Barrio Bravo lo mira por tevé

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"Un Mundial es un Mundial", repite una y otra vez en su nuevo libro Roberto Meléndez, el autor de los populares relatos futboleros de Barrio Bravo, que busca sacudirse de la decepción por no ir a Rusia 2018 con más textos mundialistas. "En la derrota también se pueden contar buenas historias y eso hace el libro más nuestro, creo que el hecho de perder está mucho más relacionado con nuestro carácter", explica el escritor.


Como la mayoría de los hinchas, el 11 de octubre pasado Roberto Meléndez -33, autor del libro de relatos de fútbol Barrio Bravo- se reunió con unos amigos de Algarrobo, el balneario donde vive hace tres años, a tomar algo y ver el Chile-Brasil que terminó con la Roja fuera del Mundial de Rusia y con él, al igual que millones de hinchas, deprimido. "Me acuerdo que se acabó el partido y ya no quedaba nadie en la casa. Cada uno se fue por su lado, ni siquiera ahogamos las penas en alcohol. Esa noche se me cayó la idea de ir al Mundial y un proyecto muy bonito con fotógrafos", recuerda Meléndez.

Esa noche escribió "Crónica de un final inesperado", el relato que antecedió a un retiro voluntario de casi un mes sin publicar nada en su página. "Como autor de un libro de fútbol fue fuerte el golpe", reconoce Meléndez, el best seller, pero también, el fanático del fútbol, que a través de sus relatos con ojos de hincha creó una comunidad de casi 160 mil seguidores en Facebook, vendió 25 mil ejemplares con su primer libro y publicará otro en España el próximo año.

El golpe vino acompañado de un dilema: escribir o no la segunda parte de Barrio Bravo, el que estaba acordado con su editorial, Penguin Random House, plan que tambaleó cuando la Roja quedó sin pasajes a Rusia. "La pretensión original era capturar la oportunidad del Mundial con Chile jugándolo, pero cuando queda eliminado me planteo la posibilidad de hacerlo: me parecía un tremendo desafío escribir un libro mundialista sin Chile en cancha, porque obviamente la expectativa es mucho más baja". Así nació Barrio Bravo Mundial, que llegó ayer a librerías.

-¿Qué te decide a publicar el libro?

-Un tema de ego, ver qué tanto quiere la gente leer lo que hago porque ahora es leer a Roberto Meléndez, Barrio Bravo, ya no es la moda del primer libro ni Chile en el Mundial. Esta es una búsqueda de absoluta legitimidad personal.

-¿Qué cosas cambiaste con este escenario de ver el Mundial por la tele?

-Replanteé los textos. La eliminación le entrega al libro la derrota. El primero fue muy épico y ganador, y éste entiende el contexto de derrota porque está escrito por un hincha. En la derrota también se pueden contar buenas historias y hace al libro más nuestro, creo que el hecho de perder está mucho más relacionado con nuestro carácter.

-¿Qué libro trataste de hacer?

-Traté de darle un contexto de Mundial, pero no solemnemente. No fui al Maracanazo o al Pelé del 70. No quería repetir las historias que estaban muy contadas, me fui a aspectos más emotivos nuestros: Chile 62, Francia 98 o el penal de Caszely, pero abordado desde un colegio de monjas.

Pizzi CTM

En otro de los relatos del libro -son en total 29-, uno de los principales personajes de Barrio Bravo, el guatón Nelson, pasa semanas repitiendo el chilenismo que muchos hinchas reprodujeron frente al televisor ese 11 de octubre y los días, semanas o meses posteriores: "Pizzi conchatumadre", en referencia al renunciado director técnico de la Roja, Juan Antonio Pizzi. Un reproche en modo de catarsis que Meléndez asegura fue medido: "Yo no quería ser un cazador de responsabilidades por quedar eliminado, me parecía que era muy injusto con los jugadores por todo lo que nos habían dado".

-¿Y con Pizzi?

-Él fue responsable, un gran responsable y en un libro de fútbol que sale algunos meses después de la eliminación, me parecía que quien tenía que decirlo era el guatón Nelson, el personaje más reconocible de Barrio Bravo desde la ficción y el que tiene más contacto con el hincha. Por eso él tenía que decir esas palabras que todos estábamos conteniendo.

-¿Tiene algo bueno ver un Mundial sin Chile?

-Sí, hartas cosas. Los mundiales que he visto desde una perspectiva más amplia son los que no tienen a Chile. Cuando clasificamos hay un "chilecentrismo" que hace que todo gire alrededor de la selección, por eso creo que vamos a ver un Mundial de manera más integral, más futbolera, menos apasionadamente.

-Más allá de la ausencia de la selección, en tu libro se repite una frase: "Un Mundial es un Mundial". ¿Por qué es tan así?

-Porque el Mundial es un hito histórico que es muy fácil de visualizar en la vida. Dices "¿dónde estaba en el 98?" y te orientas por el Mundial de ese año. Son como estadios temporales en la vida de las personas, de una comunidad o un país. En los mundiales puedes descubrirte un poco o descubrir lo que pasó en un lugar determinado.

-¿Eres de los que miden su vida en mundiales?

-Sí, y me marcó mucho el de Italia 90. Son mis primeros recuerdos: tenía cinco años y estaba en kínder, llegaba del colegio y prendía la tele para ver los partidos. Me acuerdo que a mi hermana y a mi mamá les gustaba Giuseppe Giannini, de Totto Squillaci, de los comerciales donde comparaban a Pelé con Maradona. O que en el 94 me metí a scout porque estaba de moda en mi colegio, pero cuando llevaba dos semanas empezó el Mundial de Estados Unidos y chao scout. Eran cuatro sábados en que no me iba a perder los partidos.

-¿Cuál fue tu Mundial más importante?

-El del 98 porque tenía 13 años, por Salas, porque fue el primer Mundial que vi con Chile y porque no recuerdo un peor enemigo en mi preadolescencia que Bouchardeau. Me acuerdo de lo que fue cuando clasificamos a segunda ronda, fue como haber ganado una Copa América. Creo que ni siquiera el equipo de Bielsa logró el cariño que consiguió esa selección.

-¿Era otro fútbol?

-Fue el último atisbo del fútbol antiguo. Hoy los jugadores quieren ser millonarios más que queridos. Y eso que el del 98 no era un gran equipo, pero eran unos ídolos cercanos que te podías encontrar en el Paseo Ahumada.

-En el libro tienes un relato sobre un compañero de curso que faltó todo el Mundial de Corea y Japón a clases. ¿Has hecho alguna vez algo así?

-Siempre he sido bien honesto respecto a mi fanatismo por el fútbol. Por eso nunca he postergado ni dejado nada de lado. Veo todos los partidos y desde los 10 años agarro un cuaderno y anoto detalles de jugadas puntuales, el elemento puntual que cambia un partido.

-¿Lo haces para todos los partidos?

-Sí

-¿Todos… todos?

-Trato. Me acuerdo de un Nigeria con Irán, el partido más malo que he visto en mi vida del que también escribí, siempre lo he hecho. Algo así pienso hacer en la página para este Mundial.

-En tu libro tienes una historia sobre un universitario que apuesta cinco lucas por Italia en Alemania 2006, dando la sorpresa. ¿Tú por quién apuestas esas cinco lucas en este Mundial?

-Por Brasil. ¿Por qué? Porque quiero que gane un sudamericano, no creo que ganen Colombia, Uruguay o Perú y no quiero que gane Argentina.

-Eres parte de una generación de treintañeros que creció con Chile fuera de los mundiales y que siempre hinchó por Argentina. ¿Por qué ahora no quieres que ganen?

-Porque el partido con ellos se ha vuelto clásico de la selección. Además, porque consumo televisión futbolera y me resulta tremendamente agotadora la soberbia argentina, creo que sería intolerable tenerlos cuatro años campeones del mundo.

-¿Tendríamos que bloquear Fox Sports y ESPN cuatro años?

-Sí, serían imposibles de ver. Infumables.

De la garra charrúa al dedo de Jara

En un relato de Barrio Bravo Mundial, un grupo de niños juega su propio superclásico en una cancha de barrio de la comuna de La Granja. Quien lleva la historia, un niño apodado "el Manzana", reflexiona sobre jugar sólo por la pasión por el fútbol y de defender el orgullo de los amigos de la cuadra. Ideales de barrio, potrero y gambeta que rondan por muchas de las historias de los dos libros de Meléndez.

-Un célebre antifutbolero, el periodista argentino Jorge Lanata, opina que el fútbol son 22 millonarios detrás de una pelota. ¿Qué hay de Barrio Bravo, de ese espíritu de pasión y orgullo, en las estrellas del fútbol actual?

-El Barrio Bravo está. En un Mundial lo ves en las lágrimas de la derrota. Porque Barrio Bravo no significa ser un choro de mierda al que nada le duele, al contrario. Cuando ves a ese multimillonario llorar porque perdió un partido, dices "bueno, esto es el fútbol". Además, la mayoría de ellos vienen de estratos humildes y no juegan sólo por ellos, sino por sus familias. Creo que, en ese sentido, Barrio Bravo restablece un equilibrio entre lo que percibimos de esos millonarios y también lo que son. Un trato más humano que no lo pierden por más de que les esté yendo muy bien en la vida.

-¿Qué jugador del Mundial encarna ese Barrio Bravo?

-Luis Suárez, un tipo que millonario y todo es pura sangre. Si él hubiera nacido en cualquier otro país del mundo lo suspenden por mal comportamiento, pero nació en Uruguay, donde tienen otra visión del fútbol.

Luis Suárez es una de las estrellas del Barcelona. Un tipo nacido en 1987 en Salto, una ciudad de poco más de 100 mil habitantes -similar a Curicó- donde crecieron las dos grandes figuras uruguayas: Suárez y Edinson Cavani, conocido acá por ser el depositario del dedo de Jara. Suárez también es, y acá volvemos a la asociación de Meléndez con el Barrio Bravo, el principal exponente de la garra charrúa, la mítica fama de tipos duros y ganadores que antecede a los uruguayos en una cancha de fútbol.

La relación de Barrio Bravo con ese país no partió en este libro. En 2015 el best seller que se conoce hoy era sólo una página de Facebook con 170 seguidores. Meléndez había terminado Derecho y sin título había partido a vivir a Algarrobo, donde con una billetera cada vez más delgada intentaba aumentar la popularidad de la página sin mucha suerte.

Hasta que apareció Uruguay en su vida: la selección derrotó a los charrúas en cuartos de final de la Copa América 2015, en el partido del dedo de Jara y el relato publicado por Meléndez del gol del triunfo, el de Mauricio Isla, fue compartido 2.500 veces en pocos días. De ahí no paró.

-Desde ese partido la rivalidad de lado y lado con los uruguayos ha crecido mucho.

-Sí, se transformó en un partido clásico. ¿Por qué? Porque fue precioso ganarles "a la uruguaya", con el dedo de Jara y un gol al final del partido. Creo que ese fue uno de los partidos más memorables de nuestra historia, uno que se pierde toda la vida y que por fin se gana con maña, con trampa.

-Con trampa en un país donde cada vez es más mal vista, en la cancha por lo menos.

-Sí, creo que hay que dejar de ser tan hipócrita y reconocer que muchas veces uno gana haciendo trampa, con cosas que van más allá de las reglas porque es parte de la inmediatez del juego, de su pulsión. Así es la humanidad; nosotros no somos hijos de Abel, lo somos de Caín.

-Los uruguayos terminaron muy molestos.

-Sí, les molestó porque mostró mucho de cómo han ganado. Por eso me da rabia cuando hablan de ética y me acuerdo cuando en las eliminatorias del Mundial del 85 los uruguayos le tiraron una cáscara de naranja a la pelota antes de que el Mortero Aravena tirara un tiro libre decisivo. ¿Qué es eso? ¿Es folklore?

-Pero también el futbolero chileno tiene mucha admiración hacia el fútbol uruguayo.

-Hay absoluta admiración porque ves un país de tres millones de habitantes que compite muchas veces sin las armas suficientes, pero que a punta de actitud y coraje logra competir.

-En tu libro, las selecciones que más aparecen son Chile e Italia. ¿Cómo va a ser un Mundial sin esas dos selecciones, sin Holanda o Estados Unidos? ¿Un Mundial siempre va a ser un Mundial?

-Sí, siempre. En éste me llama la atención lo que pueda hacer Argentina, lo que haga Mbappé con Francia, cómo responde Alemania al título o cómo le va a España después de la mala lista que hizo Lopetegui. Al final uno dice: sí, está depreciado, pero un Mundial es un Mundial.

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