¿Cuántas mascarillas usan al día los chilenos? El país genera más de 4.000 toneladas de desechos mensuales por utilización de este implemento

Las mascarillas han sido de vital importancia en la pandemia, lamentablemente se han convertido en un elemento contaminante.

Las mascarillas, tan aplaudidas desde el punto de vista sanitario, se han convertido en un dolor de cabeza desde la mirada medioambiental. Expertos de ambos ámbitos analizan su impacto y consecuencias.


La pandemia provocada por el Covid-19 ya es conocida por todos. Sus consecuencias, en muchos casos fatales, han modificado y condicionado el desarrollo de todo el planeta. Para contrarrestarlo, las autoridades sanitarias establecieron una serie de medidas, las que finalmente han provocado que el virus disminuya, y las cosas, poco a poco, vuelvan a la normalidad.

Entre éstas, se encuentras las mascarillas, un implemento sanitario de vital importancia, considerado como una de las grandes herramientas para disminuir la posibilidad de contagio, además de otras como la vacunación o el distanciamiento físico.

Justamente las mascarillas, tan aplaudidas desde el punto de vista sanitario, se han convertido en un dolor de cabeza desde la mirada medioambiental. ¿Por qué? Según la Seremi de Medio Ambiente, si cada chileno usa dos mascarillas desechables al día, más de 30 millones serían utilizadas cada 24 horas, lo que genera el desecho de más de 4.000 toneladas de plásticos adicionales al mes.

Se trata de un contaminante biológico emergente que puede llegar a tardar más de 400 años en degradarse.

Es decir, ¿las mascarillas representan una solución o un problema? ¿O una mezcla de ambos?

Gary Stokes, fundador de OceansAsia, muestra algunas mascarillas halladas en una playa de la isla Lantau, en Hong Kong. Crédito: AFP.

Beatriz Arteaga, directora Escuela Técnico Nivel Superior de Enfermería de Universidad de Las Américas, explica que las mascarillas han sido claramente un elemento esencial para el combate de la pandemia, “y de muchas otras epidemias y pandemias mundiales a lo largo de la historia de la humanidad. Es indiscutible su importancia y eficacia para salvar vidas, y desde ahí por supuesto que es y seguirá siendo una solución. Es un elemento que nos seguirá acompañando por mucho tiempo más”.

Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago, señala que naturalmente para tomar una decisión, es necesario evaluar costos y beneficios. “Las mascarillas en desuso son una creciente fuente de desechos; sin embargo, presentan importantes ventajas en zonas en las que hay circulación viral importante y/o contaminación urbana alta”.

Francisco Correa, especialista en cambio climático e investigador del Instituto Iberoamericano de Desarrollo Sostenible de la Universidad Autónoma de Chile, establece que como ocurre con la mayoría de los elementos o productos que generan contaminación del ambiente, “el problema no son las mascarillas, que fueron diseñadas y fabricadas para un uso sanitario, con un tremendo beneficio para el control de enfermedades”.

El problema surge cuando el ser humano los usa de manera irresponsable, “sin ninguna estrategia para gestionar su destino final o reciclaje. Con el paso del tiempo, estos elementos van a fragmentarse en micro o nano plásticos, que no se descomponen, y que generan profundos daños a la flora, fauna y recursos hídricos”, continúa Correa.

Arteaga reconoce que es un desafío importante para los expertos y entendidos en contaminantes medioambientales, “buscar soluciones frente a este nuevo escenario. Pienso que es muy importante la educación a la población, para su correcto uso y su posterior deshecho y eliminación, ya que sin duda puede afectar al medioambiente”.

Actualmente, en gran parte de la Tierra, no es obligación usar mascarilla, ni en espacios abiertos, ni cerrados. En algunos países, como Chile, recién se comenzaron a adoptar algunas medidas públicas que apuntan a este camino. Se permite (dependiendo de la fase sanitaria en la que se encuentre cada región), estar en espacios abiertos sin mascarilla, siempre y cuando se pueda mantener por lo menos un metro de distancia con las demás personas. En espacios cerrados aún es un requisito.

Medidas de reciclaje

La mayoría de las mascarillas son capaces de filtrar partículas submicrométricas. “Esto hace que sean capaces de protegernos de la mayoría de virus que se transmiten a través del aire cuyo diámetro es del orden de décimos de micrómetros. Sin embargo, también las mascarillas nos protegen de respirar el material particulado fino emitido por los motores de combustión interna que envenenan el aire de nuestras ciudades”, establece Cordero.

Debido a la excesiva presencia de mascarillas en desuso, muchas de éstas en calidad de deshecho en medio de la naturaleza, es que han surgido una serie de medidas para reciclarlas. Una de estas iniciativas corresponde a la Municipalidad de Santiago, quienes en conjunto con CMPC, firmaron un acuerdo para reciclarlas, a través de 13 puntos donde se podrán depositar.

Una vez recolectadas, las mascarillas serán trasladadas a la planta Unidad de Desarrollo Tecnológico de la Universidad de Concepción, en la Región del Biobío donde se reciclarán, transformándolas en distintos productos plásticos, como bandejas o maceteros. “Nos enorgullece ser la primera comuna de la Región Metropolitana y la segunda a nivel país que genera un proceso para el reciclaje de mascarillas”, señaló Iraci Hassler, alcaldesa de la comuna.

Dado que probablemente su uso se extenderá por mucho tiempo más, es importante concientizar sobre su uso y desecho responsable. “Además se deben generar estrategias de recolección diferenciadas, que permitan su reciclaje, lo que posibilitaría extender la vida útil de estos materiales”, explica Correa.

Un hombre trota junto a una mascarilla en una playa de California. Crédito: AFP

Cordero añade que en las grandes urbes asiáticas, muy afectadas al igual que Santiago y el sur de Chile por la contaminación atmosférica, era habitual el uso de mascarillas antes de la pandemia.

Es esperable que mantener el uso de mascarillas en lugares cerrados durante la próxima temporada invernal, no solamente ayude a contener eventuales rebrotes virales, “sino que además ayude a muchos transeúntes a evitar respirar el carbono negro o hollín cuya concentración continúa en niveles altos en Santiago y en la ciudades del sur del país”, explica el climatólogo de la Usach.

Aunque la contaminación atmosférica, “y en particular de material particulado fino ha disminuido en alrededor de 40% en Santiago en las últimas dos décadas, la concentración de carbón negro aún se encuentra por encima de los valores recomendados por la Organización Mundial de la Salud”, señala Cordero.

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