La turbulenta historia tras Krispy Kreme, la firma de donas que causó furor en su apertura en Chile con gente acampando

La turbulenta historia tras Krispy Kreme, la firma de donas que causó furor en su apertura en Chile con gente acampando. Imagen: Agencia Uno

Los dueños de la marca en 2019 admitieron que su familia mantuvo nexos con los nazis y que incluso utilizaron trabajadores esclavizados durante la Segunda Guerra Mundial. En Chile, la apertura del primer local de los especialistas en “glazed doughnuts” dejó imágenes de gente esperando desde el día anterior.


Para los amantes de lo dulce, una dona puede ser una comida ideal para arrancar el día. Tanto, que algunos están dispuestos a pasar la noche en las afueras de una tienda para conseguir las primeras roscas de la producción matutina.

Ocurrió ayer jueves a las 9:00 horas cuando se inauguró el primer local de Krispy Kreme en Sudamérica, firma que nació en Estados Unidos y que ofrece donas de múltiples sabores y con distintas coberturas. ¿La más famosa? Sin dudas las “glazed doughnuts”, recomendadas incluso por la embajadora de ese país en Chile, Bernadette Meehan. “Un festín para los chilenos”, advirtió la diplomática.

Eso sí, los comensales más entusiasmados con la apertura llegaron cerca de las 11:30 del día anterior, mientras que luego se fueron sumando más personas con artículos como carpas y mantas para pasar las frías temperaturas de la noche.

Un grupo de personas espera entrar por primera vez a la recién inaugurada tienda de Krispy Kreme en Vitacura. Foto: Diego Martín / Agencia Uno

Un despacho televisivo realizado por T13 a las 7:00 de ayer mostró el escenario a solo dos horas de que se empezara a atender al público. Según contó el reportero, en ese momento había cerca de 70 comensales.

La gran mayoría de los asistentes que se dejaron caer en el local de Vitacura —ubicado en Kennedy Lateral, a la altura del 8200— se vieron motivados por los premios anunciados para los primeros en llegar, como donas semanales por un año o incluso una “fiesta”.

El furor en torno a la apertura de la sucursal del sector oriente de Santiago fue evidente, pero antes de que la firma se convirtiera en una de las más reconocidas para los amantes de las donas, pasó por un largo proceso que data desde los años 30, en el que han cambiado los propietarios de la marca y en el que se han revelado datos desconcertantes de su historia.

Las variedad de donas disponibles en Krispy Kreme. Foto: Diego Martín / Agencia Uno

Krispy Kreme: la marca americana que abrió su primer local en Chile

Corría 1933 cuando un hombre llamado Vernon Rudolph conoció a un chef francés en Nueva Orleans, a quien le compró “una receta secreta de donas fermentadas con levadura”.

En aquel momento, el nuevo dueño de la fórmula trabajaba para su tío, Ishmael Armstrong, en un almacén ubicado en Paducah, Kentucky, en donde vendían diferentes productos a los cuáles se les sumaron estas apetecidas roscas de pan dulce freídas en grasa de cerdo.

Local de Krispy Kreme en Winston-Salem, Carolina del Norte. Foto: Krispy Kreme

Por esa época, los efectos de la Gran Depresión todavía afectaban fuertemente a la economía de Estados Unidos, por lo que varios emprendedores consideraron la opción de moverse hacia otras ciudades más grandes con el objetivo de hacer prosperar sus negocios.

Fue así cómo ambos llegaron a Nashville, Tennessee, para abrir una nueva tienda especializada en donas en 1934.

Su éxito fue tan grande que Rudolph pudo mudarse a Winston-Salem, Carolina del Norte, para abrir su propio negocio enfocado en ese mercado.

El nombre de su emprendimiento pasaría a la historia: Krispy Kreme.

Vernon Rudolph, el fundador de Krispy Kreme

Un artículo disponible en el sitio web del Museo de Historia de Carolina del Norte detalla que el olor tibio de las preparaciones era tan llamativo que a Rudolph se le ocurrió la idea de hacer “literalmente un agujero en la pared” del local, para así atraer a los transeúntes y que descubrieran lo que ofrecía.

Ya entre las décadas del 40 y el 50 pudo abrir nuevas tiendas en diferentes ciudades de ambas Carolinas, pero se percató de que los sabores de las donas variaban entre los locales, debido a que la producción aún no era estandarizada y los encargados dependían considerablemente de los implementos e ingredientes de cada lugar.

Frente a esta situación, en 1955 creó su propia marca registrada con el logo blanco, verde y rojo. Y unos años más tarde desarrolló un modelo para mantener la consistencia.

Sería el inicio de lo que décadas después se convertiría en un gigante de la comida rápida, el cual se mantiene vigente con sucursales repartidas por todo el mundo a través de intermediarios, como el icónico local vidriado ubicado en pleno Times Square de Nueva York.

En esta lista también se encuentra Chile, primer local de Sudamérica y recién incorporado por el Grupo Premier, franquiciado que además maneja Little Caesars Pizza en el país.

La sucursal de Krispy Kreme en una esquina de Times Square en Manhattan. Foto: Mat Harinton

Un giro turbulento en la historia

Tras la muerte de Rudolph en 1973, su familia optó por vender Krispy Kreme, según un informe del North Carolina History Project. Dicho cambio trajo múltiples movimientos en la propiedad de la marca. Y de la misma manera, también abrió las posibilidades para que se tomaran nuevas decisiones.

A finales de la década del 90, la firma ya tenía sucursales por todo Estados Unidos, mientras que en 2001 se expandió internacionalmente a Canadá.

Después de casi dos décadas en las que Krispy Kreme siguió fortaleciendo su nombre en la industria, fue adquirida en 2016 por JAB Holding Company, un conglomerado de consumo masivo controlado desde principios del siglo XIX por la familia alemana Reimann, y que —entre otros nombres— actualmente controla firmas como Panera, Espresso House y la marca de cosméticos Coty.

La empresa fue dirigida por Albert Reimann y Albert Reimann Jr. —padre e hijo— en los años 30 y 40, cuando se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial.

Durante esa época, ambos fueron partidarios del régimen de Adolf Hitler y permitieron el trabajo forzado tanto en su casa como en la planta de químicos industriales con la que empezaron a amasar su fortuna, la cual más adelante se convertiría en la compañía multinacional Reckitt Benckiser.

Albert Reimann y su esposa, en una fiesta de disfraces en 1928. Foto: Lotte Jacobi / Getty Images

Según publicó The New York Times en 2019, los Reimann eran antisemitas, golpeaban a las personas bajo su mando y las mujeres corrían el constante riesgo de ser abusadas si desobedecían a alguna de sus órdenes.

Incluso, se afiliaron al Partido Nacionalsocialista e hicieron donaciones a la SS previamente a que Hitler asumiera su rol como Führer de Alemania. Así lo confirmaron los mismos descendientes de la familia Reimann a 74 años de que terminara la Segunda Guerra Mundial, en el año 2019.

Todo partió a comienzos de la década del 2000, cuando empezaron a revisar documentos que sugerían un notorio vínculo entre su padre, su abuelo y el régimen.

Con el paso de los años y con un cúmulo de dudas, le pidieron en 2014 al historiador de la Universidad de Múnich, Paul Erker, que investigara su pasado familiar.

Fue ahí cuando se percataron de los abusos que protagonizaron Albert Reimann y Albert Reimann Jr., quienes no volvieron a hablar del nacionalsocialismo tras el fin de la guerra en 1945.

Dichas informaciones fueron confirmadas por el diario alemán Bild el 24 de marzo de 2019, cuando el vocero de la familia y uno de los directivos de JAB Holding, Peter Harf, manifestó que los informes de Erker “encajaron perfectamente” con las sospechas que tenía la familia.

“Reimann padre y Reimann hijo fueron culpables. Los dos hombres de negocios ya fallecieron (en 1954 y 1984, respectivamente), pero en realidad debían estar en la cárcel (...) quedamos avergonzados y muy pálidos. No hay nada que ocultar. Estos crímenes son asquerosos”.

Peter Harf, uno de los dos directivos de JAB Holding y portavoz de la familia Reimann. Foto: AP

Entre los documentos que analizó el historiador se encontró una carta de junio de 1937, en la que Reimann hijo se dirigió al entonces líder de la SS, Heinrich Himmler, quien ocupó un papel clave en el desarrollo del Holocausto.

“Somos un negocio familiar íntegramente ario desde hace más de cien años (...) los dueños somos adeptos incondicionales de la teoría racial”, escribió según informaciones reunidas por el Times, las cuales detallaron que en 1943, 175 de los empleados —un tercio del total— operaban bajo los términos de trabajo forzado.

El medio explica que la mano de obra esclava era recurrente en las empresas de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, hasta el punto que —en el momento más álgido del conflicto— cerca de un 20% de las personas que trabajaban operaban bajo esta modalidad.

La gran mayoría de ellos eran prisioneros de guerra o civiles capturados en territorios dominados por el nazismo.

Si bien, aquello era recurrente, el caso de Albert Reimann y Albert Reimann Jr. se diferenciaba porque “no era común que el jefe de una empresa estuviera en contacto físico directo con esas personas”, dice en el citado medio el director del Instituto Leibniz de Historia Contemporánea, Andreas Wirsching.

Albert Reimann Jr. en 1937. Foto: Familia Reimann

El profesor de la Escuela de Historia de la Universidad Diego Portales (UDP), Pablo Álvarez, dice a La Tercera que estas prácticas influenciadas por el colonialismo dieron pie a un “capitalismo de guerra”.

“Los rusos se dieron cuenta de que cerrar los campos de concentración del zarismo no era viable, porque necesitaban meter prisioneros, pero después vieron que esas personas servían para los propósitos de industrialización forzada que estaba llevando a cabo la Unión Soviética”, explica Álvarez, “y después los nazis hicieron lo mismo con los judíos”.

“Para ellos era muy importante disponer de esa mano de obra esclava, porque estaban en un proyecto de modernización súper acelerado de la economía”.

Respecto a cómo las empresas accedían a esclavos durante el nazismo, el académico de la UDP explica que si bien “el régimen era revolucionario en ciertos sentidos, en otros estaba muy ligado al sector empresarial, por lo que apoyaban a las compañías estratégicas”.

“Había una suerte de tratos especiales entre el Estado nazi y los grandes empresarios, en el cual les garantizaban cuotas de producción mediante mano de obra esclava”.

Reparación

Después de que los Reimann confirmaron y admitieron los abusos cometidos por sus familiares en el pasado, buscaron resarcir donando más de 11 millones de dólares a una organización caritativa.

Otras empresas que también se vieron beneficiadas con el régimen nazi en este ámbito fueron Siemens, Deutsche Bank, Daimler y Volkswagen, entre otras, las cuales décadas después aportaron con sumas millonarias a un fondo creado por el gobierno alemán como reparación para las víctimas.

Consultados por La Tercera, el Grupo Premier declinó participar de este artículo.

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