La sangre encontrada

Esta es la historia de un encuentro entre dos personas separadas por kilómetros de distancia, pero unidas por la sangre. En 2016, Samuel Nerlich donó células madres desde Alemania a Daniella Melleli y le salvó la vida. Esta semana se conocieron y profundizaron un vínculo único.


Samuel Nerlich y Daniella Melleli caminan por el Parque de las Esculturas, en Providencia. La pareja se mira con cariño y se abraza en silencio. Casi no conversan. Samuel es alemán y apenas sabe unas pocas palabras en español.En ese paseo parecen compartir un código propio, íntimo y no hablado.

Ellos se conocieron físicamente recién el lunes 12. Antes, solo chatearon por horas a través de WhatsApp. Samuel es alto. Tiene la nariz aguileña y habla lentamente. Daniella es baja, un poco pálida y con el pelo muy negro. No se parecen en nada físicamente, pero dicen que son hermanos. Comparten la misma sangre. Y esa sangre le salvó la vida a Daniella.

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Daniella supo a los nueve años que tenía aplasia medular, una enfermedad muy parecida a la leucemia que afecta a las células encargadas de la producción de la sangre en la médula ósea, disminuyendo las defensas del cuerpo.

La niña estuvo mucho tiempo decaída, sin dormir y con moretones que salían en varias partes de su cuerpo. Con sus padres fue al médico y le diagnosticaron la enfermedad. La vida le cambió desde ese momento.

"El tratamiento fue súper invasivo. No me acuerdo mucho de ese proceso, porque era muy chica. La enfermedad y el tratamiento marcaron un tipo de trauma en mí, porque no me acuerdo de mi infancia", cuenta Daniella.

Luego de un tratamiento de inmunosupresión, que incluye varios medicamentos muy fuertes, pudo superar la enfermedad. La buena situación económica de su familia le ayudó a costear un tratamiento que no es barato. Los doctores le dijeron que la enfermedad estaba en retirada, pero que debía controlarse siempre. Que podía volver de un día para otro.

Durante 15 años, pudo hacer una vida normal. Salió del colegio y luego estudió Diseño de Interiores. Eso hasta el año 2014, cuando la enfermedad volvió a aparecer. Esta vez era más fuerte y podía terminar de otra manera.

"Me enteré porque quería hacerme un tatuaje y le pregunté a mi medico. Le mandé mis exámenes y no estaba nada bien. Me dijo que me tenía que internar", recuerda Daniella, quien estaba en su trabajo y estalló en llanto al saber la noticia.

Los síntomas volvieron de peor forma. Daniella sentía mucho cansancio y dolores de cabeza por la falta de sangre. Subió de peso por los medicamentos. También tuvo que dejar de trabajar y quedarse en la casa sin hacer nada, inhabilitada por el dolor.

Para sobrevivir debía hacerse transfusiones de sangre. A veces costaba mucho conseguir el número mínimo de donaciones y debía hacer llamados desesperados por redes sociales para movilizar personas.

A Daniella le dijeron que la única solución para su enfermedad era un trasplante de sangre. Eso le podía devolver la vida. Pero ella no quería pasar por eso y pensaba que era mejor seguir con las transfusiones, que servían como un paliativo de corto plazo.

"Me resistí mucho a la posibilidad de un trasplante por los traumas que viví cuando chica y tuve la enfermedad por primera vez", recuerda Daniella Melleli.

Finalmente, la mujer se decidió y envió una muestra de su sangre a una base de datos en el extranjero para buscar un donante que fuera compatible. En total, la espera fue de dos años.

"Me acuerdo perfecto. Fui al doctor y me dijo: 'Parece que tu sangre es muy compatible en Alemania, tenemos un donante'", recuerda.

La sangre de Samuel Nerlich viajó desde Frankfurt a Santiago. El trasplante se realizó el 26 de abril de 2016. La intervención, similar a una transfusión normal de sangre, resultó exitosa. Daniella pudo sobrevivir nuevamente a la aplasia medular. De no haber encontrado un donador, es muy probable que la mujer hubiese muerto por la dura enfermedad.

Ese día empezó una nueva vida para Daniella Melleli.

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En Chile, la proporción es de 14 donantes por cada 1.000 habitantes, siendo una cifra muy pequeña respecto de otros países. Se calcula que la cantidad suficiente debería ser de 20 por cada 1.000 personas.

Este es uno de los problemas de la salud en Chile. Una de las razones para este déficit es el desconocimiento que hay sobre las donaciones de sangre. En la población aún existen prejuicios al respecto: muchas personas piensan que van a quedar débiles luego de una transfusión o que pueden contraer enfermedades con las jeringas.

Tampoco existe un Registro Nacional de Donantes de Sangre, lo que dificulta la búsqueda de personas compatibles dentro del país.

"La cultura de donación en Chile es precaria. Todavía existen muchos mitos al respecto. En cuanto a sangre y órganos sólidos (corazón, pulmones, etc.), las cifras son bajas. En cuanto a tejidos, esto no existía de forma voluntaria", dice Alejandra Pavez, vocera de DKMS.

La Fundación DKMSes una institución internacional que existe en Europa desde 1991 y que llegó a Chile el año pasado. Trabajan en el tratamiento del cáncer de sangre y en la concientización. Durante todos estos años han elaborado una lista de donantes en todo el mundo. En esa lista estaba Samuel Nerlich y gracias a eso pudieron trasplantar a Daniella Melleli.

Ellos facilitaron el encuentro entre ambos, como una forma de visibilizar la importancia de la donación como una forma de salvar vidas.

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Samuel Nerlich es el director de una empresa de negocios en Frankfurt, Alemania. Es padre de dos hijos y lo único que sabía de Chile hasta el 2016 era un nombre: Arturo Vidal, futbolista que jugaba en el club más grande de su país. Más allá de eso, pensaba que era una tierra muy lejana que nunca iba a llegar a conocer.

La donación era una obligación. "Salvas una vida y no tienes que hacer mucho para eso. Esa fue la reflexión especial que hice. Por eso quise hacerlo", dice Nerlich, quien para comunicarse en Chile debió ser ayudado por una traductora.

Por protocolos médicos, Nerlich debió esperar cerca de dos años para conocer a la persona a la que le habían trasplantado su sangre. Sabía que la operación había sido exitosa y que esa mujer había podido superar una grave enfermedad. Pero tenía ganas de saber más. Entonces pidió algunos datos. Daniella autorizó que le entregaran su número de celular y su correo electrónico. Al principio ninguno de los dos se animó a empezar la conversación.

Fue ella la que dio el primer paso y empezaron a chatear. Se contaron de sus familias, de sus trabajos y de lo difícil que había sido la enfermedad. Empezaron entonces una relación especial.

"Hasta ahora ha sido una relación a lo lejos. Creo que es un poco difícil, porque el primer contacto lo tuvimos por correo electrónico. Me dio la sensación de tener comunicación con alguien que conozco hace mucho tiempo. La verdad es que no puedo ponerlo en palabras. Porque para mí fue algo que hice en mi vida. Con poco aporte mío. Pero que tenía un inmenso efecto", dice el donante alemán.

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El domingo 11, Samuel viajó en avión a Chile con muchos nervios. Iba a conocer por fin a Daniella. Luego de casi 17 horas de vuelo se bajó del avión en esa tierra lejana y desconocida.

La mujer no sabía que su donante estaba en el país. Temprano en la mañana le dieron la noticia. Ahí estaba su hermano mayor, por primera vez se podían conocer. Ambos estallaron en llanto al verse y se abrazaron.

"Ahora que nos conocimos..., ahora el vínculo es inquebrantable. Él dice que soy su hermanita chica. Yo también lo considero un hermano. Ya es parte de mi vida, jamás voy a poder olvidarme de esto", dice Daniella.

Los planes de ambos fueron recorrer Santiago y luego ir por el día a Valparaíso. También compartieron un asado para que el alemán pudiera conocer a la familia Melleli.

Como cierre de un ciclo, Daniella se tatuó hace dos semanas una frase en su brazo que resume un poco su vida:"Mantenerse fuerte", es el mensaje impreso en la piel.

Samuel viajó el sábado 17 de vuelta a Frankfurt. En la despedida, los hermanos adoptivos juraron volver a verse lo más pronto posible. Ambos saben que estarán conectados por el resto de sus vidas.R

  • N de la R: La donación que Samuel le hizo a Daniella fue de celulas madres sanguíneas y no una donación de sangre cómo aparece referido en el texto.

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