Camille Paglia: agente provocador

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Es una afamada crítica cultural y, además, autora de varios libros que han tenido una enorme influencia en el mundo anglosajón. Feminismo y feministas, cine y música, política y sexualidad son algunos de los temas sobre los que opina con su capacidad tanto para el encomio como para el ataque.




Su primer libro, Sexual Personae (1990), es un análisis desde múltiples perspectivas de la historia de la sexualidad, además de una revisión de la androginia y el decadentismo desde los egipcios hasta la poeta del siglo XIX Emily Dickinson. Su último libro hasta ahora, Glittering images (2012), es un conjunto de ensayos sobre grandes obras de arte y termina con un capítulo sobre George Lucas. En un artículo sobre Elizabeth Taylor —recogido en Sex, Art and American Culture (1992)— señala que Hollywood es la más grande contribución moderna de Estados Unidos a la cultura mundial.

Como puede verse, para Camille Paglia (nacida en 1947) la distinción entre la alta y la baja cultura no es algo que le importe demasiado. Ha escrito sobre temas de la antigüedad grecorromana en la revista de estudios clásicos Arion, pero también estuvo a cargo del consultorio sentimental de la revista satírica Spy, donde podía mezclar ambas cosas: alguna vez un tal "Amoroso" de Sarasota, 60 años, casado cinco veces, le escribió porque se encontraba cortejando a una monja misionera católica de 53 años y le preguntaba cómo podía pedirle que renunciase a sus votos para casarse con él; ella le respondió que violara los tabúes, que él era Perseo rescatando a Andrómeda y que aunque podría necesitar de un abridor de latas, bien valía la pena.

Feminista militante y abiertamente lesbiana, Paglia (se pronuncia "Palia", la "g" es muda, "lo único mudo que hay en ella", como dijo alguna vez la feminista británica Julie Burchill) no se destaca por la cautela a la hora de opinar sobre política sexual o política sin más, sobre cánones literarios, estéticos, filosóficos o, en realidad, sobre cualquier cosa, siempre desde la fascinación o la virulencia. No se ha medido a la hora de reprochar la influencia de la teoría posestructuralista francesa o atacar cierto esnobismo vanguardista (que se encarnaba para ella en Susan Sontag). Sus críticas hacia determinados sectores y actitudes del movimiento feminista han llevado a que sea considerada antifeminista, sobre todo por sus declaraciones con respecto a casos concretos de acoso sexual y violación (el "ambiente hostil" laboral o la llamada "violación en cita"). Se declara libertaria y sobre esa base se opone a las leyes contra la prostitución, pornografía, drogas y aborto.

Su visión de la naturaleza humana como provista de un aspecto dionisíaco, especialmente en las orillas más oscuras de la sexualidad, quizá alimentó su interés para el libro Los pájaros (1998) sobre la película de Alfred Hitchcock, colocándola en la línea del romanticismo inglés. Pero sus inquietudes son diversas. Se encuentra trabajando en labores arqueológicas sobre las culturas paleoamericanas del noreste de Estados Unidos. Prepara su séptimo libro, Free Women, Free Men (a publicarse en 2017), una recopilación de ensayos; el último de este tipo fue el celebrado Vamps & Tramps (1994), en que iba desde Lewis Carroll o Woody Allen hasta los Clinton, Madonna (una vez más) y D.H. Lawrence, con una de sus más famosas invectivas contra Susan Sontag. Y sus columnas en la revista digital Salon que aparecieron regularmente entre 1995 y 2001, luego entre 2007 y 2009, reaparecieron en 2016 durante un tiempo, comentando, fundamentalmente, la carrera presidencial (aunque también otras cosas).

¿De qué manera definiría su actitud "libertaria"?

Mi posición libertaria está muy cerca de lo que antes se consideraba el liberalismo clásico. Se hace hincapié en el poder y la dignidad de la persona, en la necesidad absoluta de la libertad de pensamiento y la libertad de expresión y en una reducción de la intrusión y la vigilancia por parte de la autoridad —en el gobierno o en la educación-. Mi generación de la explosión de la natalidad en la década los sesenta luchó contra la autoridad opresora en todas las áreas, incluyendo la religión organizada. Por ejemplo, durante mi juventud, encontré la rigidez del dogma católico romano absolutamente sofocante. Cuando llegué a la universidad, en 1964, estaba indignada por la política oficial que obligaba a las mujeres estudiantes a regresar a sus dormitorios y "registrarse" en la recepción a las 11 de la noche, mientras que los estudiantes de sexo masculino no tenían ningún toque de queda y podían pasear por donde quisieran hasta el amanecer. Me parece sorprendente e inaceptable la tendencia actual entre los universitarios de la ideología dogmática y restricciones punitivas a la libertad de expresión "ofensiva". Eso no es el liberalismo, es puritanismo reaccionario.

¿Cómo se sitúa en el frondoso bosque del feminismo?

Soy una feminista de la equidad o de la igualdad de oportunidades. Es decir, exijo la eliminación de todas las obstrucciones al avance de las mujeres hacia la plena igualdad en los campos profesionales y políticos, es decir, en la esfera pública. Sin embargo, insisto en que en el ámbito privado hay muchas complejidades de la sicología y la sexualidad que no pueden y no deben ser legisladas por el gobierno. Las relaciones personales entre parejas románticas, así como entre padres e hijos, son ambiguas y conflictivas y sólo pueden ser comprendidas a través del arte y la literatura. Ellas no deben ser objeto de la ingeniería social diseñada por burócratas, cuyo ejercicio del poder se vuelve inherentemente estúpido a lo largo del tiempo. Por otra parte, en la esfera pública, me opongo firmemente a todas las cuotas o protecciones especiales para las mujeres, las que considero infantilizadoras y regresivas. De manera que apoyo fuertemente directrices moderadas sobre el acoso sexual, pero creo que la cláusula de "lugar de trabajo hostil" es totalitaria y debe ser abandonada.

¿Qué opina del autoproclamado feminismo de Beyoncé?

El estridente feminismo de Beyoncé es un truco comercial. Ella nunca ha funcionado de forma verdaderamente independiente, de la manera en que Madonna lo hizo con valentía desde el principio. Beyoncé comenzó su carrera bajo la dirección de sus padres y ahora se basa en la tutela y el control de su dominante marido, Jay Z. Encuentro la actual e hiperquinética megalomanía de Beyoncé tediosa y sin sutileza o profundidad artística. No tengo absolutamente ningún interés en si su marido le es fiel o no. Esto no es una cuestión de un interés que sacuda al mundo, a pesar del álbum sobreexaltado (Lemonade) que Beyoncé ha dedicado a esta cuestión.

¿Tiene usted el "don de la admiración" (Madonna, Hillary Clinton, Rihanna)? En todo caso, tiene el de la decepción (Madonna, Hillary Clinton, Rihanna)...

Mi carrera pública comenzó en 1990 con mi celebración de Madonna como "el futuro del feminismo" en un artículo muy controvertido que escribí para The New York Times. Yo había sido una admiradora apasionada de Madonna desde su debut en 1983 con su brillante vídeo, "Burning Up", en MTV. Es absolutamente cierto que, como crítica cultural, sigo el género del encomio o la oda. Me considero una "entusiasta" del arte. Pero luego también soy conocida por mis ataques —como con mis campañas en contra de Lady Gaga y Taylor Swift-. Me he decepcionado con la declinación del trabajo de Madonna desde finales de los noventa, eso es cierto. He escrito artículos significativos sobre Rihanna, a quien admiro como intérprete, así como una innovadora de la moda, pero ella no ha transformado la industria de la música de la manera que lo hizo Madonna. La enorme influencia de Madonna en su puesta en escena se puede ver en todo el mundo, incluso en la India. En cuanto a Hillary Clinton, yo voté por su marido dos veces y ella me gustaba a principios de los noventa. Pero me desilusioné de manera constante con ella. A pesar de una larga carrera en la política, en la que conquistó importantes trabajos a causa de su relación con su marido, Hillary ha logrado muy poco. Por el contrario, ella ha hecho desastrosas malas decisiones, como con su consejo como Secretaria de Estado de Obama de bombardear Libia y sacar a Gadafi, lo que ha desestabilizado el norte de África. La avaricia por el dinero de Hillary, así como su historia de flagrantes mentiras, la hacen muy poco atractiva como figura política.

¿Por quién se hubiera inclinado usted?

Siempre he dicho que la senadora Dianne Feinstein, de California, debería haber sido nuestra primera presidente mujer, pero Feinstein no se postuló para el cargo, debido a las absurdas dificultades de las campañas presidenciales en los Estados Unidos, que requieren una incesante recaudación mercenaria de fondos y el sacrificio de dos años completos de la vida de un candidato. En esta elección presidencial voté por una candidata mujer: Jill Stein, del Partido Verde.

¿Qué es lo que más le molesta de Susan Sontag?

La carrera de Sontag como intelectual comenzó de manera muy brillante, pero su trabajo se fue haciendo cada vez más débil con el tiempo. Al principio, ella escribió acerca de una amplia gama de temas culturales, pero el interés de sus primeros ensayos fue en realidad un reflejo de la vitalidad del mundo de vanguardia en el centro de Nueva York que ella entonces habitaba. Muy pocos de sus primeros ensayos siguen siendo importantes, porque ha sido mucho lo escrito por otros autores acerca de los movimientos artísticos del período. Culpo a Sontag por el abandono de la enseñanza y simplemente vivir como un parásito de su propia celebridad. Después que ella dejó rápidamente la academia, nunca volvió a tener un verdadero trabajo. Vivía en una burbuja, esnobistamente retirada de la vida cotidiana y de la gente común. Dondequiera que iba, incluyendo las fiestas y cenas de Nueva York (que detesto), exigía, de manera arrogante, muestras de veneración. A pesar de su reputación de izquierdista, se congraciaba con los ricos y vivía de su dinero; su amante, la actriz francesa Nicole Stéphane (una heredera); luego su editor, Roger Straus (un heredero de dos grandes fortunas); y finalmente su amante, la fotógrafa de Vanity Fair Annie Leibovitz, una multimillonaria que le compró a Sontag un enorme departamento penthouse en Manhattan y un departamento pequeño en París. Encontraba que el secretamente opulento estilo de vida de Sontag era grotesco y su negativa a admitir su lesbianismo, cobarde. Pero ella pagó el precio por su hipocresía, porque su obra posterior carecía de sustancia y permanencia. Sontag será recordada por su celebridad, pero por poco más.

"En el comienzo era la naturaleza", es la primera frase de Sexual Personae. ¿Podría ella explicar algunos de sus puntos de vista?

La exclusión ideológica de la biología por parte del feminismo contemporáneo y de los programas de estudios de género es atrozmente carente de conocimientos. La naturaleza, con su ley de hierro de la procreación, debería ser el primer objeto de estudio cuando estamos tratando de entender la sexualidad. Durante la década de los sesenta, mi generación tenía un sentido de "conciencia cósmica" —de la inmensidad del universo—, una dimensión metafísica que hemos heredado del budismo zen de los poetas beat de la década de los cincuenta y del el hinduismo que inundó la música popular de la época (los Beatles, por ejemplo, hicieron una malograda peregrinación a la India). Mi sensación de asombro ante la grandeza de la naturaleza es ciertamente el tema central de mi actual investigación sobre la religión nativa americana, que tenía un punto de vista similar al mío. Está muy cerca del animismo, la primera fase histórica de la religión que vio presencias espirituales en todos los aspectos de la naturaleza, incluyendo los rayos y los truenos. Sin embargo, en lo que se refiere a la teoría de género, no soy una determinista biológica. Creo en el libre albedrío y en el poder del individuo para desafiar el destino. Por lo tanto, sostengo en Sexual Personae que el arte, por definición, es una línea desafiantemente dibujada contra la naturaleza.

En ese sentido, ¿cómo ve la reciente "ola transgénero" y las cirugías de reasignación de sexo: de ex atletas a niños "en el cuerpo equivocado"?

El tema central de Sexual Personae, que comenzó como mi tesis doctoral en la Universidad de Yale, fue la androginia, el cruce de fronteras de género de mil maneras diferentes a través de la historia cultural. Lo que descubrí en mi investigación era que la androginia prolifera y sobrevuela durante las angustiosas fases "tardías" de la cultura, tales como la época helenística, el Imperio Romano, la decadencia decimonónica de Baudelaire y Oscar Wilde y la Alemania de Weimar. Estamos en un período similar de nuevo, y esto puede indicar que la civilización occidental está en crisis y tal vez en decadencia. Ninguna civilización dura para siempre. Me podría yo misma identificar como transgénero, porque empecé rebelándome contra mi sexo biológico desde la infancia, cuando usaba disfraces de Halloween travestidos (un matador, un soldado romano, Napoleón, Hamlet) en un tiempo en que tales cosas eran completamente desconocidos. Sin embargo, a pesar de mi experiencia personal de disforia de género, que continúa en la actualidad, estoy profundamente preocupada por la propaganda actual que engaña a la gente a pensar que el sexo biológico de uno se puede cambiar. Sí, el cuerpo puede ser modificado a través de la cirugía o las hormonas y sí, cada individuo tiene el derecho absoluto de alterar su cuerpo a voluntad. Pero el código de ADN de cada célula del cuerpo humano mantiene su sexo biológico original hasta el final. La empresa transexual es en última instancia un acto de imaginación, que deberíamos respetar y aceptar. Pero me opongo firmemente a las intervenciones médicas en los niños, que todavía no son capaces de elección informada. La imposición de procedimientos médicos irrevocables de este tipo en los niños bordea, desde mi punto de vista, la criminalidad y es una transgresión contra los derechos humanos básicos.

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