Luis Slimming y su consagración en el humor: “Me imaginaba una vida bien triste siendo profesor”

A pocos días de su exitoso paso por el Patagual, el comediante se toma unos minutos para reflexionar sobre su debut festivalero. “A lo que más le tenía miedo era a no cumplir con las expectativas”, confiesa a Culto. También detalla la trastienda de su aplaudida rutina, el camino que cimentó para convertirse en humorista, su trabajo como guionista en la revista Condorito y no descarta la posibilidad de llegar al Festival de Viña a futuro. "Es estadísticamente plausible".


Parecía un viernes como cualquier otro. A eso de las 10 de la mañana, Luis Slimming (35), comediante y guionista nacional que ganó popularidad en redes sociales gracias a sus entrevistas a icónicos humoristas en el programa Entre broma y broma, figuraba acostado en su cama. No había mucho que hacer, salvo ver la televisión y capear los primeros síntomas de un resfrío.

Eran los primeros días de enero. Entonces, su agenda del mes consistía en continuar con las grabaciones de El sentido del humor, proyecto que comparte con los humoristas Héctor Romero y Marcelo Valverde, y prepararse para los shows de stand up que ya tenía agendados para las primeras semanas del 2023.

Pero todo cambió después de una llamada de TVN. “Me preguntaron si podía ir al canal. Les dije que en la tarde, porque todavía me sentía un poco mal. Me daba miedo irme a la hora de almuerzo, comer algo y sentirme peor. Pregunté si me podían esperar hasta las seis. Dijeron que sí. Como a las tres me sentí mejor, a las cuatro o cinco tomé un Uber y me fui para allá. Así fue”, recuerda Slimming, también conocido como ‘Don Comedia’ por su usuario de Instagram y Twitter.

Luis Slimming. Fotografía facilitada por El sentido del humor producciones.

El primer contacto con TVN tuvo lugar varias semanas antes, cuando un productor lo llamó con la intención de acercarse a ver uno de sus shows. “Pensé ‘ah, qué bueno, voy a entrar en el radar de ellos’. Para mí eso ya era un gran logro, porque lo que quería este año era ojalá sonar para los festivales”, cuenta el humorista, que ya figuraba como una carta casi segura para el Festival del Huaso de Olmué.

“Cuando me fueron a ver se rieron harto. Después dijeron ‘oye, te vamos a ir a grabar’. ¡Ah, ya!... Me grabaron, pasó un tiempo y me respondieron que esperara, que ellos me iban a avisar. En esa espera se anunciaron a los otros humoristas, para todos los días menos el 21 de enero. El mismo día en que se casaba mi hermana. Ahí me dije: ‘cagué’”. Ausentarse del matrimonio era impensado para Luis. Eso, sumado a que TVN seguía sin dar señales.

Sin embargo, el equipo estaba convencido de contar con su presencia en la parrilla. Sólo que Luis aún no estaba enterado. “De hecho, cerré unos shows pensando que no iba a ir a Olmué. Uno en Valdivia, para el 25 de enero... Se llenó y cobré un moco porque no sabía que iba a estar en el festival”, relata entre risas. “El rollo que me pasé fue que me dirían ‘Luis, a todos nos gusta tu rutina, pero tenemos esta otra oferta. No te desilusiones, el próximo año vas’”.

Y así cayó finalmente la invitación, apenas un mes antes del certamen. Sorprendido, Slimming respondió que primero debía conversar con su familia. Pero todos concordaron en que se trataba de una oportunidad única que no podía dejar pasar. Y que, además, lo haría excelente.

Luis Slimming. Fotografía facilitada por El sentido del humor producciones.

Así comenzó el proceso de buscar en todos los archivos de su computador los mejores chistes guardados. Luego, armar un libreto que cumpliera con los requisitos de un festival, que le permitiera presentarse en el camino y que incluyeran historias con las que identificar si se ganó al público o no. A Olmué llego acompañado de su equipo: el productor Mauricio Fredes, sus colegas Marcelo y Héctor como guionistas, y su mujer, Ana, “como mi señora, pero le pusimos ‘productora’”.

Slimming lleva varios años cimentando un camino en la escena del humor criollo. Muchas veces ha sido señalado como “el cerebro del humor chileno” por su extenso currículum como guionista de otros artistas: Yerko Puchento, Edo Caroe y Fabrizio Copano, por mencionar algunos. Hasta que el 2017 decidió volver a ser el protagonista de sus rutinas. Eso, sumado al éxito de sus programas, hizo de su llegada a los festivales algo más que coherente.

Ha sido un sueño cumplido. A lo que más le tenía miedo era justamente a no cumplir. Era una mezcla de humildad y arrogancia. Sentía que había expectativas muy altas sobre mí, porque la gente dice ‘mira, trabajó con toda esta gente chistosa, lleva tantos años en esto, hace talleres’… Fue bacán poder decir ‘¿sabís qué? le pego a la hueá (sic)’. El otro miedo más grande era quedarme en blanco, que me pasó. Y aun así logré salir de ahí. En el momento lo sentí eterno, pensé ‘bueno, me fui a la chucha’. Ahora lo vi en la tele y pasó piola... Así que contento, señor, contento”.

Un sueño aún no parece disiparse. Slimming recibe a Culto en las oficinas de El sentido del humor producciones en el centro de Santiago. Acaba de atender la llamada de Álvaro Salas (uno de sus mayores referentes) para felicitarlo por su rutina y en la tarde tiene en agenda un reunión con Fabrizio Copano, para revisar los detalles de su rutina para Viña 2023. Está listo para charlar sobre algunos momentos de su vida que, de una u otra forma, moldearon su triunfo en Olmué.

De matemático a ‘Don Comedia’

Luis cuenta que el humor ha sido una constante en su vida. Recuerda que de niño era fanático de todos los programas humorísticos que pasaban por la televisión abierta; se aprendía los chistes de memoria y luego los contaba en los asados de sus papás. Su primera rutina con público sucedió por esa época, cuando protagonizó una versión adaptada de Candidato Ponce –icónico personaje encarnado por Julián Elfenbein– para animar las fiestas de su colegio.

Pero al terminar cuarto medio se decantó por estudiar Licenciatura en Matemática en la Pontificia Universidad Católica. “Me gustaba el humor y todo, pero nunca lo vi como algo serio, casi como el que toca guitarra, que sueña con tener una banda, pero no pasa más allá de un hobby. En mi caso no daba ni para hobby, porque ni siquiera veía en el humor un arte. Pensaba en nombres como Alvarito Salas y decía ‘ellos son los buenos’. No veía en el humor una carrera. Era más una cuestión de personalidad que me podía servir para trabajar en equipo, para coquetear, y eso no más. Nunca sentí que iba a ganar plata de eso”, explica.

Por esos tiempos, el camino de vida más obvio era el de la docencia. “Me imaginaba como profe. Todavía tenía la ilusión de estudiar más matemática, un posgrado o algo. Después me fui dando cuenta de mis limitaciones. No sé si sea la inteligencia, pero al menos no tenía la cabeza para ser un matemático como la gente que me rodeaba. Tenía compañeros que de verdad eran brillantes. Yo parecía un chimpancé al lado de esos hueones”, recuerda entre risas.

Luis Slimming

No quiero sonar pesado, pero, sin mentirte, me imaginaba una vida bien triste. Siendo profesor. Ganando una platita. Estaba soltero en ese tiempo y me veía así por muchos años. Era bien triste mi futuro. Además que tenía una personalidad así. Era muy pesimista. Me estaba yendo un poquito bien y pensaba ‘algo va a pasar, se va a morir mi mamá, algo va a pasar’. No podía ser todo tan bueno. Estuve así viviendo muchos años, hasta que ya en terapia superé ese mal presentimiento”.

Aun así, Slimming encontró la oportunidad para replicar lo que hacía en el colegio dentro de la Universidad. “Un día de las matemáticas me acuerdo que había un stand. Estaba de moda El club de la comedia y me dijeron ‘oye, por qué no te haces un monólogo’. Hice chistes en relación a las matemáticas. La misma historia. Eran observaciones tontitas. Por ejemplo, que las facultades se parecían mucho al futuro de cada carrera. Si tú ibas a la Facultad de Educación, la hueá de verdad parecía un colegio, tenía escaleras de caracol, cierto tipo de salas… Era un colegio. Ibas a ingeniería comercial y era un mall. Había escalera mecánica, puros cuicos, era el Alto Las Condes. Y matemática, la carrera que estudiaba yo, estaba lleno de banquitas, de plazas, de palomas, como el entorno de la gente cesante, que era para donde iba nuestra carrera”, hilaba por entonces. Esas experiencias lo impulsaron a iniciarse en el mundo del stand up.

Durante sus días de universitario, y gracias a la recomendación de un amigo, realizó un reemplazo de tres meses en un colegio. Dictó clases de física a los segundos medios y de matemáticas a un primero medio. De esa experiencia guarda varias anécdotas. “Hice un ejercicio y le dije a un cabro ‘oye, resuélvelo’. Me dijo que no. ‘Ya, pero dale’, le respondí. Insistió diciendo ‘no, es que yo no necesito saber nada de esto porque voy a ser futbolista’. Y yo en vez de ser el profesor apoyador, le dije ‘yiaaaa, ella va a ser futbolista, y yo voy a terminar contando chistes. Ya, pasa para adelante’. Me dio risa porque, cuando respondió eso, pensé que el curso entero iba a reaccionar con un ‘yiaaah’. Y no. Todos me decían ‘no, profe, si es bueno de verdad...’. Y al tiempo caché que era Guillermo Maripán”.

Luis Slimming. Fotografía facilitada por El sentido del humor producciones.

“Era chico, eso fue cuando estaba en segundo medio. Después no lo vi de nuevo hasta una Copa América, o no sé en qué fue, cuando ya era famoso. Este amigo me dijo ‘ese cabro era Maripan po’, hueón’. No se debe acordar ni cagando de mí. O capaz que sí. Capaz que haya dicho ‘voy a ser futbolista para taparle el hocico a este viejo culiao (sic)’”, relata entre risas.

Slimming aún no está seguro de cuál es el lazo que une el humor con las matemáticas, aunque afirma que es algo que le preguntan bastante. “Yo creo que algo hay, pero no sé qué es. Después supe que, por ejemplo, en Los Simpson muchos guionistas son ingenieros, matemáticos, físicos. El hueón que creó Futurama es como Doctor en Física, muy loco. Algo hay. Creo que tiene que ver con la lógica, con la expectativa, las cosas que conducen a otra. Probabilidades, la lógica y la estructura”.

El camino del guionista

Luego de un tiempo breve realizando stand up en un bar, Luis empezó una carrera como guionista que lo tuvo mucho tiempo detrás de cámaras. Esa oportunidad llegó cuando un productor de Mega apareció en una de sus presentaciones para invitarlo a participar como concursante en Coliseo romano, estelar de talentos centrado sólo en humoristas. “Entré ahí, después salí eliminado y ellos me dieron pega de guionista. Pensaba ‘mira, que entretenida esta pega’. Pero yo no era nadie. Me pagaron casi como por compromiso”, afirma.

Continuó buscando oportunidades dentro del oficio. Hasta que Pablo Araujo, reconocido por su trabajo en espacios como The Clinic y CQC, lo recomendó para otros trabajos. Así se involucró en otros proyectos como Mentiras Verdaderas, donde trabajó escribiendo chistes para Edo Caroe. En el programa de La Red conoció a Eduardo Fuentes y, gracias a la amistad forjada entre ambos, consiguió, junto a Caroe, un puesto como guionista en la revista Condorito.

“Su señora era amiga de la persona que dirigía la revista en Chile. Ella le dijo ‘oye, ando buscando gente que escriba chistes. Le comentó a Eduardo y él le dijo ‘y por qué no le avisas al Edo, al Lucho’... Fuimos, la señora nos entrevistó, nos pidió unos chistes, llegamos con unas ideas, le gustaron y ya, contratados. Teníamos que mandar chistes y ellos pagaban los que quedaban”. Describe la experiencia con cariño, aunque lo cierto es que fue un trabajo que no le generaba ingresos suficientes.

Luis Slimming. Fotografía facilitada por El sentido del humor producciones.

De hecho, Slimming recuerda que fue una época de pasar bastantes pellejerías. Esa fue una de las razones por las que sus papás no estaban del todo contentos con que se alejara del mundo de los números. “Mi mamá siempre lo vio como un hobby. Le daba mucho miedo que eso me alejara de la universidad. Yo estaba estudiando en la Católica y ese era el mayor orgullo de mis viejos, a pesar de que me iba pésimo. Traté de terminar la carrera para darles esa alegría, pensando en dedicarme a lo que yo quisiera después. Cuando terminé, mi mamá me decía ‘usted estudió tantos años, por qué no se dedica a dar clases, es una carrera bonita, tienen trabajo, va a tener unas vacaciones largas en el verano’”.

Las dudas de sus padres -y las propias- comenzaron a resolverse cuando su trabajo empezó a traducirse en rutinas exitosas del Festival de Viña, protagonizadas por rostros como Edo Caroe y Fabrizio Copano y pensadas en buena parte por Slimming. Chistes capaces de conquistar al monstruo.

- ¿Qué te pasa cuando te señalan como el cerebro del humor chileno?

Me da una vergüenza terrible, porque he hecho unos chistes horribles. He escrito chistes de Don Carter, hasta a Charly Badulaque le escribí una vez. Me da risa eso del cerebro del humor chileno... Más que el cerebro, parezco el manguaco de don Carter. Pero es un nombre que me fui ganando, y bacán. Aunque siempre me da pudor. Entre honor y vergüenza, como cuando hablan bien de ti delante tuyo. Parecido a cuando mi papá les decía a todos ‘mira, mi hijo se ganó el premio al mejor compañero’. De hecho, el trofeo del Caballito se lo regalé a él, para que al fin se pueda quebrar con algo un poquito más valioso.

Luis Slimming. Fotografía facilitada por El sentido del humor producciones.

- ¿Qué tanto de lo que se cuenta en las rutinas es real? ¿Has tenido problemas por contar alguna infidencia?

Hasta Olmué, mi papá nunca me había visto actuar. Le habían mostrada extractos del programa donde yo contaba anécdotas suyas y me decía ‘oye, como contai esa huea, eso no se cuenta’. No voy a decir quién, pero cuando estaba en un programa que se llamaba En volá, en YouTube, donde hacía reseñas de pipas de marihuana y fumaba, a una persona de mi familia le cargaba que yo fumara marihuana porque encontraba que era la perdición y que yo iba a ser un drogadicto y todo. Le decía ‘pero oye, es una pega’. Y me contestaba ‘a los sicarios también les pagan’. Me dio tanta risa esa comparación que la conté una vez y después esa persona me dijo ‘oye, te reíste de mí’...

¿Una carta para Viña?

Durante los últimos años, Slimming se ha mantenido vinculado a El sentido del humor, proyecto fundado por Fabrizio Copano y Marcelo Valverde que hoy figura como una productora con 18 integrantes y a cargo de cinco programas. Entre ellos está Entre broma y broma, un espacio de conversación donde Slimming se luce entrevistando a diversas figuras icónicas de la comedia.

Uno de los episodios más exitosos está protagonizado por Álvaro Salas, a quien Slimming reconoce como un referente. “Fue un choque de trenes, porque que mucha gente a la que le gusto veía algo de Alvarito Salas en mí. El chiste corto, la tallita... A mí me gustaba la talla, que se te ocurra algo en el momento. Y eso lo veía en Álvaro Salas, cuando entrevistaba en Viva el lunes. Pensaba ‘qué genialidad. ¿Cómo se le ocurrió eso ahí en el instante?’ Admiraba mucho eso”. También lo define como su capítulo favorito, el que ve como una suerte de acto de justicia para la genialidad de Salas, muchas veces opacada por filtraciones sobre su vida privada.

Luego de pasar por Olmué como uno de los humoristas mejor evaluados, Slimming ya suena como una carta fuerte para el próximo certamen viñamarino. Un logro que lo mantiene muy cerca de pisar un escenario fundamental en la carrera de comediantes de la talla de Salas.

Luis Slimming y Álvaro Salas. Fotografía facilitada por El sentido del humor producciones.

- ¿Qué te parece que ya se te vea como una carta para Viña?

Más que una idea, yo creo que es estadísticamente plausible. Estuvo Avello en el Patagual, después a Viña. Caroe en Olmué, al año siguiente a Viña. Freire, la Belenaza, que no fue a Viña porque no había, por la pandemia, pero ahora sí va. Pamela Leiva lo mismo; Olmué, Viña.

También te sirve para decir: ‘Ah, mira, esta persona ya es capaz de enfrentarse a un público, bla bla bla’. Es como meter un dedito en el agua y después el chapuzón final. Pero tampoco es una necesidad, porque no significa necesariamente que me van a llevar. Sólo que se abre la posibilidad de que me inviten. Y si yo me siento cómodo, con una rutina con la que de verdad puedo hacerla, voy. Si me siento desconfiado no voy ni cagando.

- ¿Cómo te hace sentir la idea?

Muy feliz. De hecho, me motiva a decir, bueno, esto es lo que voy a hacer este año, tratar de perfeccionar una rutina. Cosa de sentirme cómodo si es que me llegaran a invitar en diciembre, noviembre. Siempre lo dije, yo voy a ir a un festival en la medida que me sienta cómodo. Si me siento capaz de ir, voy. Si me hubiesen invitado a Viña antes que a Olmué hubiese dicho que ni cagando. Olmué, sí, porque lo que más me daba miedo era la exposición.

- ¿Qué te genera más conflicto a la hora de subir a un escenario así?

La exposición en general, escuchar opiniones de gente que no te conoce. Gente que, no sé, te tenía mala y se aprovecha de eso para colgarse de hueas, todo eso. Llamaban a mi señora para preguntarle cuestiones de otros diarios y Ana es súper reservada. Esas cositas me dan miedo, pero obviamente iban a ser mucho más acotadas en Olmué que en Viña. Entonces, bueno, me dije ‘veamos cómo soporto la tensión de Olmué’.

Igual me estresó, pero Viña es otra cosa. Ahí no sé lo que voy a hacer. Voy a tener que empezar a hacer yoga, alguna hueá. Ejercicios de respiración, que me ayudaron, porque las pastillas que me dio el psiquiatra se me quedaron en Santiago. Un amigo de acá, Rodrigo, sabía de eso. Me dijo ‘medita’. Me empezó a hacer ejercicios de respiración y ahí como que me anduve calmando, funcionaron.

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