La sicología del taco

Quedar atrapado por horas entre un camión y un bus puede arruinarle un buen asado a cualquiera. El avance a "paso de tortuga", el calor y los bocinazos hacen que el estrés en los hombres aumente 60%. Y cuando apenas se ha completado la mitad del viaje, hasta una conversación normal parece insoportable. Este es el panorama que enfrentarán los ocupantes de los más de 860 mil autos que saldrán de la capital estas Fiestas Patrias. Acá, algunas recomendaciones para sobrevivir a la carretera.




Viajarás en un período crítico de congestión. Prevé esta situación y ármate de paciencia. Parece amenazante, pero es la recomendación más honesta que la Asociación de Concesionarios de Obras de Infraestructura Pública (Copsa) pudo hacer a los usuarios de sus carreteras a través de su sitio web. Tenga paciencia y resígnese.

Se estima que cerca de 860 mil vehículos saldrán de Santiago durante estas Fiestas Patrias y el resultado será sólo uno: mucha congestión. Tacos interminables para salir y para volver. Filas eternas en los peajes y en los restaurantes en la playa. Gente por todas partes. ¿La consecuencia obvia? Estrés. Porque no importa que esté de vacaciones o que haya esperado todo el año para esta semana de descanso lejos del trabajo y las preocupaciones. Las horas de taco (se estima que un viaje a la playa podría tardar más del doble de lo habitual en horarios más conflictivos) impactarán sobre su ánimo, aunque no quiera o siquiera se dé cuenta.

A pesar de que hagamos nuestro mejor esfuerzo y tomemos medidas para mitigarlo (ayuda seguir algunas recomendaciones) el estrés nos golpea y desencadena una serie de procesos sicológicos y fisiológicos reconocibles y capaces de arruinar cualquier viaje, al mismo nivel que una fecha límite que casi no alcanzamos a cumplir en el trabajo o una amenaza muy grande.

El sicólogo estadounidense Jonathan Kaplan es autor de un libro que enseña a mantener la calma en la ciudad y lleva años estudiando cómo reacciona el ser humano en estas situaciones. Y la clave, dice en conversación con Tendencias, está en la sensación de control. Sí, es cierto que racionalmente nadie puede pensar que está en sus manos decidir cuánto tráfico habrá en la carretera. Pero una cosa es "saber racionalmente", dice Kaplan, y otra muy distinta es internalizarlo emocionalmente y resignarnos. "Podemos controlar la gasolina, los frenos o el acelerador, pero no el tráfico. Es como el clima. Básicamente, sucumbimos al estrés porque enfrentamos una situación que creemos que deberíamos controlar, pero frente a la que no tenemos nada que hacer, lo que nos llena de impotencia", comenta Kaplan.

A lo que se suma lo que la sicología ha denominado "el sesgo optimista". Esa capacidad de pensar que todo será mejor de lo que anticipamos. Se trata de un mecanismo que permitió que nuestra especie evolucionara pese a la adversidad y que nos da la posibilidad de imaginar un escenario futuro sin que interfieran recuerdos negativos (como el taco de las Fiestas Patrias de 2012), sino ensayando nuevas y mejores realidades. Y claro, cuando las cosas no ocurren tan positivamente como pensamos, nos irritamos.

NECESITAMOS SALIR

Quizá sea también este "sesgo optimista" lo que nos lleva a creer que las cinco horas previstas para salir de Santiago no sean más que una exageración y que sigamos adelante con nuestra idea, a pesar de la incomodidad no sólo del taco, sino de playas, hoteles y restaurantes llenos en todas partes. "Uno podría pensar que la gente tiene ganas de salir", dice el fisiólogo y docente de la Facultad de Medicina de la U. de Chile Claus Behn. Pero hay mucho más que eso. Behn está convencido de que también actúan otras razones. La primera, dice, está escrita en nuestro ADN hace tanto tiempo que ni siquiera somos conscientes de ésta.

El fisiólogo explica que el hombre comenzó a caminar sobre dos pies hace cuatro millones de años, cuando se aventuró a recorrer la sabana africana, un gran espacio libre y abierto. Allí comenzó su necesidad de dominar con la vista todas las grandes planicies, con el fin de detectar posibles predadores. Esa es la razón de que estar en espacios abiertos y recrear la vista en éstos se haya convertido en una necesidad evolutiva. "Por eso, cada vez que podemos, arrancamos de las restringidas condiciones en las que vivimos (el auto lleno, el departamento chico, el cubículo en la oficina) para despejar la vista en un horizonte más o menos amplio, como la playa o el campo", dice.

La segunda razón tiene que ver con un fenómeno propio de la modernidad, como es la necesidad imperiosa de alejarse de la vida cotidiana. "Romper con la rutina asociada con tu hogar y tu vida habitual", dice Jens Pruessner, de la Universidad McGill a Tendencias, es una cuestión muy importante en países como el nuestro, donde, según un estudio del Ministerio de Salud, una de cada cuatro personas se siente en un estado de permanente estrés en su vida diaria.

Según el sicólogo Marco Antonio Campos, consultor de la Sociedad Chilena de Sicología y Sicoterapia Constructiva, a esto se suma una cualidad muy particular de los chilenos, como es la de siempre ir donde va la mayoría. En un momento en que las noticias y las conversaciones se mueven alrededor de una sola pregunta ("¿qué vas a hacer para el 18?"), tenemos la idea de que todos van a salir y, claro, nadie quiere perderse el éxodo masivo. Si todos van, hay que ir, no importa lo que cueste. Se produce, dice Campos, un efecto de imitación. Además, está el tema de las apariencias, cada vez más arraigado en nuestra sociedad: hoy no basta estar de vacaciones, también hay que verse de vacaciones, dice. Y en esta fecha, eso significa salir de la ciudad.

QUÉ NOS PASA EN CINCO HORAS DE ESTRÉS

Sólo 20 minutos de taco bastan para que el nivel de estrés aumente considerablemente en ellos (60%) y algo en ellas (8,7%). Aun más, un estudio estadounidense de la empresa de navegación por satélite TomTom reveló que, en estos casos, el estrés en los viajeros comienza incluso antes de sentarse frente al volante. Sabemos que se trata de una respuesta anticipatoria del organismo, que a través de la liberación de hormonas como el cortisol y las catecolaminas, prepara al cuerpo para enfrentar una situación de potencial amenaza. Dicho de otra forma, estas hormonas dejan al organismo listo para reaccionar huyendo o peleando físicamente contra cualquier peligro. Y, aunque parezca exagerado, para nuestro cerebro el taco representa una situación amenazante, ya que implica competir con otros automovilistas y mantenerse alerta todo el tiempo, a fin de no perder la posibilidad de avanzar lo máximo posible. Sólo basta pensar en sortear un atochamiento para que comience la liberación de estas hormonas, asegura Behn.

Lo peor es que cuando ha pasado tan poco tiempo, pocos son capaces de darse cuenta de que ya están estresados. Según la misma investigación, el 67% de las mujeres y el 50% de los hombres expresaron no sentirse estresados después de 20 minutos de estar atascados en su auto, a pesar de que los análisis de su nivel hormonal medidos a través de la saliva eran evidentes. Sin embargo, señales clarísimas van apareciendo. Y una de las más notorias es la sensibilidad al ruido.

Después de una hora en el atochamiento, se arrepentirá de haberles enseñado tantas palabras a sus hijos. Los gritos y el "¿cuánto falta para llegar?" comenzarán a irritarlo de manera incomprensible debido al aumento de la sensibilidad auditiva provocado por el estrés. Así lo probó un estudio del Instituto Karolinska y el Instituto de Investigación del Estrés de la Universidad de Estocolmo, en Suecia, que testeó la sensibilidad a los sonidos después de unos cuantos minutos de estrés artificialmente inducido. ¿El resultado? El ruido a altos decibeles comenzaba a ser más irritante para todas las mujeres encuestadas. Es más: hasta una conversación normal (60 decibeles) resultaba incómoda para aquellas que venían con un nivel de estrés más alto previo al experimento.

Si es que no aplica mecanismos de control (ver recuadro), a las dos horas podrían comenzar las jaquecas, la sudoración excesiva y un aumento molesto (y peligroso, si se mantiene por demasiado tiempo) en el ritmo cardíaco. Esto, porque la acumulación de las hormonas del estrés en la sangre eleva la presión arterial y exige un esfuerzo mayor al sistema cardiovascular. Además, el cortisol retiene sodio y agua, lo que aumenta el volumen de la sangre y con eso, la hipertensión, la glicemia y la insulina.

Para qué hablar del ánimo. Ya a la mitad de un viaje en el que se avanza a duras penas, comenzará a perder la paciencia por cualquier cosa, debido a que la irritabilidad empieza a hacer mella y el cerebro, ya inundado por hormonas, evalúa cualquier estímulo a través de los lentes de la ansiedad.

Cuatro horas después, hasta las habilidades cognitivas pueden verse afectadas. Según un estudio de la Universidad de California en Irvine, el estrés agudo mantenido por algunas horas es capaz de dañar la comunicación neuronal vinculada a la formación del aprendizaje y la memoria. En su investigación, los científicos identificaron un novedoso proceso a través del cual el estrés causa estos efectos. Los expertos descubrieron que el estrés agudo activa moléculas selectivas llamadas hormonas liberadoras de corticotropina, capaces de interrumpir el proceso a través del cual el cerebro recoge y almacena los recuerdos.

Pero no se preocupe. Las mismas investigaciones aseguran que bastará su primer día de descanso para que su organismo olvide por lo que tuvo que pasar y su cerebro vuelva a hacerle creer que el regreso será más aliviado.

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