Todos los caminos llevan a Nicolo Guarrera, el italiano que recorre el mundo a pie

Todos los caminos llevan a Nicolo Guarrera, el italiano que recorre el mundo caminando.

A sus 30 años, Nicolo Guarrera está experimentando la obra de arte que soñaba vivir. Desde hace tres años que está caminando por el mundo a pie, incluyendo a Chile en su recorrido. La travesía del italiano se da en completa soledad, solo con la compañía de su carro Ezio. ¿Cómo fue que se decidió a embarcarse en esta aventura? Esta es su historia.


Cuando Nicolo Guarrera (30) tenía 24 años, comenzó a cuestionarse varias cosas de su propia vida. En ese entonces estaba terminando de cursar estudios universitarios en economía y marketing, pero no se sentía del todo conforme con las historias que había experimentado en el pasado. Por lo que él veía, lo que había vivido no se asimilaba a la entrada de un museo o un cuento.

Junto a esa sensación, también apareció la interrogante que lo marcaría para siempre.

—En cierto momento me pregunté: “Si mi vida fuera una obra de arte, ¿iría a verla?”. Ahí dije “bueno, voy a ver una obra de arte si es que me cuenta alguna historia y si es hermosa”. Y me decidí a juntar historias, la vuelta al mundo a pie me pareció una buena excusa —relata Nicolo a La Tercera.

Caminar no era una actividad para nada ajena a él. Siempre le había gustado mucho hacerlo y era costumbre que intentara llevar esa actividad a otro nivel, más allá de los pasos usuales que se suelen dar en el día. Le gustaba ir a caminar a la montaña y también había hecho algunas rutas, como el Camino de Santiago en España y la Vía Francígena de su país natal.

Cuando le contó a sus amigos más cercanos, ellos no se sorprendieron de la decisión. “Ya sabíamos que ibas a hacer alguna locura de repente y que no te quedarías aquí detrás de un escritorio”, fueron las palabras que le dijeron y que Nicolo aún guarda en su memoria.

Aunque estaba decidido a embarcarse en la misión de acumular historias para contar en su vida, no podía ser impulsivo y salir de un momento a otro sin una preparación suficiente. Por lo mismo estuvo trabajando durante un par de años en una empresa de chocolates en Milán, de esa manera podría irse con un presupuesto suficiente para estar tranquilo en la nueva aventura.

Así pasó el tiempo, hasta que el día de irse llegó. Era un periodo de inseguridad porque la pandemia vivía uno de los momentos más críticos, pero Nicolo se dijo a sí mismo que la despedida se tendría que concretar en algún momento y que tendría que tener cuidado mientras avanzara en el camino.

En agosto de 2020, Nicolo salió y cerró la puerta de su casa detrás de su espalda. Comenzó a caminar hacia el atardecer de su pueblo natal Malo, cerca de Venezia, para no volver por un buen par de años. Desde entonces su única compañía ha sido un carro al que llamó Ezio y que contiene sus pertenencias más esenciales: pantalones, poleras, calcetines, zapatos, comida y los elementos para acampar, como el saco de dormir y la carpa.

Es una de las pocas cosas del viaje que no tiene otro sentido, simplemente el nombre me gustó, quería un compañero de viaje y pues le puse ese nombre. Si me iba a volver loco, por lo menos tenía alguien con quien hablar —comenta entre risas.

Los primeros meses de recorrer a pie fueron como una prueba de ensayo y error para lo que vendría después. A medida que cruzó por Italia, Francia y España, el viajero fue dándose cuenta de lo que podía aguantar su cuerpo y la distancia que tenía que caminar a diario para no cansarse demasiado, pero al mismo tiempo, poder disfrutar de lo que iba viendo en la ruta.

Además de tener que ser consciente de no exigirse demasiado en esos primeros momentos de la ruta, Nicolo también tenía que prestar atención al cierre de fronteras que podría aparecer en cada territorio que llegaba.

—Estaba preocupado de que el viaje pudiera acabar o que pudiera tener un gran retraso. A menudo iba mirando lado los periódicos para ver qué estaba pasando pero siempre tuve suerte, porque cerraban la ciudad o el país que acababa de pasar —recuerda.

Cuando llegó al final de España, Nicolo no quiso tomar un avión como se podría pensar. Su nuevo deseo en el plan era irse navegando por el océano Atlántico. Los primeros días de enero de 2021 consiguió que alguien lo llevara en velero desde las Islas Canarias hasta Caribe, para comenzar la segunda etapa de su travesía: Latinoamérica.

Caminar por Chile a pie

Desde que organizó su recorrido por el mundo a pie, el italiano siempre tuvo muy claro que cruzar el Desierto de Atacama de Chile era algo que tenía que estar contemplado, después de haber pasado por otros países como Ecuador y Perú. Sin embargo, su plan original era caminar por el desierto y luego irse a Santiago, donde tomaría un vuelo para continuar la ruta en Australia.

—La visa no resultó a tiempo, entonces decidí esperar al año siguiente para tener las mejores condiciones del clima para cruzar Australia. Y como me quedaba un año más decidí alargar el camino en Chile, esa parte no estaba contemplada —señala.

Lo que quizás Nicolo no sabía en ese instante es que ese tramo inesperado lo ayudaría a enamorarse de nuestro país. En junio de 2022 partió desde Santiago para llegar hasta Ushuaia, y como eran meses de pleno invierno, ese periodo no fue tan sencillo de caminar para Nicolo. Tenía que seguir adelante con su objetivo, pero también luchar contra las intensas lluvias.

—Me habían dicho que iba a llover mucho pero no pensaba que iba a ser tanto, así que la verdad es que fue muy difícil. El tema no es solamente mojarse, es mojarse con frío y luego secarse —dice Nicolo. A eso se sumaba que si acampaba y llovía de noche, al día siguiente tenía que secar la carpa, lo que era muy complejo de hacer si seguía cayendo agua.

En medio de esas dificultades, fue conociendo a gente que le ofrecía refugio en sus casas mientras pasaran las lluvias o el frío. En su cuenta de Instagram el italiano ha ido dejando registros de todas las personas que lo han recibido con una gran sonrisa, un plato de comida y calor hogareño. Y a pesar de que ahora está en Australia, quienes lo conocieron o acogieron en algún momento en Chile le siguen escribiendo para no perder el contacto.

—Me dicen “si pasas por Cochamó, aquí tienes casa”.

Para el italiano, uno de los mayores asombros del viaje estuvo en la Carretera Austral. Cree que tuvo suerte, porque no llovió demasiado cuando pasó por ese camino y las montañas estaban completamente nevadas, por lo que la vista lo deslumbró. Tras caminar tantos días por la Patagonia, dice que adquirió una costumbre imprescindible y que mantiene hasta hoy: tomar el mate.

—Es un buen espacio de conversación y para ralentizar es una óptima excusa —apunta.

Como la ropa y el calzado es algo que se podría dañar rápidamente en un viaje de esta magnitud, cuando el italiano estaba en el sur del país se contactó con la marca outdoor Lippi para contarles de la aventura en la que estaba involucrado y ver si le podrían brindar algunos insumos esenciales.

El resultado fue que terminó bien equipado para continuar caminando: le entregaron zapatos, vestimenta y un infaltable termo para enfrentar el frío patagónico. Con eso a su favor, pudo culminar sin inconvenientes la última fase del periplo en Chile, que iba desde Coyhaique hasta Ushuaia.

De hecho, cuando Nicolo pasó a la zona sur de Argentina, específicamente al municipio El Chaltén, su padre de 64 años lo acompañó por 200 kilómetros. Según cuenta, el progenitor se entrenó durante 6 meses para poder sumarse a la exploración. “Está totalmente involucrado en el viaje”, dice.

Desde que se despidió de su casa en un pequeño pueblo de Italia, hace casi tres años, el joven viajero piensa que ha cambiado varias cosas en él. Ahora va más lento en todo sentido, se siente más relajado e incluso dice que se toma su tiempo para prepararse un mate con total tranquilidad.

—Eso significa detenerme media hora para mirar el vacío o simplemente reflexionar y acordarme de los bonitos momentos del viaje. Es algo que de verdad veo la diferencia —reflexiona al otro lado del teléfono, mientras recuerda que cuando vivía en Milán, todo era demasiado rápido.

En marzo llegó a Australia, donde continúa su periplo a pie junto a su carro Ezio. Si bien tiene las esperanzas de que lo vivido allá pueda igualar las historias adquiridas en Chile, Nicolo admite que ahora se siente como si hubiese comido mucho y está satisfecho de lo todo lo que ha pasado.

—También me voy preguntando qué tal seguir y por qué seguir así de esta forma, si es que hay desviaciones que pueda hacer para cortar o modificar el recorrido, siendo siempre muy claro que es algo que quiero llevar a cabo caminando. De eso no dudo.

Y es que a la vista de Nicolo, el periodo que estuvo en Latinoamérica fue demasiado intenso de vivir. Como maneja bien el español podía comunicarse de cualquier tema con las personas que iba conociendo, pero eso no pasará tanto en Australia y especialmente en Asia, el último punto contemplado en su trayecto.

Por otro lado está el tiempo total del viaje: lleva casi tres años andando y no ha conseguido descansar en ningún momento. Puede que dedique tiempo para recostarse en casas o refugios que va encontrando en el camino, pero siempre está en su mente el pensamiento de que debe continuar. Y aún queda bastante itinerario por delante, por ejemplo, solo para Asia debe contabilizar al menos dos años más de recorrido a pie.

A pesar de sentir esa sensación de saciedad de explorar nuevos lugares, asegura que todavía no ha pasado por su mente regresar a Italia. De lo que sí está muy seguro es que cuando haya logrado a cabalidad este sueño, lo primero en su lista será volver a su pueblo de origen para visitar a su abuela.

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