Después del otro modelo




Existe una profunda división ideológica en el Chile de hoy. El pacto social que dio gobernabilidad al país por los 25 años que sucedieron a la dictadura está quebrado. En el mismo cuarto de siglo en que el país fue testigo de uno de los períodos de mayor desarrollo en su historia, y cuán Narciso una decadente clase política y empresarial se admiraba en el espejo, una nueva ideología entraba en escena. Habría pasado inadvertida y se habría remitido a los estantes de las bibliotecas, si no hubiera sido porque una mediocre clase política, después de años de deterioro, colgada de las faldas de una popular ex presidenta, la descubrió para aferrarse al poder. En un espacio tan pequeño como este no podemos evitar describirla en forma caricaturesca. Una caricatura enfatiza ciertos rasgos y los exagera. La ideología del otro modelo relega el espacio de lo privado a la ambición por el lucro; que esta ambición termina con demasiada frecuencia en el abuso; niega que existan soluciones privadas para los problemas públicos; delata, entonces, que la ex Concertación y sus líderes, bien intencionados, pero ingenuos, no hicieron más que consolidar el modelo neoliberal de Pinochet; que ese desenfrenado modelo tiene intrínsecamente el germen de una creciente desigualdad, que impide ampliar a toda la población los derechos sociales; que estos derechos son gemelos de los derechos civiles y deben estar garantizados en la Constitución; que la esfera de lo público es mucho más grande de lo que se sospecha y que sólo puede ser administrada desde el Estado y unos cuantos filántropos organizados en instituciones sin fines de lucro; que los burócratas son amistosos hombres con hambre de servir a sus compatriotas; y finalmente, que la igualdad lleva al crecimiento, por lo que no importa si no hay recursos públicos para garantizarla, puesto que la inversión rendirá sus frutos. Hoy quienes adoptaron esta ideología tienen la mirada del pediatra: el niño llora con la vacuna, pero hay que hacerlo sufrir por un rato puesto que después estará bien. Algunos, los menos por suerte, incluso dispuestos a suspender las reglas de la democracia liberal y reemplazarlas por cabildos y democracia directa si es necesario para que el niño esté mejor en el futuro.

Sostengo que el otro modelo fracasó, aunque seguirá en escena mientras permanezca siendo el relato de quienes tienen la hegemonía en el bloque gobernante y los electores no den su veredicto. Fracasó por 4 razones. En primer lugar nació de un erróneo diagnóstico. Los movimientos sociales del 2011 no buscaron refundar Chile, sino que buscaron despertar al embobado Narciso, clase política y clase empresarial por igual, para que continuara adecuando el contrato social que trajo progreso, aunque que mostraba signos evidentes de fatiga. En segundo lugar, fracasó por la incompetencia de los burócratas que impulsaron reformas improvisadas y desprolijas, e incluso incoherentes, como es el caso de la odiosa discriminación de la gratuidad en educación superior. En tercer lugar, la nueva clase media emergente que surge del progreso de Chile no se compra el tradicional populismo latinoamericano. Finalmente, el otro modelo ignora la revolución tecnológica que estamos viviendo, que cambia las formas de producción, de relacionarnos, de consumir y de ejercer ciudadanía. Es necesario abandonar los experimentos sociales y reivindicar nuevamente la libertad individual, con un Estado limitado por una renovada Constitución, que persigue el bien común consciente de sus limitaciones, inserto en una democracia vigorosa, administrando rigurosas políticas públicas, en la tradición histórica de alianzas e instituciones público-privadas para la provisión de bienes públicos y la creciente satisfacción gradual de los llamados derechos sociales.

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