Drogas, colapso y una terapia abusiva: la pesadilla que atormentó a Brian Wilson en los Beach Boys

Drogas, colapso y una terapia abusiva: la pesadilla que atormentó a Brian Wilson en los Beach Boys

El genio que definió la música de los Beach Boys cumple 81 años, y recordamos parte de su historia como chico prodigio que, a contrapelo de su época, absorbió en una sola persona las funciones de autor, compositor y productor. Pero se enfrentó a sus demonios, fue consumido por las drogas y el manejo de un terapeuta abusivo que lo exprimió hasta casi acabarlo. Una historia de amor y redención cruzada por la música.


Voces. Brian Wilson, el hombre que encarnaba el impulso creativo de los Beach Boys, solía escuchar voces en su cabeza. Acaso como el recuerdo de una época tan gloriosa como aciaga, en que firmó hits, pero a la vez debía hacer frente a las presiones de la industria, además de la presencia de su dominante padre, Murry Wilson, quien manejaba al grupo desde sus comienzos y nunca trepidó en criticar con ferocidad a Brian. Así, pasó del éxito total a la reclusión absoluta en muy pocos años. En apenas un lustro, su mente colapsó.

Según Wilson, solía escuchar la voz áspera de Phil Spector, la aguardentosa de Chuck Berry y la de su propio padre, todavía recriminándolo desde la ultratumba. “La voz de Phil es temible, siempre me desafía, siempre me recuerda que él llegó antes que nadie. Wilson —lo oigo decir en mi cabeza—, nunca conseguirás igualar You’ve lost that lovin’ feeling o Be my baby, así que ni siquiera lo intentes. Pero quizás quiere que lo intente”, escribió en su libro de memorias cuyo título suena a declaración, Yo soy Brian Wilson y tú no.

Brian Wilson

Esas voces fueron un desafío para Wilson. “He intentado lidiar con ellas durante mi vida entera. He intentado ignorarlas, sin éxito. He intentado ahuyentarlas con alcohol y drogas, sin éxito. Me han dado todo tipo de medicinas y, cuando no han sido las adecuadas —lo cual ha ocurrido a menudo—, tampoco ha habido éxito. He tomado todo tipo de terapias. Algunas han sido horribles y casi han acabado conmigo. Otras han resultado maravillosas y me han fortalecido”.

De alguna forma, Brian Wilson es un sobreviviente. Nacido en Inglewood, California, un 20 de junio de 1942, era hijo de un mediano empresario que tenía una metalúrgica tras intentar una frustrada carrera musical. Notó su precoz talento, y el de sus hermanos Carl y Dennis quienes eran afinados y podían cantar, así los impulsó a formar una banda, a la que se les unió su primo, Mike Love y un amigo del barrio Al Jardine, que sabía tocar bien los riffs de Chuck Berry en la guitarra. Ese fue el origen de los Beach Boys.

Así, con Brian como líder artístico, los Beach Boys rápidamente escalaron. Entre 1962 y 1965 escribió y firmó como productor la friolera de 10 discos. Un ritmo de trabajo infernal, en que resumió en una sola persona las labores de compositor, intérprete y productor, que en esa época solían dividirse (en el caso de los Beatles, Lennon y McCartney apenas intervenían en el trabajo de George Martin en los primeros años). Obsesivo y perfeccionista, para los días de Pet sounds, la obra fundamental del grupo, se hizo asesorar por el redactor Tony Asher, con experiencia en textos publicitarios.

The Beach Boys

Pero de alguna forma, Wilson se aislaba del mundo. No le gustaba acompañar a sus hermanos a los shows y prefería matar las horas en el estudio. “En los viejos tiempos de los Beach Boys nunca me gustó salir al escenario -escribe en sus memorias-. Los críticos escribían sobre mi rigidez. Después comenzaron a escribir sobre mi pánico escénico. No estaba asustado del escenario en sí, sino de todos los ojos que me contemplaban y de las luces y de la posibilidad de decepcionar a todo el mundo”.

La realidad era que Wilson escuchaba voces en escena. Eso lo paralizaba. Según él, todo comenzó cuando tenía alrededor de 25 años, es decir, cerca de 1967 en plena era de la psicodelia. “Creo que empezaron a meterse conmigo porque están celosos. Las voces en mi cabeza están celosas de mí -dijo en una entrevista con Ability Magazine-. Supe desde el principio que algo andaba mal. Tomé algunas drogas psicodélicas, y luego, aproximadamente una semana después de eso, comencé a escuchar voces, y nunca han parado. Durante mucho tiempo pensé para mis adentros: ‘Oh, no puedo lidiar con esto’. Pero aprendí a lidiar con eso de todos modos”.

Pastillas y un psicólogo

Aunque en los primeros años de la banda fue un férreo opositor a las drogas, la apertura de la juventud de la época y los duros problemas que comenzaba a vivir frente al férreo control de su padre le dieron a Brian la excusa para animarse con el LSD. “Le he dicho a mucha gente que no tome drogas psicodélicas. Es mentalmente peligroso de tomar. Me arrepiento de haber tomado LSD. Es una mala droga”, le dijo a Rolling Stone.

Inspirado, Wilson escribió el álbum Pet sounds (1966). Hoy una joya exuberante de la música popular (qué puede decirse después de escuchar God only knows), pero entonces fue solo un disco que no logró el éxito. Peor aún, el fracaso comercial lo enfrentó con parte de la banda que no le perdonaba que no hubiera una sola canción sobre chicas, surf y playa. Parecía música para impresionar a los perros, le espetó un frustrado Mike Love. Más con la densa instrumentación que Brian diseñó capa a capa, y que acabó inspirando la aventura psicodélica de los Beatles en Sgt.Pepper’s lonely hearts club band (1967), que sí logró el éxito que Brian tanto persiguió. De hecho, Penny Lane, se basa en el sonido limpio de los Beach Boys.

Brian Wilson

En siguiente proyecto, que debía ser Smile (finalmente se lanzó como Smiley Smile), Brian colapsó. Las drogas, la esquizofrenia latente, las presiones de la industria, la frustración por verse superado por los rivales lo mandaron a la lona. Divagaba en el estudio y su aporte fue considerablemente menor en los años sucesivos. Era como si de a poco, el talento que alguna vez lo hizo brillar, acabase por opacarlo totalmente. Además, la popularidad del grupo se esfumó con el final de los sesentas.

“Bueno, tomé muchas anfetaminas y muchos tranquilizantes -le dijo a Ability Magazine-. La cocaína y la marihuana y todo el resto de las cosas que tomé realmente me trastornaron el cerebro. No podía distinguir la realidad de la fantasía. ¡Las drogas ensuciarán tu cabeza! Si hubiera algo que pudiera volver atrás en mi vida y cambiar, no habría tomado drogas. Pero ya es demasiado tarde para dar marcha atrás”.

Los años siguientes serían una pesadilla. Por iniciativa de su esposa, en 1976 se contrató al doctor Eugene Landy para intentar levantarlo de su letargo. Un tipejo que se había hecho psicólogo y tenía una obsesión con los famosos. Por ello su idea era de terapia 24/7, esto es una intervención total de la vida del paciente. Así lo hizo con Brian, hasta apoderarse totalmente de su existencia.

Como lo retrata la biopic Love & Mercy (2014), Landy controló con puño de hierro la vida de Brian. Lo obligó a lanzar un álbum solista llamado simplemente Brian Wilson (1988), en que figura como coautor de 8 canciones. Todo un mérito para alguien que no tenía la más mínima idea de música. No solo eso. Intentó apoderarse de las ganancias de los Beach Boys, alegando que todo lo que generaban ellos, se lo debían a su intervención con Brian. Lo alejó de sus hermanos y aunque le quitaron la licencia para ejercer, a él poco le importó y se mantuvo como una suerte de socio de Brian. Sus hermanos debieron intervenir con una orden judicial para alejarlo. Allí, poco a poco, lo recuperaron.

Pero el cisma entre la banda de alguna forma se mantuvo. En 2012 los sobrevivientes se reunieron para celebrar su 50 aniversario, pero tras cumplir las fechas pactadas, Mike Love siguió de gira con su propio grupo. Han pasado años sin hablarse, como si el quiebre que dejó el período entre Pet sounds y Smile hubiese enterrado algo para siempre. “Me siento como el mismo tipo, pero no soy el mismo tipo”, le dijo a Rolling Stone. “Tengo el mismo amor en mi corazón que cuando era niño, pero soy mayor, he pasado por muchas cosas. Me sentaré allí y diré: ‘¡Soy un hombre! ¡Soy un hombre!’ Es un viaje pesado tratar de entrar en mi cerebro de 23 años”.

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