Operación Barkhane: Francia y sus aliados se retiran de misión antiyihadista en Mali

Soldados franceses quitan su bandera de una base militar de la Operación Barkhane en Tombuctú, Malí. Foto: AFP.

El Presidente Macron se resiste a considerar el abandono un fracaso, y apunta a la junta militar en Bamako como la principal culpable de la decisión. Con esto, las fuerzas europeas concentrarán sus esfuerzos en Níger y Burkina Faso, país en el que un tercio del territorio está bajo control de los islamistas


Nueve años después del lanzamiento de la Operación Serval en Mali, el Presidente de Francia, Emmanuel Macron, anunció ayer el retiro “ordenado” de las tropas francesas. El anuncio, refrendado por los seis países que participaron en la posterior Operación Barkhane, se esperaba de hace tiempo, después de que las relaciones entre París y Bamako se complicaron a medida que la junta militar centroafricana se mantenía en el poder.

Respecto de la intervención francesa, “ya no se dan las condiciones políticas, operativas y jurídicas para continuar de forma efectiva su actual compromiso militar en la lucha contra el terrorismo en Mali y, por tanto, hemos decidido iniciar la retirada coordinada”, apunta el comunicado de los países que intervinieron en el país, entre los que se encuentran también Estonia, Reino Unido, España y Canadá.

El anuncio coincide con una cumbre entre líderes de la Unión Europea y la Unión Africana, que se realiza en Bruselas y que plantea una nueva relación con África, en un contexto en que potencias como China y Rusia buscan influir en el continente.

Soldado francés patrullando las calles de Tombuctú, Mali. Foto: AFP.

“No podemos seguir comprometidos militarmente al lado de autoridades de facto, con las cuales no compartimos ni estrategia ni los objetivos de fondo. Y esa es la situación a la que nos enfrentamos hoy en Mali”, comentó Macron en un discurso de 50 minutos en el que explicó los motivos de la retirada en África. Uno de los más importantes: el hecho de que, casi un año después del golpe de Estado en Bamako, la junta militar aún no prepara elecciones ni muestra interés en ceder el poder. “La lucha contra el terrorismo no lo puede justificar todo. No debe, bajo pretexto de ser una prioridad absoluta, transformarse en un ejercicio de conservación indefinida del poder”, criticó el presidente de Francia.

Si los dos golpes de Estado del 2021 debilitaron las relaciones entre Bamako y París, la expulsión del embajador francés en el país africano el 31 de enero de este año fueron un punto de quiebre definitivo. Luego de que el jefe de la diplomacia gala Jean-Yves Le Drian declarase como “ilegítimas” a las autoridades de la transición, llegando a decir que la junta estaba “fuera de control”, los militares le dieron 72 horas al embajador Joël Meyer para abandonar Mali.

Sin ser esto suficiente, otro elemento es central para entender el desacuerdo entre Bamako y Europa: el grupo paramilitar de origen ruso Wagner, que según Le Drian al 14 de febrero ya contaba con mil mercenarios en el Sahel, ha apoyado, al igual que Francia, los esfuerzos por detener a los yihadistas. “Wagner está en Mali para sostener a la junta, haciendo creer a todos que vienen a combatir el terrorismo”, señalo Le Drian hoy a la Asamblea Nacional gala.

Al respecto, Macron mencionó que “no se puede justificar una escalada de la violencia a través de mercenarios, cuyas acciones inapropiadas ya están documentadas en República Centroafricana, y cuyo ejercicio de la fuerza no se encuadra en ninguna regla ni convención”. Ya en diciembre 2021, una declaración firmada por 15 países involucrados en la Operación Takuba condenó “firmemente el despliegue de mercenarios” en Mali. El comunicado también recordó las sanciones que pesan contra el grupo de mercenarios y personas vinculadas a este, debido a su participación en “graves violaciones de los derechos humanos” donde han operado, entre las que destacan torturas y ejecuciones extrajudiciales.

El Presidente de Francia, Emmanuel Macron, junto a su par de Ghana, Nana Afuko Addo, en una conferencia de prensa conjunta para hablar del compromiso francés en la región del Sahel. Foto: REUTERS.

El conflicto en el Sahel parte en 2012, cuando una rebelión independentista del pueblo Tuareg estalló en Mali, con el apoyo de distintos grupos yihadistas que rápidamente tomaron el control de la mitad del país centroafricano. Como respuesta a eso, y con temor a que las fuerzas islámicas tomaran la capital, Bamako, François Hollande lanzó en 2013 la Operación Serval, recuperando ciudades como Galo y Tombuctú. En 2014 se puso en marcha la Operación Barkhane, con otros cinco países europeos involucrados, coordinando así la batalla contra los grupos vinculados a Al Qaeda y el Estado Islámico.

El objetivo inicial de la intervención francesa en Mali, en la que se llegaron a enviar más de cinco mil efectivos, fue detener el avance de los yihadistas hacia Bamako. En ese sentido, Hollande declaró en julio de 2014 que se trató de una operación “perfectamente exitosa”.

Pero luego de nueve años, el balance no es tan optimista. El ejército de Mali, junto con las fuerzas europeas, no tuvo la capacidad para recuperar el control del territorio íntegro del país, cuya mitad norte entra de lleno en la región del Sahel, y donde tres grupos importantes siguen controlando gran parte del territorio: el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes, la Organización Estado Islámico del Gran Sahara y Ansarul Islam, entidad autóctona de Burkina Faso y que apareció en 2016.

El conflicto tiene su centro en la triple frontera entre Níger, Burkina Faso y Mali. En los últimos meses, los ataques yihadistas han aumentado en organización y coordinación. Una ofensiva de norte a sur tuvo lugar durante este tiempo, y hoy un tercio del territorio de Burkina Faso está bajo control de alguno de estos grupos.

Soldados de la Operación Barkhane toman un avión desde la base de Galo, Mali. Foto: AP.

Desde ya, los dirigentes militares franceses han mostrado que se viene una retirada “compleja”, y el presidente señaló que tomaría lugar en un espacio de cuatro a seis meses. Junio 2022 sería entonces un momento clave para definir qué dispositivo usará Europa para continuar la lucha contra el terrorismo en el Sahel. El número de militares galos –que son la mayoría de los europeos en el frente– pasaría, entonces, de los 4.600 que son hoy a 2.500, según el portavoz del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas galas, el coronel Pascal Ianni. Ya sin su aliado estratégico en Mali, las fuerzas francesas en el Sahel se enfocarían principalmente en Níger y Burkina Faso.

De todos modos, Macron se resiste a ver esta retirada como un fracaso de la operación, evitando un paralelo con la salida norteamericana de Afganistán que tuvo lugar el año pasado. Afirmando que evitó lo peor, el presidente se preguntó frente a la Asamblea Nacional: “¿Qué habría pasado en 2013 si Francia no hubiese elegido intervenir? De seguro habríamos asistido a un colapso del Estado maliense”. Además, subrayó los “numerosos éxitos” de la misión, tales como la muerte del emir de Al Qaeda en el Maghreb Islámico, Abdelmalek Droukdal, en junio de 2020. Por el lado francés, las pérdidas militares a febrero de 2022 se cifran en 58 militares.

Una situación rara en la carrera presidencial francesa, que tiene su primera vuelta en abril, es que casi todos los candidatos se cuadraron con Macron, desde el izquierdista Jean-Luc Mélenchon a la derechista Valérie Pecresse. La única en defender la mantención de la intervención francesa en Mali fue Anne Hidalgo, que declaró en un comunicado que “su presencia sigue siendo necesaria y reclamada en el Sahel para asegurar nuestra seguridad colectiva”. En tanto, Pécresse fue la primera en felicitar la decisión del presidente, señalando que “la manera en que Francia fue tratada por la junta maliense no fue digna. No podemos pagar el precio de la sangre por un país que no nos quiere”.

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