The Number of The Beast

Gonzalo Restini

El Estado ha invadido todo, gasta como país en guerra, pero entrega servicios pésimos. Ganan los políticos y la burocracia, pierde la gente. Esa es la cara de la Bestia.



“This can’t go on, I must inform the law. Can this still be real, or just some crazy dream?”, Iron Maiden.

Pocas semanas atrás comentamos los riesgos del exceso de gasto fiscal. Mal manejado, Chile podría terminar en la UTI en solo 10 años. Con 80% de deuda/PIB, tocaríamos las puertas del FMI, rogando por un salvataje. Un destino imposible hace solo un par de años.

Hoy pisamos nuevos y desconocidos territorios (palabra de moda). La Convención se tomó en serio la “hoja en blanco” y quiere cambiarlo todo. Y en términos de equilibrios fiscales, la dirección parece ser una sola: en vez de menos políticos y mejor gasto público (una de las demandas de la crisis social), tendremos todo lo contrario. Un Estado con obesidad mórbida: más burocracia, más políticos y un gasto descentralizado e incontrolable. Lo peor, absolutamente inflexible a la baja. Todos los males que aquejan a Argentina, creados de un paraguazo. La Bestia instantánea.

Veamos por parte. La sana idea de descentralizar se llevó al extremo: regiones autónomas, cada una con su estructura administrativa independiente, probablemente mucho más caras que las actuales intendencias. Además, cada región contará con una asamblea, con potestades normativas y fiscalizadoras. Una especie de minipoder legislativo, replicado 16 veces.

Las regiones autónomas tendrían la capacidad de manejar ingresos, gastos y también su balance, según se interpreta, emitiendo instrumentos de deuda. Lo mismo las municipalidades. Adivine qué pasará con el gasto y si alguien será capaz de manejarlo, incluso trackearlo a nivel central… No contentos con eso, el pleno ha definido que tanto regiones como municipalidades tendrán la capacidad de crear empresas. “El Estado Empresario” con esteroides. Como todo emprendimiento, cada iniciativa requerirá capital de trabajo. Por si los convencionales no lo sabían, incluso las empresas exitosas pierden plata por meses o años. ¿Quién financiará los nuevos emprendimientos públicos? Moya. Serán mantenidas con respirador artificial, incluso si pierden plata en forma crónica: cumplirán con “objetivos estratégicos” y estarán cooptadas, de nuevo, por la esperable y frondosa red de asesores, amigos y parientes. El “Apparatchick”.

Replicaremos así, el mayor de los problemas argentinos, que no es solo el nivel de gasto, sino su inflexibilidad. Cada vez que hay que apretar el cinturón en las provincias hay una oposición feroz de todos los posibles perjudicados.

Un Estado como el descrito (al que hay que sumarle varios sistemas de Justicia paralelos), será un gastador insaciable e indomable. De cada peso que recaude, una menor proporción llegará en servicios a los ciudadanos.

Los ingenuos dirán que se pueden inventar más impuestos (¡Argentina tiene 167!), emitir más deuda o usar los a esas alturas nacionalizados fondos de pensiones para alimentar a la Bestia. Pero ese camino siempre termina donde mismo: FMI, hiperinflación y ruina. El Estado ha invadido todo, gasta como país en guerra, pero entrega servicios pésimos. Ganan los políticos y la burocracia, pierde la gente. Esa es la cara de la Bestia. ¿Será sólo una pesadilla, como dice Iron Maiden? No lo es. Dejemos atrás la ingenuidad y el buenismo. ¡Despertemos ya!

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