La Antártica se despereza


Ya hemos dejado la Navidad detrás y nos encaminamos hacia el día de San Silvestre que marca el fin de una nueva vuelta alrededor del sol por parte de este pedrusco que llamamos hogar. Hasta la fecha Eolo sigue relativamente tranquilo lo que nos permite trabajar mientras lentamente las aguas de la bahía se calientan y poco a poco se acelera el derretimiento de la nieve y los glaciares que pueblan Isla Rey Jorge.

Este proceso que arranca cada primavera se intensifica durante el verano y hace que se encuentren dos mundos parecidos, pero distantes, cuando las saldas aguas del Océano Austral reciben el agua dulce que proviene del deshielo estival. A razón de las sales que portan, las aguas del océano son más pesadas que el agua dulce y por eso al derretirse la nieve y el hielo se tiende a formar una fina capa en la superficie del océano donde el agua dulce más ligera se mezcla con el agua de mar. Este efecto favorece que las aguas costeras antárticas se estabilicen formando una torta de varias capas cuyas capas vienen representadas por aguas con diferente temperatura y salinidad. Porque a la vez que entra el agua dulce en la superficie esta está recibiendo una gran cantidad de radiación solar durante días donde corresponde a un par de horas donde la luz se vuelve algo más tenue.

Mientras este proceso natural y sorprendente ocurre nosotros registramos las condiciones de bahía Fildes en un intento por aclarar las dinámicas que ocurren durante esta particular época del año y permiten que las microalgas queden ¨atrapadas¨ cerca de la superficie donde pueden recibir más luz, hacer más fotosíntesis, y por tanto crecer más.

Este año el poco viento favorece que se den estas condiciones, pero la gran cantidad de nubes frena y refleja hacia el espacio gran cantidad de la radiación que necesitan las microalgas que habitan nuestra bahía. Por eso de momento sólo observamos tímidos crecimientos de la población de microalgas. Algo está cambiando en nuestras aguas como obliga el cambio de estación, pero como ya intuíamos este año el cambio está siendo más gradual y tímido que los años anteriores. Perezosa bahía Fildes se resiste a abandonar la primavera durante este verano tímido y dubitativo.

No obstante, esto que a priori pareciese ser un resultado poco interesante, no lo es. En general, los científicos que observamos y estudiamos cómo funciona la Tierra necesitamos mantener nuestras observaciones por periodos de tiempo medianos o largos con la esperanza de poder recoger todas las condiciones que se pueden dar en la caprichosa naturaleza. Por eso tener una situación diferente a los 2 años anteriores nos resulta de gran utilidad a la hora discernir las dinámicas que registramos y discernir qué factores son los que gobiernan estas dinámicas.

Así que mientras la fortuna nos acompañe y el viento no haga acto de presencia seguiremos aprovechando para trabajar de continuo y salir a la mar cada día. Los días se amalgaman en una masa informe de ciclos con una secuencia que consiste en: recoger datos y muestras, regresar al laboratorio a analizar y procesar lo recolectado para a continuación limpiar todos los materiales y equipos y dejarlos listos para la siguiente salida. El cansancio, los cortes, morados y el frío se acumulan a medida que más días pasan a formar parte de la masa informe, pero no podemos desaprovechar la ocasión porque luego nunca sabemos cuándo se puede torcer todo y tener que pasar una semana sin salir al mar por malas condiciones.

Debemos aprovechar mientras las fortunas nos sonríen y por eso escribo estas líneas agotado a las dos de la madrugada mientras el resto de la base Julio Escudero. No es que sea masoquista, o quizás un poco sí, si no que mañana debemos salir de nuevo al agua y este fue el único momento que encontré para contarles cómo cambia la situación en las aguas de nuestra bahía, y narrarles el bonito encuentro que tuvimos hoy.

Un día incómodo para trabajar, con el mar movido y un frío gélido y pertinaz que buscaba cualquier centímetro de piel expuesta para hacérnoslo pagar caro. Con el movimiento del mar las aguas se han mezclado haciendo que el agua superficial esté más fría, lo que paga todo mi cuerpo, pero especialmente mis manos, mientras trabajo en la popar del bote.

A veces hay que sufrir para conseguir los datos, pero debemos aprovechar cada ocasión con lo caro que sale llegar hasta aquí en tiempo y dinero invertido. Así estábamos luchando por no perder toda la sensibilidad en nuestras manos mientras encerrábamos agua de mar en frascos de variados tamaños, colores y materiales, cuando por detrás del barco un sonido muy fuerte nos sobresaltó a todos. Y es que a muy pocos metros de la popa del bote habían emergido a respirar cuatro ballenas jorobadas de diversos tamaños y edades.

Poseidón premió nuestros sacrificios y las ballenas se dedicaron a dar vueltas cerca del bote durante las próximas 2 horas mientras trabajamos en las cercanías del glaciar Collins. Obviamente el trabajo en la popa del bote no paró, como ya dije no era el día más agradable de todos, pero no está mal tener estas visitas en la oficina de verano. Para quienes se preguntan porque volvemos año tras año si los sacrificios son muchos y las condiciones no son las más cómodas, pues regresamos porque las preguntas que nos trajeron hasta aquí nos parecen lo suficientemente importantes como para ser dignas de nuestros sacrificios. No les mentiré, aunque estudiemos las microalgas antárticas, días como hoy nos dan la energía suficiente para continuar, aunque sean las 2:11 am y los párpados no hagan más que cerrarse mientras aporreo este teclado.

Es hora de cerrar el boliche por hoy, porque mañana será otro día, otra muestra, otro dato y otra pieza que encajar dentro este puzle desafiante, dinámico, misterioso y apasionante que es la Antártica.

* El Dr. Juan Höfer, es oceanógrafo del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh) y académico de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV).

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