El combate incansable de Fela Kuti (o cuando no bastan las canciones de amor y de fiesta)

Fela Kuti

Rebelde, frontal y creativo, el padre del afrobeat alzó su voz como una huella del África profunda en un mundo convulso. A 25 años de su partida, revisamos la historia de un músico excepcional que hizo de su talento el vehículo de su activismo.


Fue un viaje a los convulsos Estados Unidos de finales de los sesentas, el momento clave en la vida de Fela Kuti. Por entonces, era un joven nigeriano que había recibido una esmerada educación musical en las aulas del Trinity College of Music de Londres, pero que en la Gran Manzana, por influencia de los Panteras Negras y el movimiento de los derechos civiles, decidió darle un contenido a su propuesta artística.

“Todo el concepto de mi vida cambió en una dirección política”, dijo en una declaraciones recogidas por el New York Times, en 1986. “El comienzo fue bastante pesado, porque el cambio fue un shock para los amigos en casa”.

Si bien durante los sesentas ya grababa música africana, ese viaje a Estados Unidos fue decisivo. “De vuelta en Nigeria, a principios de la década de 1970 estaba promoviendo el afrocentrismo y repartiendo críticas sociales -escribe Robert Dimery en Cult Musicians-. Su grupo se convirtió en estrellas, con una serie de éxitos de ventas. Impulsados por los desafiantes ritmos africanos del baterista Tony Allen, las voces de llamada y respuesta y los metales estridentes, y con un ferviente Fela declamando al frente, sus largos shows fueron exultantes y rituales”.

Afrobeat de combate

Nacido en 1938 en Abeokuta, como Olufela Olusegun Oludotun Ransome-Kuti, se crió en un hogar regido por su madre, una activista que luchaba por el fin del colonialismo en África, y su padre, un respetado reverendo que además era un talentoso pianista. En principio había viajado a Londres para estudiar medicina, pero no demoró en notar que prefería las partituras y la trompeta, a los delantales blancos y los estetoscopios.

Fue allí que Fela Kuti comenzó a dar forma a una propuesta musical que debía a las raíces africanas y al jazz afroamericano. Un diálogo racial y cultural que a comienzos de los setentas logró consolidar como un mensaje político junto a su banda, llamada apropiadamente Africa-70. “Fela, como se le conocía universalmente, decidió a fines de la década de 1960 que no le interesaban las canciones de amor ni las melodías de fiesta; quería desafiar la autoridad injusta. Luchó contra el gobierno de Nigeria, que repetidamente lo golpeó y encarceló”, escribió John Pareles en The New York Times.

Para ello fusionó el lenguaje musical que tenía a la mano. “Él llama a su música Afro-Beat; utiliza saxofón y la sección de metales, los que sugieren una versión más cruda de James Brown, así como percusión africana, canto de llamada y respuesta y los solos de saxofón y la voz ronca del propio Sr. Kuti; las letras están en inglés pidgin y africano”, describió Pareles en 1986, con ocasión de una visita de Kuti y su banda -llamada por entonces Egypt 80- a la Gran Manzana.

Con los ritmos quebrados y las trompetas estridentes, a Fela Kuti le bastaba para expresar crítica social. Pero, se había vuelto un autor de cuidado para las autoridades de Nigeria, país que tras su independencia en 1960, vivía un tránsito complejo hacia la estabilización de las instituciones, tensionadas por recurrentes crisis políticas y conflictos civiles. “Sus canciones que denunciaban la corrupción, las corporaciones multinacionales, la brutalidad policial y el ‘ismo VIP’ le habían atraído una gran audiencia, pero no lo ganaron el cariño de los exlíderes de Nigeria”, escribe Pareles.

Por ello, los enfrentamientos fueron duros; en 1974 declaró su casa un territorio independiente, lo que le valió un brutal allanamiento con soldados. Años después, en 1979, subió la apuesta; inició un partido político para postularse a la presidencia de Nigeria, pero fue prohibido. “Seré presidente de mi país algún día. No hay ninguna duda al respecto”, aseguró.

Para los ochentas, cambió el nombre de su banda a Egypt 80, como una señal a la raíz africana más allá de su área. “Estoy tocando música africana profunda”, dijo en declaraciones recogidas por el New York Times. ‘’He estudiado profundamente mi cultura y soy muy consciente de mi tradición. El ritmo, los sonidos, la tonalidad, las secuencias de acordes, el efecto individual de cada instrumento y cada sección de la banda: estoy hablando de todo un continente en mi música”.

En 1984, tras regresar de Nueva York a Lagos, fue nuevamente encarcelado. Esta vez, acusado de contrabando de divisas. El asunto fue un escándalo y Amnistía Internacional declaró que el músico era “prisionero de conciencia”. Él no se amilanó. “Saben que mis puntos de vista políticos destruirán la imagen de este país mucho más que cualquier otra persona, porque sé de lo que estoy hablando”, señaló en ese momento.

Pero la presión internacional y un cambio de gobierno, pudieron más. “El juez que había dictado la sentencia original de cinco años se disculpó con el cantante. Y después de reagrupar a su banda, el Sr. Kuti procedió con una gira europea y americana”, apunta Pareles.

Y el espíritu crítico no menguó. En títulos como Army Arrangement (1985), y en Beasts of No Nation (1989), cuestionó desde las dictaduras militares que desangraban a su patria, como al impulso neoconservador impulsado en occidente por los gobiernos de Reagan y Thatcher. “Sus últimos años -murió el 2 de agosto de 1997- estuvieron plagados de conciertos impredecibles y problemas de salud (exacerbados, sin duda, por todas esas palizas) -detalla Robert Dimery-. Pero su muerte a causa de una enfermedad relacionada con el SIDA llevó a un millón de dolientes a las calles de Lagos, como corresponde a un pueblo con un presidente”.

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