Las travesías en el Alto Biobío

Arrieros Pehuenches llevan sus animales desde Trapa Trapa y Butalelbún, en la Región del Biobío, hasta las montañas cordilleranas en las cercanías del volcán Copahue buscando forraje. Se refugian en chozas intentando capear las bajas temperaturas, que pueden llegar hasta los 15° bajo cero.




DURANTE cuatro meses deben trasladar a sus animales a valles próximos a las cimas de la cordillera y cercanos al volcán Copahue. Allá pasan los días en chozas y aprovechan los pastizales que, llegado el verano, escasean en Butalelbún y Trapa Trapa, en la Región del Biobío.

Se protegen del frío cubriendo sus piernas con cuero de chivo. Una manta gruesa tapa el resto de sus cuerpos y mientras se preocupan de poner correctamente la montura a su caballo, sus esposas alistan las provisiones de alimentos que deberán llevar consigo para ascender un trayecto que les tomará, al menos, siete horas.

Se trata de un oficio que los arrieros pehuenches de Alto Biobío aprenden desde niños, en paralelo con el respeto por la tradición, que dice que antes de iniciar la travesía deben pedir autorización a los "señores del viento, la montaña y el agua" para adentrarse en sus dominios.

El viaje de los arrieros, acompañados de su ganado compuesto por ovejas, chivos y vacunos, lo realizan a fines de cada año para buscar el forraje que, en esa época, ya no encuentran en los sectores bajos de Butalelbún y Trapa Trapa.

"Nuestro trabajo nos fortalece como pehuenches. Nos vamos por cuatro meses pero, a veces, cuando se acaba el alimento, tenemos que bajar luego de 15 días y de ahí volvemos a nuestros lugares en la cordillera", dice Raúl Tranamil, lonko de la comunidad de Trapa Trapa.

Cochico es el destino de los arrieros de esta comunidad. Ahí se encuentran sus chozas. En ellas ubican sus colchonetas y prenden el fuego que les permitirá calentar sus alimentos y protegerse de temperaturas, que en invierno alcanzan los 15 grados bajo cero.

José Salazar tiene 46 años y desde los cinco años aprendió el oficio. Cuenta que "hay que salir a las cinco de la mañana desde nuestras casas hacia la montaña. El caballo y el perro nos ayudan bastante para arrear a los animales, para que no se salgan del camino que es muy difícil, porque allá hay muchas quebradas".

En el trayecto, relatan los arrieros, aparecen robles milenarios, coihues, vertientes que utilizarán para hidratarse y lavarse mientras dura la travesía, cuyo término lo marca la cosecha de piñones -a fines de febrero- que cargan en grandes sacos y que les permitirá obtener derivados como la harina y la chuchoca.

Manuel Pichanao es descendiente de comuneros pehuenches y actualmente es el encargado de Fomento y Desarrollo Comunal del municipio de Alto Biobío. Su trabajo lo hace estar en contacto directo con las necesidades de sus pares. La escuela sólo la conoció cuando era adolescente, tras la muerte de su abuelo, ya que "su prioridad era el cuidado de los animales y no le importaba la educación. Cuando chico iba una o dos veces al mes a clases porque cuando me pillaba mi abuelo me azotaba. Para él era una pérdida de tiempo", recuerda.

Ankapillán (mitad espíritu en Chedungún), nombre pehuenche del funcionario municipal, cuenta que la modernidad y el desarrollo han tenido un efecto negativo en las comunidades: la pérdida de algunas tradiciones.

En estas zonas sólo existen escuelas que llegan hasta sexto básico, por lo que sus hijos deben emigrar a Ralco o Santa Bárbara y, posteriormente, quienes continúan estudios superiores terminan dejando sus pueblos.

"Tenemos profesores, técnicos agrícolas, algunos ingenieros agrónomos e ingenieros forestales, pero la mayoría se va. Igual viene un sufrimiento de la gente que no quiere que los hijos sufran lo mismo y por eso van cambiando", dijo Pichanao.

Los comuneros dicen que las necesidades que tienen son muchas, pero a la hora de priorizarlas, destacan a la salud y el hecho de estar incomunicados.

En Trapa Trapa existe una posta que atiende sólo las necesidades básicas de los habitantes del sector. José Salazar cuenta que el recinto "tiene muchas falencias, hay personas adultas mayores que tiene muy poca atención, hay falta de remedios y si surge una urgencia tienen que esperar que, desde la posta, avisen a Ralco para que suba una ambulancia a buscar a los enfermos".

Otro de los problemas es la falta de señal de telefonía. Si bien en Ralco existen antenas de celulares que permiten dar cobertura a la población, en las zonas más cordilleranas la incomunicación es total ya que tampoco existe telefonía de red fija.

"A la gente le gustaría tener cobertura de los celulares en cada sector, pero allá es un problema, ninguna compañía llega. Para comunicarnos hay que bajar no más, ese es el grave problema que hay en el Queuco, porque en el sector del Biobío tienen antena y cobertura", dijo el lonko de Trapa Trapa.

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