La caída de Mauricio Rojas en tres actos

La polémica por sus críticas al Museo de la Memoria no solo le significó al exmilitante de izquierda y autorreconocido converso su remoción del gabinete de Piñera, sino que también su salida definitiva de La Moneda como miembro del equipo presidencial. Esta es la crónica de las 90 horas que sellaron el cambio en el Ministerio de las Culturas.


1-. El ministro contra el reloj

Todavía no amanecía cuando el aún ministro de las Culturas, Mauricio Rojas, llegó hasta las dependencias de su cartera, el lunes 13, para reunirse con su equipo más estrecho. Recién eran las 7.20 de la mañana.

"No soy un negacionista. Respeto los derechos humanos y se han malinterpretado mis dichos. Esta es una polémica que no corresponde", señaló Rojas a los subsecretarios Emilio de la Cerda, de Patrimonio Cultural, y Juan Carlos Silva, de las Culturas y de las Artes. Junto a ellos estaban los miembros del equipo de comunicaciones y el jefe de gabinete del ministro, Pablo Verdugo. Todos escucharon en silencio.

A esa altura, casi todos estaban convencidos de que la salida de Rojas era inminente, pero el propio ministro evitó dar luces sobre su futuro inmediato. Las 90 horas que terminaría durando su nominación en reemplazo de Alejandra Pérez -el jueves 9- estaban por terminar.

El único que podía dar certeza del estado de ánimo de Rojas era su exjefe del segundo piso, Cristián Larroulet, con quien mantuvo contacto permanente el fin de semana y a quien llamó esa mañana por teléfono: "Estoy disponible para continuar en mi cargo, pero debo transmitir que estoy convencido de que no hay posibilidad de que pueda realizar mis labores como ministro".

El mensaje fue entregado al Presidente Sebastián Piñera por Larroulet. Fue entonces que el Mandatario pidió que el aún titular de las Culturas llegara a Palacio, donde fue recibido cerca de las 11.00.

La íntima despedida de Rojas fue una cita con el Presidente y Larroulet, el mismo que al inicio del gobierno le había ofrecido el rol de director de Contenidos y ghostwriter de Piñera en su segundo paso por La Moneda.

Altos personeros de gobierno sostienen que Rojas se había desmoronado anímicamente el día anterior, cuando comenzó a ponerse en entredicho su declarada militancia en el MIR en los años 70 y el paso de su madre por Villa Grimaldi.

Había sido precisamente su condición de "converso" -como se autocalificaba- la que lo había hecho un personero atractivo en el entorno más cercano a Piñera, a quien conoció en 2005, durante una visita del hoy Presidente a Suecia. Fue esa calidad también la que atizó sus lazos con el canciller Roberto Ampuero, un exdirigente comunista que también renegó de los socialismos reales.

Con Ampuero escribió en 2015 Diálogo de conversos, donde está estampada la alusión al Museo de la Memoria -que recuerda las violaciones a los derechos humanos perpetradas durante el régimen militar- que terminó por costarle el cargo luego de que La Tercera las reflotara.

"Más que un museo (…) se trata de un montaje, cuyo propósito, que sin duda logra, es impactar al espectador, dejarlo atónito, impedirle razonar (…). Es un uso desvergonzado y mentiroso de una tragedia nacional que a tantos nos tocó tan dura y directamente".

Las palabras de Rojas generaron una ola de críticas. No solo lograron unir a la oposición -desde el Frente Amplio hasta la DC-, sino que, además, todos los gremios relacionados al mundo de la cultura se fusionaron bajo la convicción de que el ministro estaba inhabilitado para ejercer su cargo. El grupo musical Los Jaivas, que el domingo 12 realizaría una conferencia de prensa junto al recién nombrado secretario de Estado y entregarían entradas gratuitas para el evento de celebración de sus 55 años, decidió restarse del punto de prensa y el premio nacional Raúl Zurita hizo un llamado "a no participar en ninguna instancia en que este personaje esté involucrado".

La cuenta regresiva para Rojas estaba en marcha. El propio ministro pasó parte importante del fin de semana en comunicación con el comité político de La Moneda, que intentó controlar los daños. Y aunque Rojas explicó el sentido de las palabras plasmadas en el libro, la cuenta política quedó en cero.

Con todo, las primeras horas del gobierno estuvieron enfocadas en sostener al secretario de Estado, una apuesta personal de Piñera, quien aún resentía la reciente caída del titular de Educación, Gerardo Varela, cuyas continuas declaraciones mantenían en tensión al oficialismo en impedían el despliegue de la agenda de gobierno.

La habitual cita de los lunes del comité político con Piñera estuvo marcada por la situación de Rojas. Los ministros que componen la instancia, Andrés Chadwick, de Interior;Gonzalo Blumel, de la Segpres, y Cecilia Pérez, de la Segegob, analizaron el escenario y ya se instaló que la presión política de la oposición estaba lejos de detenerse. En el propio oficialismo comenzó, además, el desmarque de las críticas de Rojas al Museo de la Memoria.

"Espero que podamos seguir colaborando, porque, ministro, usted lo sabe, yo le tengo un gran aprecio y una gran admiración", diría horas más tarde Piñera en medio del juramento de quien se convirtió en la tercera ministra de las Culturas en menos de cinco meses de gobierno, Consuelo Valdés.

Las palabras del Mandatario evidenciaron la desazón que tenía por tener que dejar partir a su recién nominado secretario de Estado.

Atrás quedaba el cronograma de reuniones que se había autoimpuesto Rojas el viernes 10, cuando llegó a su oficina, ubicada en el piso 8 del Paseo Ahumada. En una pared del recinto quedó instalado un calendario que llamó la "agenda ideal", con el listado de citas con distintos actores que se programaría para agosto.

Apenas Piñera informó a las 12.30 del lunes 13 la salida del gabinete de Rojas, el historiador se autoeliminaba del chat de WhatsApp que reúne a los 23 ministros y al que había sido integrado apenas 90 horas antes.

Lo único cierto para Rojas es que no volverá al segundo piso de La Moneda. Según ha señalado a sus cercanos, su tiempo lo espera dedicar a su familia y ya comenzó la redacción de dos libros: uno sobre Karl Marx y otro que cuenta su paso por el segundo gobierno de Piñera, al que solo retornará -eventualmente- en calidad de colaborador para actividades específicas.

2-. División en Chile Vamos

"Se debe ser responsable. Uno no puede ser partido de gobierno y al mismo tiempo alinearse con la izquierda".

Había llegado con la idea de manifestar su molestia. La presidenta de la UDI, Jacqueline van Rysselberghe, señaló en el comité político del lunes 13 lo "poco prudente" del comunicado que la noche anterior había emitido Evópoli.

A las 22.25 horas del domingo, el partido liderado por Hernán Larraín Matte decidió difundir una declaración pública en la que rechazaban los dichos del entonces ministro Rojas respecto del Museo de la Memoria.

Evópoli se desmarcó así de la UDI y RN, colectividades que se habían alineado con Rojas y que incluso llevaron al presidente de este último partido, Mario Desbordes, a manifestar -vía Twitter- su rechazo a la exclusión de víctimas de violencia política de izquierda en el señalado recinto.

"Aunque le moleste a la izquierda, si el museo pretende ser de la memoria, junto a violaciones de DD.HH. debe incluir a los cientos de víctimas de la violencia política, asesinados a sangre fría y solo por razones ideológicas", escribió el diputado RN.

La fractura -según señalan al interior del propio conglomerado- es la más profunda en lo que va del segundo mandato del Presidente Sebastián Piñera. Y -más peligroso aún- se produce en la antesala de septiembre: un mes en el que la agenda se comienza a teñir con el aniversario del Golpe Militar, que esta vez suma 45 años y se suelen reflotar las recriminaciones a la derecha por su participación en el gobierno militar, donde se produjeron graves violaciones a los derechos humanos.

En Chile Vamos acusan que no era la primera vez que el partido fundado por el senador Felipe Kast se distanciaba del Ejecutivo en medio de una crisis: ya lo había hecho con el envío del proyecto contra el nepotismo, en medio del nombramiento de Pablo Piñera, hermano del Presidente, como embajador de Argentina, y con sus cuestionamientos a la reforma tributaria que enviará en los próximos días el gobierno.

"Evópoli, cada vez que tiene que hacer un punto diferenciador en negativo de Chile Vamos, lo hace, y eso es algo que incomoda", señaló Desbordes.

En RN y la UDI comentan en privado que Evópoli ha buscado defender sus propios intereses como colectividad, afectando en reiteradas ocasiones su relación con el bloque y con el mismo gobierno.

Esta vez, sin embargo, se trataba de un tema delicado, en el que la centroderecha suele pagar costos: los derechos humanos. Tras el fin de semana nadie dudaba de que la situación en torno al ministro Rojas era insostenible. Cada presidente de partido, de hecho, había llegado hasta el comité político ampliado con la decisión de sugerir la salida de Rojas de La Moneda. Incluso, el jefe de bancada de la UDI, Javier Macaya, iba mandatado por algunos diputados gremialistas para solicitar formalmente la dimisión del secretario de Estado.

La Moneda aplacó la embestida comunicando que la salida de Rojas ya estaba definida. Las tensiones -entonces- se volcaron hacia el presidente de Evópoli, a quien reprocharon que la colectividad no "hubiera sido capaz" de esperar la resolución del gobierno antes de emitir su comunicado.

El viernes 17, en la habitual reunión de Chile Vamos, no obstante las directivas de las distintas colectividades acordaron dar por superadas las diferencias, en privado acordaron dar señales públicas de unidad. El sello sería una reunión masiva de los máximos dirigentes del bloque con el propio Piñera en la casa del ministro del Interior, Andrés Chadwick, programada para la tarde de este domingo.

3-. Las esquirlas en La Moneda

Eran cerca de las 12.20 horas del lunes 13 cuando el Presidente Sebastián Piñera bajó desde su despacho en el segundo piso de La Moneda al Patio de los Naranjos, donde varias horas antes habían instalado un podio y un micrófono para que el Mandatario hablara.

Solo lo acompañaba el edecán de la Fuerza Aérea, con una carpeta en sus manos, que contenía un breve discurso que el propio Jefe de Estado había escrito momentos antes.

El Mandatario estaba molesto. Solo cuatro días antes se había visto obligado a reconocer que se había equivocado en dos de sus apuestas personales más riesgosas a la hora de conformar su gabinete, las que habían fallado por falta de experiencia política e incapacidad para entender que el rol como ministro es ajustarse al libreto diseñado por el gobierno. Piñera esperaba que con la salida de Gerardo Varela desde Educación y de Alejandra Pérez desde Cultura dejaba atrás el "ruido" que estaba afectando a su gobierno y provocando una baja sostenida en las encuestas.

Pero no fue así. La molestia de Piñera, sin embargo, no era solo por el hecho de que en menos de 90 horas se veía obligado a hacer un nuevo ajuste en su equipo de colaboradores más cercanos y reconocer que se había equivocado con otra apuesta personal. Había sido el propio Presidente quien le propuso a Mauricio Rojas el miércoles 8, el día antes del cambio de gabinete, dejar sus labores en el segundo piso de La Moneda como director de contenidos y speechwriter de los discursos presidenciales, para asumir como ministro de las Culturas. El enojo, aseguran en el Palacio de Gobierno, también iba dirigido contra la oposición y el mundo de la cultura, que habían exigido la salida de un intelectual por el que Piñera ha declarado su admiración y aprecio.

Por eso, tras señalar que su gobierno no compartía las declaraciones ni opiniones del exministro Rojas sobre el sentido y la misión del Museo de la Memoria, razón por la cual aceptaba su renuncia, Piñera dio un giro en su discurso contra quienes habían criticado a Rojas: "Tampoco compartimos la intención de cierto sector del país que pretende imponer una verdad única y que no tiene ninguna tolerancia ni respeto por la libertad de expresión y de opinión de todos nuestros compatriotas (…). Sin perjuicio de condenar categóricamente los lamentables, graves e inaceptables atropellos a los derechos humanos, de los cuales el Museo de la Memoria nos permite recordar, aprender y proyectar, es bueno preguntarnos con la misma libertad y analizar con objetividad, con profundidad y con buena fe por qué se debilitaron la democracia y el estado de derecho en nuestro país", remarcó.

El gesto de Piñera en contra de quienes, a su juicio, se habían dado "un gustito" al vetar a su flamante ministro de Cultura, dejándolo sin margen de acción, dejaba en evidencia que no había un diseño único en el oficialismo para enfrentar esta crisis. Piñera parecía dispuesto a correr el riesgo de abrir la puerta a los fantasmas que arrastra la derecha tradicional respecto de sus vínculos con el régimen militar, los mismos que había intentado exorcizar en su primer mandato, cuando, en el marco de los 40 años del Golpe de Estado, habló de "los cómplices pasivos". Y lo hacía a pocas semanas de una nueva conmemoración del 11 de septiembre y cuando los derechos humanos se han convertido en el único tema capaz de articular a la oposición.

Para entonces, las recriminaciones mutuas al interior de La Moneda respecto de los responsables del traspié en la nominación de Rojas eran un secreto a voces. Mientras la Secom cobraba cuentas al equipo de asesores del segundo piso, que lidera Cristián Larroulet, por no haber revisado y analizado la declaraciones previas de Rojas, algo que hubiera permitido advertir el riesgo que se corría con su designación, desde el segundo piso de La Moneda acusaban a la Secom por no haber controlado una crisis, que, a juicio de algunos en La Moneda, era fundamentalmente comunicacional.

En La Moneda había una mala evaluación del mensaje que Rojas publicó el sábado a las 15.30 horas en su cuenta de Twitter, en un intento por apagar el incendio que recién se extendía a través de las redes sociales. "Las declaraciones de hoy en La Tercera sobre el Museo de la Memoria provienen de una entrevista antigua que no refleja mi pensamiento actual. Nunca he minimizado ni justificado las inaceptables, sistemáticas y gravísimas violaciones a los derechos humanos ocurridas en Chile", escribió Rojas.

Según fuentes de Palacio, ese mensaje fue ocurrencia de Rojas y no fue previamente visado por la Secom, ni por otras autoridades de La Moneda que estaban monitoreando la crisis.

Durante el fin de semana, en la medida en que se sumaban más artistas e intelectuales al veto contra el entonces titular de Cultura, algunos ministros reconocían en privado que la situación de Rojas era insostenible. En público, sin embargo, ninguno lo dijo en los mensajes que intercambiaron esos días a través del chat de WhatsApp en el que participan los miembros del gabinete.

En La Moneda admiten que ya no hay espacio para más errores.

Desde el lunes 13 y durante toda la semana, funcionarios de la Secom han acompañado en todo momento a la nueva ministra de Cultura, Consuelo Valdés Chadwick, para apoyar su aterrizaje en una cartera que recibió a su tercer titular en cinco meses. Sin embargo, las críticas desde el oficialismo contra los asesores del segundo piso y la Secom no han disminuido.

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