentada en una mesa de su cálido y ondero restorán Möoi en pleno Rosedal de Palermo –abierto a fines del año pasado–, vestida con una camisa rosa de seda, aretes a tono y una cartera oversize de cuero, cuesta creer que Jessica Lekerman (41) fue alguna vez parte del trajinado y monocromático mundillo de los abogados bancarios. Hoy, es un referente en alimentación saludable –con tres sucursales de Möoi en Buenos Aires y una cuenta de Instagram que supera los 34 mil seguidores-, además de food designer y miembro de Chicas en NY, donde organiza viajes culinarios a la Gran Manzana.

Con un máster en Derecho Financiero, siempre disfrutó mucho de su trabajo de abogada pero cultivó a la par, desde pequeña, otra pasión: la cocina. En su tiempo libre se la pasaba probando recetas nuevas y buscando maneras de hacer platos gourmet saludables que tuvieran también una buena presentación, que fueran atractivos.

En el año 2000 su hermana, que era instructora en alimentación y salud, la invitó a que hicieran juntas un curso de alimentación saludable en el Natural Gourmet Institute de Nueva York. "Me partió la cabeza conocer lo que era la alimentación saludable allá, muy adelantado con respecto a otras partes del mundo", cuenta. "Casi todos los restoranes tenían la opción orgánica o sin gluten, usaban Stevia, estaba instalado el concepto 'de la huerta a la mesa' y los 'locavores', personas que compran productos frescos a agricultores que no estén a más de 30 km de distancia. Volví con la cabeza muy cambiada".

Al poco tiempo de su regreso, estalló la crisis económica argentina de 2001, la que le dio la oportunidad de un cambio de rumbo. "Salió una ley por la cual no se podían hacer juicios a bancos, con lo cual yo no podía ejercer. Y ahí pensé: '¿ahora de qué me disfrazo? Esa situación me dio como un 'permiso' para dedicarme más a la cocina, empecé a tener más tiempo. Seguía yendo al estudio, pero dos veces por semana daba clases de cocina saludable con mi hermana", cuenta. Volvió a viajar varias veces a Nueva York donde siguió formándose como cocinera, y, al tiempo, junto a su hermana y la popular chef Juliana López May, se asociaron para armar la empresa de catering C.O.C.I.N.A. y una pequeña escuela de alimentación saludable con carrera de cocinero nutricional, que llegó a tener tres camadas de egresados.

¿Cómo fue la transición hasta dedicarte por completo a la cocina saludable?

Me empezó a ir cada vez mejor con la cocina, me pedían cada vez más clases o que preparara viandas saludables. Me ofrecieron una columna de alimentación en un programa de fitness en televisión, comencé a trabajar con nutricionistas deportivos de equipos de fútbol como River o Boca, y con médicos homeópatas. Quince años atrás la cocina saludable todavía no era algo masivo. Pero yo tenía mucha fe de que era algo que se iba a venir fuerte, porque lo había visto en otras partes del mundo.

¿Cómo llegaste a armar tu propio restorán, hace seis años?

Lo tenía en la cabeza hace años, en un cuadernito iba guardando ideas, fotos, cosas que me inspiraban en los viajes. Tenía muy clara la estética que quería darle: a mí me gusta mucho el diseño, la vajilla, los detalles de cómo servir la comida. Y me parecía que en alimentación saludable era lo que faltaba: creía que era posible comer sano y gourmet, y a la vez con una propuesta estética. Quería que el que viniera a Möoi sintiera una experiencia culinaria. Nunca busqué ser la chef número uno, ni ganarme un premio, sino que la gente comiera rico, que el lugar tuviera buena energía, que te mimen. Por eso, por ejemplo, ponemos botellones de agua con jengibre o menta para servirse gratis. Es un detalle, pero te hace sentir más invitado. Möoi significa "encantador" en holandés. Y curiosamente Leker, la raíz de mi apellido, significa rico, delicioso, sabroso. ¡Estaba escrito!

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