Ricardo Ezzati: "El Papa Francisco no está enojado con los obispos chilenos"

El prelado, actualmente investigado por la fiscalía por presunto encubrimiento, repasa su rol en el arzobispado y los casos de denuncias de abuso. Asegura que el Pontífice tiene una buena relación con el Episcopado y reconoce que unos 40 sacerdotes de la diócesis "han vivido al alero" de Karadima.


"Soy respetuoso de los dictámenes de la justicia. He leído el comunicado del Arzobispado de Santiago y me sumo a la esperanza allí expresada". Así se manifestó ayer por la tarde el cardenal Ricardo Ezzati respecto del fallo de la Corte de Apelaciones de Santiago, que acogió la demanda civil que tres víctimas de Fernando Karadima presentaron contra el Arzobispado de Santiago y que condenó a la entidad religiosa a pagar una indemnización de $ 300 millones.

Para Ezzati, quien hasta el sábado pasado era el jefe de la Iglesia de Santiago, el tema no es ajeno. Al contrario, lo persiguió durante toda su gestión, desde que asumió el cargo, en enero de 2011, un mes antes de que fuera el encargado de ejecutar la condena canónica al expárroco de El Bosque. Bajo su mandato, sin embargo, siempre se desestimó un mal proceder institucional respecto de los denunciantes. Ayer, se reconocieron falencias en un grado mayor.

El prelado salesiano, de 77 años, mira esta resolución ya más de lejos. Dejó el cargo luego de que el Papa Francisco aceptara su renuncia. Y en su residencia de la comuna de Ñuñoa, la misma que se apresta a dejar, subraya justamente ese punto: su renuncia, no remoción. "Yo estoy tranquilo. Tengo la conciencia de haber hecho el trabajo que me correspondía en un momento difícil, turbulento", asegura a La Tercera, en esta entrevista efectuada ayer por la mañana, en la cual revisa conceptos y momentos. También polémicas.

¿Cómo se siente de ánimo?

Todo cambia en la vida. Hacía ya dos años y medio que estaba esperando este momento, el de mi retiro. En la última carta que me mandó el Santo Padre, justamente me agradecía el haber llevado adelante estos dos años y algo más. También habló de mi fortaleza. Hace un mes y medio me dijo: "Tienes espaldas". El retiro es algo normal dentro de la vida de la Iglesia. Siempre he estado tranquilo, totalmente dedicado a mi trabajo hasta el último minuto. Yo firmé decretos hasta el día anterior a entregar el gobierno de la arquidiócesis.

¿Le duelen las expresiones negativas hacia su persona, como los parlamentarios que quieren revocar su nacionalidad por gracia?

Por supuesto que duelen, siempre duelen, somos humanos. Lo que no duele y hace muy bien es la crítica (…). Ahora, cuando la crítica pierde su objetivo y adquiere otro, el de atacar, de disminuir la dignidad de las personas, es negativa y no ayuda.

Respecto de los abusos en la Iglesia de Santiago, casos como Karadima, Cristián Precht, Óscar Muñoz, usted ha asegurado que no hubo encubrimiento, que todo se investigó. ¿Qué cree, entonces, que se pudo haber hecho mejor?

Sin duda, deficiencias puede haber habido. Es todo un aprendizaje. Lo que repito es que los casos fueron investigados conforme a las normas. En el de Muñoz, por ejemplo, y en todos, se actuó con total transparencia.

Para muchos cercanos a la Iglesia usted encarna una mala forma de encarar el tema de los abusos. ¿Cree que es injusta esa imagen?

No juzgo las imágenes que la gente se hace de uno, yo juzgo el cómo he tratado de actuar con objetividad y autocrítica. Por supuesto, en estos últimos 10 años hemos aprendido muchas cosas que no conocíamos, y también cómo hacerlas mejor. Esa es la crítica que yo me hago y la crítica justa que acepto que las personas puedan hacer. Hemos tenido un aprendizaje muy doloroso (…), me han tocado situaciones complicadas.

El Papa ha cuestionado públicamente la actuación de los obispos chilenos ante los casos de abuso y a usted le envió una carta agradeciendo su trabajo y su fortaleza. ¿Cuál es la verdadera impresión del Papa sobre la Iglesia y sobre usted?

Voy a partir con lo último que me pregunta, porque es más directo y me toca personalmente. Con el Santo Padre yo tengo una relación fraterna, un gran aprecio por su ministerio y por la actitud pastoral con que enfrenta su ministerio. He tenido la ocasión de haberlo conocido en el Celam, nos ayudó a reconstruir la Capilla del Sagrario, en Concepción, y trabajé cerca suyo en la Conferencia de Aparecida. Yo he tenido siempre una relación muy cercana con él, de mucho aprecio de parte mía y de mucha benevolencia de parte de él.

Pero, entonces, ¿el Papa no está enojado con usted?

No, no, absolutamente, no. El Papa conoce la realidad y los problemas de Chile, siempre lo he conversado con él con mucha honestidad y apertura. Incluso, frente a decisiones que él ha tomado contrarias a lo que yo creía. En algunos nombramientos, por ejemplo, como el del obispo de Osorno (Juan Barros), mi parecer era otro.

Y con los obispos de Chile, ¿tampoco está molesto?

Yo creo que el Santo Padre tuvo una información parcial de la realidad de Chile. También conversé con él ese tema, para preguntarle en qué se sintió engañado y mal informado. El Papa no está enojado con los obispos de Chile, está preocupado por la vivencia cristiana en el país. Y esa depende de todos nosotros, de bautizados, laicos, consagrados, sacerdotes y, naturalmente, de los obispos, que tienen una responsabilidad especial.

Respecto de la Iglesia de Santiago, se dice que de los 253 sacerdotes diocesanos hay una parte importante "con aires" a Karadima. ¿Por qué no pudo controlar aquel problema?

Esa es una realidad. En Santiago hay por lo menos 40 sacerdotes que han vivido al alero de Karadima, y eso quiere decir que hay una mentalidad, una formación, con raíces de mirar la persona y la función del sacerdote de manera equivocada. Y eso no se cambia por decreto. Ese cambio, lastimosamente, demorará 30 o 40 años. Lo que se gestó en El Bosque no es solo el tema Karadima, sino una mentalidad pastoral muy errada.

Entonces, ¿las redes de Karadima siguen operando?

A nivel de poder, no, pero sí de mentalidad. Eso depende de cómo cada persona hace su cambio interior. Nosotros disolvimos la asociación de El Bosque e impulsamos muchos trabajos de doctrina, de espiritualidad.

Actualmente, la fiscalía lo investiga por eventual encubrimiento. El rol de la fiscalía, ¿ha sido un aporte?

Creo que sí, aunque la forma es discutible, incluso desde la perspectiva legal. Por ejemplo, los documentos incautados en Santiago aún no son devueltos. Pero la fiscalía tiene su deber y su función, y debe cumplirla con la misma rigurosidad. No me toca a mí juzgarla.

En su despedida, ¿tuvo algún contacto con el Presidente Piñera?

La relación de los obispos con el gobierno es a través de ministro Gonzalo Blumel (secretario general de la Presidencia). Con el Presidente yo tuve el último encuentro cuando él asumió. Esa vez, yo anticipé mi salida del hospital, en Italia, para poder viajar y estar presente en la entrega del mando, en la oración de inicio del gobierno. Ahí hice la homilía que correspondía. Me parece que hubo un par de situaciones que provocaron un poquito, de parte del Presidente tal vez, una cierta distancia con los obispos en general y también conmigo.

¿Cuáles?

El señor Presidente quedó muy sentido por el hecho de que en la visita del Santo Padre no hubiera habido un momento de diálogo personal con él, pero eso no se debió ni al Papa ni a los obispos, sino que era una decisión política. La Presidenta (Michelle Bachelet) era quien determinaba las relaciones entre un jefe de Estado y otro. Al salir de Chile, el Santo Padre me encargó llamar al Presidente Piñera para volver a explicar por qué no había habido ese encuentro y comunicarle que el Papa estaba dispuesto a recibirlo siempre que él deseara. Yo eso se lo comuniqué al Presidente, oportunamente, por teléfono. Fue el último contacto que tuve con él, hace un año.

¿Quedó dolido al restarse del tedeum de 2018?

No, esa fue una decisión mía y de nadie más, porque es un acto religioso de la Iglesia de Santiago, de connotación republicana.b

Caso Renato Poblete: "Fue un shock muy grande"

A fines de 2014 ocurrió una de las grandes polémicas que vivió Ezzati, cuando trascendió que habría participado en el envío al Vaticano de documentos con declaraciones supuestamente contrarias a la Iglesia Católica por parte de los sacerdotes Felipe Berríos, José Aldunate y Mariano Puga.

El prelado aún recuerda ese capítulo: "La relación con la Compañía de Jesús siempre ha sido la del obispo con una comunidad religiosa autónoma, de mucha colaboración. En la Iglesia y en lo civil hay libertad de opinión. En ese marco, la polémica con el padre Aldunate fue por el tema de su concepción de las Sagradas Escrituras, era un asunto teológico. Yo le tengo una gran admiración por su coherencia, por su lucha por los DD.HH. Sobre estos casos, sinceramente no tuve ninguna intervención. Llegaron, sin duda, por lo que sé, textos a Roma, pero de ahí a que me hayan metido a mí en eso, no, nada que ver (...). Estoy convencido de que la Compañía de Jesús, pese a la fragilidad que también tiene, y que tenemos todos, es un aporte significativo a la Iglesia de Chile".

¿Lo impactó el caso del sacerdote Renato Poblete?

Me dejó en shock, como muchos casos del clero de Santiago. Lo conocí como religioso cuando yo era provincial de mi congregación; también por la influencia social que tenía. El padre Renato estaba en un centro de investigación sociológica. Lo que se veía en él era un hombre de ciencia, muy creativo en sus iniciativas relacionadas al Hogar de Cristo. Para mí fue un shock muy grande cuando supe de este caso, estando yo en Roma en ese minuto. Después tuve la oportunidad de conocer algunos detalles, también por su vinculación con la UC; le envié a la víctima conocida una nota, que ella me contestó. Esta denuncia me dejó muy mal.

"Desde ahora viviré en la congregación salesiana"

Ayer, al momento de conceder esta entrevista, al cardenal Ezzati le quedaban solo horas en la casona de la comuna de Ñuñoa. La misma que ocupó desde 2011.

¿A qué se dedicará?

Yo trabajé en el Vaticano durante cinco años, en la Congregación por la Vida Consagrada, pero, naturalmente, en este momento y para delante no tengo ningún oficio allí, en Roma. Solo soy cardenal y hasta los 80 años elector del Papa, en caso de que se requiera. Sin embargo, sí mantengo, también hasta los 80 años, dos tareas ligadas al Vaticano. Soy miembro de la Congregación por la Educación Católica y, con ello, corresponsable de lo que significa la reflexión de la Iglesia sobre las universidades, la educación y la cultura. Y, al mismo tiempo, soy miembro de la Comisión Pontificia para América Latina.

Y ahora tienen reunión...

Justamente, dentro de 10 días deberé viajar a Paraguay para un encuentro sobre la participación de la mujer en la vida de la Iglesia y en la vida política. Pero en lo fundamental, yo volveré a vivir con mi comunidad.

Se refiere a los salesianos.

Claro, porque ésta (muestra la vivienda) es la casa del arzobispo de Santiago, desde el cardenal Silva Henríquez. Yo no tengo casa, voy a vivir en un pequeño departamento que la congregación salesiana puso a mi disposición en el centro de espiritualidad de Lo Cañas, en La Florida.

¿Cuándo se muda?

Me voy de aquí mañana (hoy) en la tarde. El ambiente a donde voy es como más rural, en la periferia del canal San Carlos. Es una casa de retiro, por consiguiente, una casa también llena de verde, como ésta, con prados. Además, es el centro que yo construí cuando era provincial de los salesianos, para celebrar los 100 años de la congregación en Chile e impulsar desde allí una línea de espiritualidad.

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