“Entre indígenas, fantasmas y el diablo”: estudio rescata dos olvidados fuertes coloniales en el sur

Plano del Abate Molina en su “Compendio de la historia geográfica, natural y civil del reino de Chile” de 1795 de los fuertes Ballenar y Principe Carlos.

Investigación está desentarrando la historia y los restos de los fuertes coloniales Ballenar de Antuco y Príncipe Carlos en la Región del Biobío, dos de los pocos fuertes coloniales en Chile de los que aún se conservan restos.


Las ruinas del fuerte Ballenar de Antuco, ubicadas a 13 kilómetros de la laguna del Laja, en la región del Biobío, constituyen uno de los últimos fuertes del sistema territorial de defensa durante la Colonia que corría a lo largo de la frontera en esa zona. Su construcción fue encargada, hacia el final de la Colonia española, en 1787, por el entonces intendente de Concepción, Ambrosio O’Higgins.

La edificación incluía una planta hexagonal, más larga que ancha, que se adaptaba al montículo cordillerano de 15 metros que lo levantaba del suelo. Un muro de contención de piedra, bajo y sin mortero, definía la terraza en que se emplazaban las fundaciones de un pabellón solitario, antiguo cuartel y refugio de la reducida guarnición de este puesto colonial de frontera.

Además, la rampa de acceso permitía que los caballos subieran a la pequeña meseta, antiguamente rodeada de una empalizada de pellines hoy desaparecida, mientras que el foso, perpendicular al río Laja, el que incluso tenía un puente levadizo, según consta en las crónicas, lo que aislaba este enclave de posibles ataques de grupos pehuenches que descendían de la cordillera. Dentro del área protegida quedaba el pozo de agua fresca, ubicado a los pies del pequeño promontorio.

Muro de contención y escalinata de acceso al fuerte.

Esta estructura hoy pertenece a la Universidad Católica, un bien patrimonial adquirido en el contexto de un proyecto de investigación ligado a su nuevo Magíster Interdisciplinario en Patrimonio Cultural.

A cargo de Roberto Campbell, antropólogo y académico de la Escuela de Antropología de la Universidad Católica, la investigación, que también estudia la historia del fuerte Príncipe Carlos, lleva como nombre “La frontera andina del Reyno de Chile: Los Fuertes Coloniales Ballenar de Antuco y Príncipe Carlos”.

Considera arqueología y antropología social, el estudio ha permitido analizar material arqueológico que fue excavado en el lugar en 1990, hacer nuevas excavaciones y entrevistar a personas de las localidades donde están los fuertes respecto a su patrimonio, historia y leyendas locales.

Plano de Juan de Ojeda de 1793 del fuerte Ballenar.

“El plan a largo plazo es montar una infraestructura que permita un posicionamiento territorial de la universidad en esta zona y que conlleve a que diferentes disciplinas puedan desarrollar proyectos desde allí. La zona de Antuco es un área de interés, no solo patrimonial e histórica, sino también, por ejemplo, natural, por su cercanía al Parque Nacional Laguna del Laja y al volcán Antuco”, señala Campbell.

En lo inmediato, añade, “durante 2023, a través del proyecto del Fondo del Patrimonio Cultural 49877, un equipo interdisciplinario que combina arqueología, antropología social y arquitectura, se encuentra investigando los fuertes coloniales cordilleranos del Biobío. El objetivo de este proyecto es estudiar y comprender estos espacios y su territorio desde su historia pasada (lo que fueron), desde el presente (lo que significan para los actuales habitantes) y proyectando su futuro”.

“Entre indígenas, militares y el Diablo”: revelan antiguas historias de dos fuertes coloniales

El fuerte Ballenar fue mandado a construir para controlar el tránsito pehuenche desde la cordillera y las pampas trasandinas hacia el valle central. Hacia 1830 el fuerte ya se encontraba abandonado.

En 1990 el arqueólogo Mario Orellana de la Universidad de Chile condujo las primeras y únicas -hasta 2023- investigaciones arqueológicas en el fuerte Ballenar. “En ese marco se realizaron excavaciones en diferentes sectores del antiguo fuerte, obteniendo casi exclusivamente restos de cerámica. Junto con esto, un hallazgo sumamente interesante fue la recuperación de varios pedazos de troncos enterrados y que habrían formado parte de la empalizada de madera que tenía. Prácticamente no se obtuvieron restos de origen europeo, como loza o metales”, señala Campbell.

Área plana donde se encontraba el fuerte, al fondo se puede ver el Volcán Antuco.

“Lamentablemente estos restos no fueron investigados en detalle en su momento. Por ello, en vista a subsanar esa situación, es que en el marco del actual proyecto se están analizando esos restos, y también se realizaron muy acotadas nuevas excavaciones. Esta información está actualmente en estudio”, añade.

¿Existen leyendas locales asociadas al lugar? “Con relación a los fuertes, solo hay algunas leyendas sobre apariciones cercanas al fuerte Ballenar en Antuco donde algunos vecinos de éste aseguran haber visto a una persona con ropajes militares de época y a una mujer indígena rondando en las cercanías”, explica el investigador.

Respecto al fuerte Príncipe Carlos en Santa Bárbara, agrega, “no se recopiló ninguna leyenda en particular, pero las personas más jóvenes entrevistadas si destacaron como patrimonio el Cerro del Diablo localizado en Quilleco, donde se cuentan leyendas sobre apariciones de luces rojas en la zona, así como la historia de que a un cura que predicaba en la zona se le apareció el diablo y lo maldijo, y por ese motivo se le otorga este nombre a dicho lugar”.

Revelan antiguas historias y arquitectura de fuertes coloniales en el sur

Este sitio tiene un valor particular, ya que es uno de los pocos fuertes coloniales de los cuales hay aún restos. Además, fue el punto fronterizo que separó el mundo hispano del indígena, no solo dentro de Chile, sino también hacia el lado argentino. En aquella época, la fronteriza conocida solo llegaba hasta un poco más al sur de Mendoza. De allí en más, por ambos lados de la cordillera, el último istmo hispánico era el Fuerte Ballenar, indican los responsables de la iniciativa.

Campbell establece que cada fuerte operaba como un punto de control de las rutas tradicionales que usaban los pehuenches en sus viajes que conectaban la pampa trasandina con el valle central chileno, viajes en los que movilizaban ganado, además de traer sal y ponchos, todo para comerciar con los puestos y ciudades de la frontera como Concepción, Los Ángeles y Chillán.

En el caso del fuerte Ballenar la investigación destaca que aún se conserva parte de su arquitectura, representada por el muro de contención sobre el cual se edificó el fuerte, las fundaciones y el piso que el fuerte mismo tuvieron y parte de su foso. A través de una excavación arqueológica, los responsables del estudio encontraron seis peldaños enterrados, lo que revela la existencia de una antigua escalinata.

Excavación arqueológica al pie de la escalinata, que reveló la existencia de seis peldaños enterrados.

“El fuerte Príncipe Carlos, al parecer la construcción fue completamente en material perecible, pues lo único que se ha conservado han sido sus fosos. De todas formas, sorprende que pasados más de 200 años desde su abandono, éstos aún subsistan”, añade el investigador.

Existen muchas crónicas y evidencia de la época que indican que Ignacio Domeyko o Claudio Gay pararon en el fuerte Ballenar de camino a Argentina, o que, incluso, muchas personas hicieron el largo viaje desde Concepción a Buenos Aires pasando por ese sitio.

El trabajo que se desarrolla actualmente desde el Centro de Patrimonio y la Escuela de Antropología UC pretende dar visibilidad a este lugar ya que, tras cinco años, su proceso de declaratoria sigue sin novedades de parte del Consejo de Monumentos Nacionales.

Es importante señalar que el Fuerte Ballenar, así como el Fuerte Príncipe Carlos, ya son Monumentos Nacionales, bajo la categoría de Monumento Arqueológico. “Lo que resta, sin embargo, y que es un proceso que se inició en 2017, es su Declaratoria como Monumento Histórico, situación de la que sí gozan otros fuertes de la frontera del Biobío o los de Valdivia. La declaratoria como Monumento Histórico tiene la particularidad de que permite fijar un área clara de protección para el monumento. El proceso de declaratoria requiere que el Consejo de Monumentos Nacionales revise los expedientes presentados, que se realicen visitas a terreno para evaluaciones, y también llegar a acuerdos con los propietarios de los terrenos a modo de poder asegurar adecuadamente el resguardo de este patrimonio”, explica el académico.

Campbell indica que en ambos casos, a través del actual proyecto, hemos relevado que son las personas mayores de las comunidades aledañas a los antiguos fuertes quienes los perciben como lugares patrimoniales y de relevancia histórica-cultural, la situación es diferente con las personas más jóvenes.

Sin embargo, “al mismo tiempo, las mismas comunidades sienten como necesario el reconocimiento y trabajo de visibilización que se está realizando en vista a dar importancia a estos fuertes y que estos permanezcan en la memoria colectiva a través del tiempo. Estas situaciones son las que vuelven más urgente el esfuerzo por investigar, recuperar y dar a conocer la historia que se gestó en estos espacios de encuentro entre indígenas, españoles y chilenos, para así contribuir a crear un país y una ciudadanía conscientes de su patrimonio, incluso en un lugar aparentemente tan alejado como la cordillera del Biobío”, señala el antropólogo de la UC.

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