Columna de Héctor Soto: Hipótesis que dan para todo

Carolina Goic

Lo ocurrido en la última semana, no obstante haber inflamado la escena política, no obstante haber coloreado con emociones, acusaciones, arrebatos, descalificaciones y palabras destempladas y sangrantes las páginas normalmente circunspectas de la crónica política, ha dejado las cosas donde mismo. Nada importante se ha movido.




Carolina Goic salió fortalecida. Al tomar la decisión de mantener su candidatura y de vetar desde ya la postulación de Ricardo Rincón, la abanderada DC dio un poderoso testimonio de convicción que no hará sino fortalecerla. Los días que se tomó para evaluar si seguía o no seguía en carrera le dieron una visibilidad mediática que su candidatura nunca tuvo, y esa exposición, además de favorecerla, dejaría en claro que ella no está en política para liderar cualquier cosa, sino un proyecto político comprometido con la decencia y la ética. Ahora sí que la opción presidencial de la DC podría tener piso y viabilidad. Hacer política desde la convicción, en cualquier caso, la obligará, por razones de estricta coherencia, no solo a bajar la candidatura del parlamentario involucrado en un caso de violencia intrafamiliar, sino también otros, donde también están en juego valores éticos sustantivos de la acción política. Si lo hace, quizás convenza al electorado que seguía viendo su candidatura con reservas, y este efecto no puede sino ser favorable para ella en tanto candidata. Pero también profundizará los desencuentros que tiene con sectores importantes de su partido y esto no necesariamente la ayudará en su conducción de la colectividad.

Carolina Goic salió debilitada. Debilitada, porque demostró tener poco liderazgo y autoridad en su partido y porque su candidatura, al menos hasta el sábado de la semana pasada, seguía sin convencer mayormente no solo a la ciudadanía, sino incluso a sus propios parlamentarios y a los dirigentes de base que acudieron a la junta nacional. Los cinco días que, además, la senadora se tomó para evaluar y decidir, unidos a los contactos, telefonazos, declaraciones y contradeclaraciones que salieron en el intertanto, dieron piso para pensar que en su resolución hubo quizás más cocina que la que tolera la política de las convicciones.

Básicamente por este concepto, la decisión de perseverar en la carrera presidencial no cambiaría mucho las cosas desde el momento que, antes que como un tributo a la ética, que es la lectura cándida del episodio, podría ser una salida de emergencia para que a la presidenta de la DC no se le siguiera desarmando el partido.

El reposicionamiento de Carolina Goic le hará las cosas más difíciles a Piñera y será fundamental para salvar del naufragio a la centroizquierda y mantener dentro del sistema político a un amplio sector ciudadano que, si ella no está en la papeleta en noviembre próximo, simplemente no va a ir a votar. Como la candidatura de Alejandro Guillier ha perdido convocatoria y rating, y parece cada vez más divorciada del tronco socialdemócrata que fue uno de los ejes de la antigua Concertación, el voto moderado que Carolina Goic pudiera capturar se vuelve entonces clave para evitar un triunfo aplastante de la centroderecha. Otra cosa es lo que ocurra después, en segunda vuelta, donde la DC podría condicionar su apoyo a Guillier -supuesto que sea él quien saque la segunda mayoría- a cambio de incorporar al programa de gobierno al menos algunas de las prioridades que su candidata haya podido plantear en la campaña.

Lo ocurrido en la última semana, no obstante haber inflamado la escena política, no obstante haber coloreado con emociones, acusaciones, arrebatos, descalificaciones y palabras destempladas y sangrantes las páginas normalmente circunspectas de la crónica política, ha dejado las cosas donde mismo. Nada importante se ha movido. Esta ha sido una de esas peleas feroces que la gente mira tal como hace con videos malsanos de animales salvajes que tratan de devorarse entre sí: nos impresionan, pero en el fondo no nos van ni nos vienen. Y por eso saltamos al próximo video. Todo, entonces, seguiría igual: la clase política y sus querellas allá arriba, la gente común con sus problemas acá abajo. La cancha, al final, habría cambiado poco. La izquierda chilena continúa dividida. La derecha sigue en una posición expectante. Y los mismos problemas y demonios que la DC como partido tenía antes de la junta, los sigue teniendo ahora y en algún momento tendrá que ponerse a trabajar para resolverlos y exorcizarlos. Entre otras cosas, no solo le está haciendo falta un proyecto común, sino también entregar algunas explicaciones: por ejemplo, por qué habiendo dado por acabada la experiencia de la Nueva Mayoría, la DC continúa, sin embargo, en el gobierno; qué fue lo que no le gustó de la actual administración, a pesar de haberla apoyado y de seguir apoyándola con incondicionalidad y entusiasmo hasta hoy, y por qué, habiéndole sido tan fácil ayer votar por Bachelet, le resultaría tan difícil hacerlo por Guillier ahora.

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