Betibú y el exitoso año del nuevo cine argentino

El estreno de Betibú, del director Miguel Cohan, reafirma el éxito del género policial en ese país.




Personajes comunes y corrientes que, de un día para otro y casi por casualidad, se ven envueltos en un caso peligroso. Prácticamente una máxima del género policial. Una fórmula inagotable que se ha mantenido firme al paso de los años, ganándose el aprecio del público y, en los últimos años, el interés de los productores. Miguel Cohan, director de Betibú, uno de los estrenos trasandinos del año, y que desde el 26 de junio está en las carteleras locales, se declara un amante de este tipo de cintas. "Me atraen los policiales que se construyen a partir de personajes que no tienen nada que ver con ese mundo y que poco a poco se van metiendo y comprometiendo con el caso, sobrellevando sus vidas cotidianas con un hecho extraordinario", cuenta el director desde Buenos Aires.

En Betibú, película basada en la novela homónima de Claudia Piñeiro, se vuelve a tocar esa tecla. Los enredos comienzan con el asesinato del empresario Pedro Chazarreta -interpretado por el actor Mario Pasik-, perpetrado en un exclusivo condominio a las afueras de la ciudad. La escritora de novelas policiales Nurit Iscar (Mercedes Morán), también conocida con el apodo de Betibú, es contratada por el diario El Tribuno para escribir una serie de columnas en torno al caso. El jefe de las páginas policiales, Mariano Saravia, encarnado por Alberto Ammann, y el veterano periodista Jaime Brena (Daniel Fanego), ayudan también en la investigación. A partir de una fotografía de la víctima, ambos periodistas y Nurit, conectan el hecho con otros crímenes.

La cinta, que en Argentina llevó a 275 mil espectadores a las salas, es otra conquista en la taquilla por parte de Haddock Films, la productora cinematográfica tras la ganadora del Oscar El secreto de sus ojos,  que se ha especializado en la producción de películas policiales. Hasta ahora, sus maniobras han dado buenos resultados  tanto en Argentina como en el extranjero. Cohan, consultado ante el resurgimiento del thriller policial en su país, responde: "Hay una tradición muy fuerte que viene de la literatura argentina, no es algo completamente nuevo o que no tenga algún vínculo con el pasado, varios de los grandes escritores argentinos trabajan muy bien el policial, pero ha pasado en el último tiempo que las productoras más grandes han apostado por el género. Tiene que ver con que el público está respondiendo muy bien a eso, no creo que sea mucho más profundo el análisis", opina el director.

Pero este año ha sido especialmente auspicioso para el cine argentino en general. Su presencia en el último festival de Cannes fue contundente. Cuatro películas figuraron en las diferentes competencias del certamen. Relatos Salvajes, película protagonizada por Ricardo Darín y dirigida por Damián Szifron,  compitió por la Palma de Oro junto a las últimas producciones de Jean-Luc Godard y David Cronenberg. En tanto, Jauja, el quinto largometraje del cineasta Lisandro Alonso -director de Los muertos (2004), Liverpool y quien recientemente fue seleccionado para la residencia de la Film Society of Lincoln Center, donde aprovechará la beca para desarrollar la historia de su próxima película, centrada en un hombre que vive y busca oro en la selva amazónica-, protagonizada por Viggo Mortensen, se quedó con el Premio de la crítica (Fipresci) de la sección Una cierta mirada. A Miguel Cohan le llama la atención el perfil de las películas argentinas que este año pasaron por el prestigioso festival. "Son las que habitualmente no van a Cannes. Son películas con actores importantes y con historias que pueden convocar al público. En ese sentido, lo interesante que puede pasar este año es que se deje de lado esa pelea, que me parece un poco tonta, entre el cine festivalero o artístico y el cine que convoca al público".

El misterio de la felicidad, la producción argentino-brasileña dirigida  por Daniel Burman, es el último gran éxito del cine argentino. La historia centrada en dos amigos -Santiago (Guillermo Francella) y Eugenio (Fabián Arenillas)-, quienes además son socios de toda la vida en un negocio de electrodomésticos, llevó a más de 600 mil espectadores a las salas trasandinas. En Chile, en tanto, se estrenó a fines de mayo, en el marco del primer Festival de Cine Argentino organizado por la cadena Cinemark. La trama vuelve a indagar en el errático y curioso actuar de sus protagonistas. En este caso, ambos amigos se entienden sin hablar, se complementan, se quieren y necesitan. Sin embargo, un día, y sin dejar  pistas ni huellas, uno de los dos desaparece. A su vez, el otro tarda en advertir su ausencia y recién puede asumir lo que ocurrió, cuando un tercer personaje, Laura (Inés Estévez) -la mujer de Eugenio-, le asegura que su esposo se fue. Entonces, Santiago y Laura empiezan el camino de la búsqueda de Eugenio, pero en el trayecto se dan cuenta de que realmente no lo quieren encontrar.

El último caso es el de Ismael, la última película del cineasta Marcelo Piñeyro, director de Plata quemada (2000) y El método (2005), cinta por la que recibió el Premio Goya al mejor guión adaptado un año más tarde. En Chile, en tanto, Ismael espera su estreno para el próximo 10 de julio. Con las actuaciones de Mario Casas y Belén Rueda, la película narra la historia de un esforzado menor de 10 años por encontrar a su padre biológico. "Lo que tiene el chico es que no lo dominan los miedos", aseguró Piñeyro a un periódico local sobre su reciente trabajo, alabado hasta el cansancio por la crítica especializada de su país.

En resumen, un año redondo y marcado por las históricas cifras para el cine del otro lado de la cordillera, que se abre paso de a poco.

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