Carlos Fonseca inédito: “Yo no trabajé con Los Prisioneros porque me cayeran particularmente bien, sino porque hacían la música que a mí me gustaba escuchar”

En junio de 2021, cuando Fusión -la legendaria disquería que fundó- cumplió 40 años, el más relevante mánager del rock chileno habló extensamente con Culto de su historia y de su relación con Los Prisioneros y Jorge González. Una conversación que se mantenía inédita y que ahora, tras su muerte el pasado 6 de octubre, entregamos en sus pasajes más reveladores.


1981 fue el año cero para Carlos Fonseca. Nacido a principios de los 60 en Lima, con infancia en Chile y posterior adolescencia en Argentina, el 30 de abril de esa temporada abrió en la Galería Drugstore de Providencia la disquería Fusión, su llave de acceso a la historia grande de la música chilena.

Un espacio reluciente en novedades para una capital plomiza que casi no sabía de tiendas especializadas y un lugar que le sirvió para estrechar lazos con la escena de esa época, partiendo por Los Prisioneros, a quienes facilitó el segundo piso para que grabaran sus primeras canciones: el olfato de Fonseca lo terminó convirtiendo en manager de los sanmiguelinos, labor que luego repitió con nombres tan disímiles como La Ley, Nadie o Manuel García. En las últimas cuatro décadas, no hubo otro profesional en ese rubro más importante que él en la música nacional.

Por eso, en junio de 2021, 40 años después del origen de Fusión y con la pandemia aún merodeando, Fonseca se conectó a Zoom para desclasificar extensamente con Culto su vida como representante, su mirada acerca del rock chileno y los detalles más íntimos de su relación con los hombres de La voz de los 80. Una conversación que hasta ahora se mantenía inédita. Tras su muerte el pasado 6 de octubre a los 62 años, revelamos sus mejores pasajes.

Un hombre y sus discos

“Para mí, recordar Fusión es recordar el nerviosismo de abrir una disquería en Chile, porque no había nada pasando. O sea, para mí era como el día y la noche comparado con lo que había vivido en Buenos Aires. Yo venía llegando de allá y por supuesto era algo totalmente distinto. Cuando llego a Santiago, siento que hay un terreno un poco más fértil para hacer esas cosas, es más entretenido, porque en Buenos Aires ya había como 30 disquerías. Pero esa incertidumbre fue lo que me hizo ponerle más color con Fusión y también hacer cosas paralelas, abrir espacios y generar una escena musical. Vender discos no era el tema más importante, sino que también hacer crecer un movimiento, que la música se fortaleciera, que te atendiera alguien que vibrara con la música, una cuestión media romántica que tenía que ver con nuestros principios”.

“Teníamos la tienda lista, pero estuvimos como un mes sin abrir, porque los discos no llegaban nunca. Hubo problemas con aduana. Hasta que un día llegaron 150 cajas de discos de Estados Unidos, cada una con 70 vinilos. Yo me quedé toda la noche ordenando, sin dormir, poniendo los discos en las bateas, pasé de largo, hasta que abrí la tienda. Estaba con un sueño gigante. Y estaba lloviendo a cántaros. La tienda se llenó”.

El mánager hacia principios de los 90 en su disquería. FOTO: Archivo Histórico / Cedoc Copesa.

“Yo estaba estudiando en la universidad de Buenos Aires y mi papá me ofreció la oportunidad de quedarme allá y yo lo pensé. Pero el año 80 vine a Chile, me encontré con parte de mi familia y me tiró la cosa. Nunca me he arrepentido de no haberme quedado en Argentina, probablemente hubiera sido todo mucho más competitivo. Allá en Buenos Aires yo trabajé en una disquería llamada La Vitrola, encargado de armar el catálogo. Les sugerí que le cambiaran el nombre por Fusión, no me pescaron. Que pusieran televisores con videoclips en las vitrinas para atraer a la gente, tampoco. Entonces me fui, dije ‘no voy a estar trabajando en una disquería que se llame La Vitrola, ¡por Dios!”.

“Fusión existió gracias a la plata de mi papá, gracias a él se levantó todo. Él se había retirado de la empresa en que trabajaba y había cobrado un muy buen retiro, entonces tenía ese dinero y lo quería invertir en algo. Cuando hubo que comprar los primeros instrumentos para Los Prisioneros o pagar el primer disco, también salió de ahí la plata. Obviamente fue mucho más complicado convencerlo de hacer lo de Los Prisioneros que lo de Fusión. Él sentía que Los Prisioneros se iban a convertir en un punto de inflexión para mí. Él pensaba que me iba a distraer demasiado manejando a un artista, yéndome de gira y todo eso. Y tuvo razón”.

“Una de las conclusiones que he sacado con los años es que si Fusión no hubiese trabajado con Los Prisioneros, si no hubiéramos sacado esos discos, la piedra inicial del rock chileno (en los 80) hubiera sido Cinema (NdelaR: el grupo de Álvaro Scaramelli). Si no hubieran aparecido Los Prisioneros con el éxito que tuvieron, esa habría sido la línea musical que habría mandado en Chile, muy similar a lo que pasó en Perú, Ecuador, Colombia o incluso México, donde todo el rock fue una cosa muy liviana, muy pop y sin contenido. Ayudó que Los Prisioneros estuvieran ahí, o sino la cosa se iba a transformar en una tontera pop”.

El cuarto Prisionero

“Conocí a Jorge (González) en 1983, como compañero de Licenciatura en Música de la Universidad de Chile. Me hice amigo de él y lo primero que hice fue invitarlo a Fusión y ahí escuchamos un montón de música, hablamos de los proyectos, de las ideas, de todo lo que íbamos a hacer y le propuse ahí que si él tenía una banda, a mi me interesaba escucharla. Y si yo podía escucharla, que contara conmigo. Yo me retiré de la universidad y perdí el contacto con él, porque además Jorge no era alguien que le gustara ir a Providencia. Luego, cuando al tiempo después retomamos el contacto, porque Jorge yo creo que sabía que iba a volver a Fusión, él ya había oficializado a Los Prisioneros, habían tenido su primer show. Llegó con un casete donde había grabado La voz de 80 y otro par de temas que había registrado en ese concierto. Quedé impactado con lo que escuché. Lo primero que pensé fue ponerlo en el programa de radio que yo ya tenía en la Beethoven. Pero después lo pensé bien y les dije ‘para que suene en un programa de radio, mejorémoslo, hagámoslo mejor’”.

“Entonces, para el 18 de septiembre de 1983, que Fusión estaba cerrada, montamos los instrumentos en mi oficina, que estaban en el segundo piso y ahí creo que grabaron 14 canciones. De ese demo, utilicé tres para pasar en el programa de radio. A la gente que iba a Fusión le empezamos a decir ‘mira, tenemos un grupo que es new wave chileno’. Les mostrábamos lo que habíamos grabado. Todos quedaban bien impresionados”.

FOTO: Archivo Histórico / Cedoc Copesa.

“Pero había que grabar un disco de forma más profesional. Yo no sabía. Entonces, Claudio (Narea) llegó con un dato de un estudio en calle Vichuquén, de un tal Pancho Straub. Y ahí caímos. Pancho venía de grabar en Inglaterra, con harto crédito, y siempre ha tenido mucha confianza en sí mismo. Era un estudio muy caro, entonces lo pedimos por no más de tres o cuatro días, no teníamos plata. Jorge, por lo mismo, traía los temas muy ensayados, salieron al callo. Todos miraron a Los Prisioneros como personajes muy extraños, no se comunicaban, no eran como ‘¡hola, compadre!’. Parecían canutos. Jorge tenía esa actitud de siempre andar serio, siempre parecer enojado, entonces a la gente le daba miedo. No permitía que le sugirieran cosas, era talibán para todo. Pero las canciones fueron las que sorprendieron, golpeaban de una u otra manera, eso generó entusiasmo en la gente que nos grababa, más allá de que no estaban ni ahí con lo que estaba pasando, porque les gustaba otra música”.

“En esa época, Jorge, Claudio y Miguel eran muy unidos. Tenían un lenguaje en común entre ellos, tenían tipos de bromas entre ellos, formas de verse ellos frente a los demás. Si de repente llegabas a una radio y empezaban con sus bromas, muchas veces los periodistas se freakeaban. Varias veces yo tuve que mediar para que no se terminaran agarrando con algunos periodistas o con otros músicos”.

Todos en el estudio miraron a Los Prisioneros como personajes muy extraños, no se comunicaban, no eran como ‘¡hola, compadre!’

“Obviamente Jorge era el cerebro, arreglador y compositor de las canciones, un porcentaje altísimo de Los Prisioneros, y esa es la razón porque la gente le ha perdonado todos los escándalos y todas las historias. Pero si no hubiera sido por Miguel, yo jamás los habría conocido y Los Prisioneros nunca hubieran existido. Nunca habrían pasado de ser Los Vinchukas a Los Prisioneros. Miguel siempre quiso tener una banda, desde muy chico, siempre fue su sueño triunfar con un grupo. Yo a veces pensaba de que escogió a Claudio y Jorge cuando llegó al colegio porque eran los personajes con los cuales podía formar esa banda”.

“Miguel además ya tenía una batería comprada por su familia y, con las pocas lucas que habían ganado en algunas actuaciones, se querían comprar un pedal de bombo, que hasta ese entonces era una pelota de ping-pong. Claudio se negó. Al final dijo ‘para qué vamos a gastar la plata en instrumentos, mejor compremos discos’, algo así. Y ahí hubo una pelea y Claudio se fue de la banda. Pero Jorge y Miguel tenían el compromiso de seguir. Claudio no tenía ese interés en tener un grupo. Después a Claudio le pidieron que volviera porque necesitaban un guitarrista. Y ahí Claudio vuelve y ahí se forman Los Prisioneros y ahí se empiezan a hacer todos piezas fundamentales del grupo”.

FOTO: Archivo Histórico / Cedoc Copesa.

“Claudio tenía un estilo de sentido del humor y un gusto por la música que aportaba al grupo y aportaba mucho a Jorge, en el estado de ánimo y en el pimponearse bandas grupos, mostrarse canciones. Claudio era el que siempre llegaba con los cassettes, siempre contaba el último disco que había escuchado. Muchas veces había escuchado cosas que yo no tenía en Fusión. Claudio era como el fanático que le gustaba escuchar música. Miguel era el que quería tener una banda a toda costa. Y Jorge era el que componía las canciones para esa banda, pero Miguel y Claudio le servían para poder seguir adelante. Jorge solo no lo hubiera hecho y probablemente Jorge con Miguel tampoco, porque finalmente no tenían un guitarrista, no tenían dónde conseguir un guitarrista. Era un rompecabezas de tres piezas, con Jorge como pieza fundamental, pero sin las otras dos el rompecabezas hubiera quedado cojo. Yo tengo muy claro de que Jorge solo, sin Miguel y Claudio, no podría haber hecho lo que hizo”.

Amigo mío

“Viéndolo hacia atrás, sí había una distancia mía con Jorge y había como una unión de piezas que se dio por la conveniencia de estar juntos y de hacer cosas, porque no era una unión natural. Yo con Jorge trabajamos juntos, hicimos muchas cosas juntos, pero nuestra amistad fue al comienzo, después ya no fuimos amigos. Éramos compañeros de trabajo y compañeros de aventuras, de ideas y de proyectos. Eso nos motivaba y eso nos hacía llevar bien. Creo que recuperamos un poco la amistad cuando empezamos a trabajar su carrera solista, pero eso también se rompió después de un tiempo. Entonces siempre era una cuestión de interés, pero no visto desde el punto negativo. O sea, yo cuando conocí a Jorge y me acerqué a él, fue porque lo encontré muy entretenido por un chascarro que ocurrió en una clase. Una profesora estaba enseñando algo que estaba mal y Jorge la corrigió, y al final demostró que él tenía razón y dejó a la profesora mal parada”.

Los Prisioneros Archivo Cedoc/Copesa

Amistad o no amistad, a Jorge igual le interesaba trabajar conmigo y a mí también me interesaba trabajar con él, especialmente cuando me di cuenta lo buena que era su banda. Entonces siempre fue una relación muy de trabajo, conflictiva en muchos casos, porque también en el trabajo nos cruzábamos. Y en eso también era interesante el aporte de los otros integrantes, porque muchas veces yo podía hablar con Miguel, planificar cosas de la banda y después comunicarlas con la banda, pero acordarlas primero con Miguel. Miguel después las hablaba con Jorge y con Claudio. Entonces, ellos también aterrizaban un poco las decisiones y permitían que la energía no se rompiera”.

“Yo con Jorge estaba en las situaciones que tenían que ver con Los Prisioneros y que tenían que ver con la música, compartíamos música, compartíamos historias de música, videos, sesiones de grabación, viajes, hoteles. Pero claro, yo no me juntaba con él a carretear un domingo, un sábado. A veces iba a su casa en reuniones que hacíamos todos, pero Jorge tenía a sus amigos y empezó a tener cada vez más amigos y no eran mis amigos. Entonces ahí él se empezó a distanciar también. Ya se distanció no solamente de mí, sino que también de Miguel y de Claudio. Se empezó a juntar especialmente con Jacqueline Fresard, con Vicente Ruiz, con Las Cleopatras y con todo ese ambiente. Ese no era un ambiente con el cual yo me juntaba. Mis amigos eran otra onda. Yo trabajaba todo el día. Mi onda era estar en Fusión. Ahí me juntaba con músicos. Cerraba la disquería para escuchar discos y ver videos. Mi onda no tenía que ver con pintores o artistas”.

FOTO: Archivo Histórico / Cedoc Copesa.

“Yo no trabajé con Los Prisioneros porque me cayeran particularmente bien, o porque lo encontrara realmente un negocio, sino porque hacían la música que a mí me gustaba escuchar. Y encontraba increíble hacer un disco de la música que a mí me gustaba escuchar. Además de una música que no había en Chile”.

“Los Prisioneros se encargaron de abrir los caminos y de romper las barreras para todas las cosas de los grupos que vinieron después: los malos sistemas de sonido, las malas promociones, los empresarios chantas, las radios que no te quieren tocar, los estudios que suenan mal, todo el derecho de piso lo fueron pagando ellos. Y todos los grupos que vinieron después llegaron a una escena ya montada. Ni hablar de los grupos de los 90. Yo siempre digo que Los Prisioneros, en el fondo, fabricaron la mesa, los utensilios, montaron la mesa y pusieron la comida. Cuando, por ejemplo, Los Tres llegaron, estaba la mesa servida y el banquete en la mesa. Entonces esa es una gran diferencia. Eso sí, hace mucho tiempo que no nos vemos ni hablamos todos”.

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