Cómo viven los peligrosos delincuentes encerrados en el “Alcatraz” de Bukele

Cómo viven los peligrosos delincuentes encerrados en el “Alcatraz” de Bukele. Foto: Reuters.

“Estos psicópatas van a pasar la vida entera entre estas rejas”, aseguró el director de la cárcel donde peligrosos delincuentes que han asesinado a cientos de personas cumplen hasta 700 años de condena.


Dentro de sus imponentes paredes, los criminales más peligrosos cumplen condena. Se trata del Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) que ideó Nayib Bukele para justamente eso: encerrar a delincuentes que pertenecen a organizaciones peligrosas, como los Mara Salvatrucha y el Barrio 18.

Pero, ¿cómo es la vida de estas personas tras las rejas del también llamado “Alcatraz” de Bukele?

Un periodista del diario español El País visitó el Cecot, la megacárcel donde no se perdonan los graves delitos que sus reclusos han cometido en las calles de El Salvador y el resto del continente. La mayoría cumple 700 años de prisión.

Así es cómo viven los prisioneros.

Cómo viven los peligrosos delincuentes encerrados en el “Alcatraz” de Bukele. Foto: Presidencia de El Salvador.

Cómo viven los delincuentes dentro de la megacárcel de Bukele

¿Te imaginas no poder apagar la luz cuando duermes? En la cárcel de Bukele, hay luces artificiales en las celdas que nunca se apagan, ni siquiera cuando los presos duermen sobre una fría plancha metálica.

La seguridad no perdona. Los vigilan cámaras las 24 horas del día y ni siquiera pueden utilizar tenedores o cuchillos para comer: deben utilizar sus manos, porque no se les da la mínima opción de tener algo que pueda convertirse en un arma.

Y tampoco tienen privacidad para ir al baño. En el fondo de un pasillo, hay dos inodoros que están a la vista de todos.

Practican calistenia durante la semana, lo que los mantiene en buena forma. Pero en sus celdas, no se mueven ni hablan. Les afeitan las cabezas cada cinco días. “Afuera eran temibles, producían terror. Ahora irradian tristeza”.

Cómo viven los peligrosos delincuentes encerrados en el “Alcatraz” de Bukele. Foto: CECOT..

La mayor parte la pasan ahí, donde tienen dos biblias por cada una, aunque pueden salir por máximo 30 minutos diarios a un enorme pasillo. Una libertad muy acotada, porque los limitan unos grilletes en sus pies y manos que provocan que su cuerpo se encorve.

A los policías encapuchados que vigilan desde el techo no se les pasa ni una. Por si acaso, están armados con fusiles y con los ojos fijos sobre las cabezas rapadas y tatuadas.

Ningún prisionero se atreve a escapar, porque es prácticamente imposible: tendrían que pasar por cuatro gruesos muros de 60 centímetros de profundidad y tres metros de alto. En la cima de ellos, les espera una puntiaguda alambrada de púas.

Cómo viven los peligrosos delincuentes encerrados en el “Alcatraz” de Bukele. Foto: REUTERS.

“Nunca más conocerán el amor en libertad, ni probablemente el sexo. No tienen derecho a llamadas ni visitas. Se han deslizado hacia un agujero negro, un no lugar eterno, frío y desangelado”, escribieron en El País.

El director de la prisión no quiso revelar su nombre, pero quiso dejar un punto claro: “Es imposible escapar. Estos psicópatas van a pasar la vida entera entre estas rejas”.

Bukele ha logrado detener a más de 70.000 delincuentes a través de su política de “mano dura”. Todos ellos podían fácilmente robar, traficar y matar, por lo que su encierro se tradujo en una menor tasa de homicidio de la región, un hito que muchos creían que no se podría lograr.

La megacárcel se ha convertido en casi un símbolo del país, criticado y admirado por el resto del mundo. Y es que incluso entrar al lugar es difícil. Según relató el periodista de El País, Juan Diego Quesada, al momento de ingresar al centro, los funcionarios —con el rostro completamente tapado— te revisan todo el cuerpo mientras tienes las manos en la nuca.

Cómo viven los peligrosos delincuentes encerrados en el “Alcatraz” de Bukele. Foto: BBC

“Preguntan si tienen tatuajes. Los arcos de seguridad cuentan con rayos X que ponen a la vista los intestinos. El sonido de los cerrojos de las puertas de hierro suena contundente. Poco a poco una sensación de encierro aprieta la garganta”, relató Quesada.

Continuó: “Nadie que haya entrado esposado ha vuelto a ver la luz del día”.

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