Una historia de contadas alegrías

El deporte nacional suma escasos festejos en la cita de los anillos. Recién en 2004 supo qué significaba estar en lo más alto. Aquí, un repaso a la trayectoria criolla en esta célebre competencia.




“Lo más importante del deporte no es ganar, sino participar; porque lo esencial en la vida no es el éxito, sino esforzarse por conseguirlo”, decía el barón Pierre de Coubertin, impulsor de los Juegos Olímpicos de la era moderna. Una frase que se ajusta a la perfección a la realidad nacional en la cita de los anillos. Porque a lo largo de su historia, Chile ha sido uno de los más entusiastas actores. Sin embargo, ese entusiasmo ha estado lejos de ir de la mano con los buenos resultados. De hecho, recién en Atenas 2004 el país supo lo que significaba estar en lo más alto del podio. Y por partida doble.

En 22 participaciones, el deporte criollo ha cosechado 13 medallas: dos de oro, siete de plata y cuatro de bronce, la última en Beijing 2008, cuando el tenista Fernando González se quedó con el subcampeonato tras caer en la final ante Rafael Nadal. El Bombardero tiene la particularidad de ser el único atleta nacional en conseguir tres preseas olímpicas y el único en subirse al podio en dos Juegos distintos, pues cuatro años antes ganó el oro en dobles, con Nicolás Massú, y el bronce en singles.

Pero el devenir en los Olímpicos comenzaría en 1896. Chile fue representado por un único atleta: Luis Subercaseaux, quien a escondidas de su padre, el diplomático Ramón Subercaseaux, se inscribió en los primeros Juegos de la era moderna. Su participación estuvo oculta durante muchos años y fue motivo de intensos debates. Sin embargo, en 1996, la familia del ya fallecido deportista recibió una invitación del Comité Olímpico Internacional a la conmemoración del centenario de la competencia, lo que probó su presencia en la cita.

Después de esa aventura inicial, tuvieron que pasar 16 años para que hubiera otra representación. A Estocolmo 1912, la delegación nacional acudió con 14 exponentes en cuatro disciplinas, pero sin mayores éxitos. Después de la Primera Guerra Mundial, el país volvería a la cita en Amberes 1920, con apenas dos atletas. El resultado más destacado sería el 16° lugar de Arturo Medina en el lanzamiento de la jabalina.

Pero las cosas comenzaron a cambiar en París 1924. Si bien fueron 13 deportistas en cinco especialidades, hubo uno que marcó el camino: el maratonista Manuel Plaza, quien con su sexto lugar logró el mejor resultado olímpico de Chile hasta ese momento. Un aperitivo de lo que vendría cuatro años más tarde.

En Amsterdam 1928, el movimiento olímpico viviría su momento más estelar gracias a Plaza, quien a pesar de medir 1,85 metros, lograría una histórica medalla de plata. Al respecto se tejen muchos mitos. El más recurrente es que el maratonista se perdió y no pudo ganar por ese motivo. Nada más alejado de la realidad, pues lo que realmente ocurrió es que comenzó muy rezagado debido a una fuerte molestia en la rodilla, a la que se sobrepuso para remontar posiciones y trepar hasta el segundo lugar.

En los años venideros el éxito sería esquivo. Chile no participa en Los Ángeles 1932, pero sí acude a Berlín 1936. La cita en pleno gobierno nazi quedaría en la historia para el país como la primera en que una mujer compite: la atleta Raquel Martínez. En tanto, el velerista Erich Wichman-Harbeck, terminó cuarto.

La Segunda Guerra Mundial hizo que los Juegos recién volvieran en Londres 1948, con un par de quintos lugares como lo más destacado. Una realidad que cambiaría en Helsinki 1952, cuando la equitación le daría dos medallas de plata a Chile. En el salto ecuestre por equipos, los integrantes de Carabineros, el capitán Óscar Cristi y el teniente César Mendoza, y el teniente del Ejército Ricardo Echeverría se quedaron con el segundo lugar. De ellos, Mendoza pasaría a la historia no sólo como deportista, sino también como miembro de la Junta Militar en la dictadura de Augusto Pinochet. Cristi, en tanto, obtendría la segunda presea en salto individual.

Melbourne 1956 es la edición más productiva para el país en relación a la cantidad de medallas: dos de plata y dos bronce. Marlene Ahrens logró un histórico segundo lugar al lanzar la jabalina a 50,38 metros, que la convirtió en la única mujer chilena en colgarse una presea olímpica. El otro subcampeonato fue conseguido por el boxeador de peso mediano Ramón Tapia. En tanto, sus colegas Claudio Barrientos y Carlos Lucas obtuvieron bronce en peso gallo y en medio-pesado, respectivamente.

A pesar de la esperanza que despertó esta participación, Chile entraría en una crisis profunda, que se extendería por 32 años. Además, sería parte del boicot impulsado por Estados Unidos contra Moscú, en 1980, y no asistiría a la cita.

El tirador Alfonso de Iruarrizaga terminaría con la mala racha al obtener plata en la modalidad skeet en Seúl 1988. No obstante, al igual que en 1956 la tendencia no se mantendría y tendrían que pasar 12 años para volver a subir al podio.

Con el nuevo milenio, las ilusiones se renovaron y por primera vez Chile sumaría metales en tres Juegos Olímpicos consecutivos: Sídney 2000, Atenas 2004 y Beijing 2008. Y lo que es mejor: por primera vez conocería la sensación de estar en lo más alto.

En Australia, la selección chilena de fútbol conquistó el bronce, con una destacada actuación de Iván Zamorano, goleador del campeonato. El equipo dirigido por Nelson Acosta cayó en los últimos minutos ante Camerún y debió conformarse con definir el tercer lugar ante Estados Unidos. Dos goles de Bam Bam bastaron para conseguir la primera medalla que le da un deporte colectivo masivo a Chile.

Si de héroes olímpicos se trata, Nicolás Massú tiene un lugar asegurado. El tenista logró lo que nadie pudo. El 21 de agosto de 2004 quedó grabado en la memoria colectiva. Después de salvar cuatro puntos de partido, El viñamarino y Fernando González lograron lo imposible y se quedaron con el oro tras derrotar por 6-2, 4-6, 3-6, 7-6 (7) y 6-4 a los alemanes Nicolas Kiefer y Rainer Schuttler. Horas antes González había derrotado en un maratónico partido al estadounidense Taylor Dent para quedarse con el bronce en individuales.

Al día siguiente, Massú buscaría otra hazaña más y la lucha no sería sólo contra el estadounidense Mardy Fish, sino también contra el cansancio. Luego de un comienzo impecable, el viñamarino ganó el primer set por 6-3. Sin embargo, el desgaste se hizo notar en los siguientes parciales, que favorecieron al norteamericano por 6-3 y 6-2. Cuando parecía todo perdido, vendría el milagro. “Me fui al baño, me miré al espejo y le pegué un manotazo a la pared. Me mojé la cara y me miré: ‘Es ahora o nunca. A lo mejor nunca más en tu vida vas a estar en este momento’. Y luego me dije: ‘Anda y lucha hasta el final, hasta morir’”, contaría después Massú, en su regreso a Atenas en 2014, tras ganar los restantes sets por 6-3 y 6-4.

Luego de la destacada actuación de Fernando González en Beijing, Chile llegaba a Londres 2012 con la esperanza puesta en otro González: Tomás. Por primera vez un gimnasta nacional clasificaba a los Juegos Olímpicos y con opciones claras de pelear el podio. Sin embargo, ínfimos detalles hicieron que terminara en el cuarto lugar en suelo y salto, pero con la ilusión intacta de cambiar esa historia en Río 2016. ¿Podrá?

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