Las empresas lidian con las matemáticas del cambio climático

Los inversionistas y reguladores quieren saber cada vez más cómo las empresas pueden afectar el clima o verse afectadas por él.


Desde la granja hasta el embotellador y el refrigerador del supermercado, un litro de Coca-Cola genera 346 gramos de emisiones de dióxido de carbono, según muestran los datos de la compañía.

Eso es menos de la mitad de la huella de carbono de 771 gramos entre el árbol y el inodoro de un megarrollo de papel higiénico Charmin Ultra Soft, según lo medido por el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales, un grupo ambientalista.

Matemáticas como esa se están convirtiendo, rápidamente, en obligatorias. Los inversionistas están aumentando la presión sobre las empresas para que revelen las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con sus productos y servicios. Los reguladores también están empezando a preguntar sobre eso. En los próximos dos años, todas las empresas públicas de Estados Unidos podrían estar obligadas a informar sobre sus impactos climáticos.

Tal esfuerzo sería la mayor expansión potencial en la divulgación corporativa desde la creación de las reglas de la Gran Depresión sobre las divulgaciones financieras que sustentan las declaraciones corporativas modernas. Ya ha provocado un confuso tumulto en el que empresas, reguladores y ecologistas discuten sobre la forma correcta de contabilizar el carbono.

Los reguladores estadounidenses y europeos ya exigen, o se espera que exijan, que las empresas públicas divulguen sus emisiones de gases de efecto invernadero. Eso podría incluir las emisiones producidas por sus proveedores y clientes.

Los reguladores también quieren una mejor divulgación de los riesgos relacionados con el cambio climático para las empresas abiertas. Estos pueden variar desde efectos físicos, como efectos de condiciones climáticas extremas, hasta riesgos financieros, como si un activo de combustible fósil, como una mina de carbón, pierde valor.

“Cuando se trata de divulgación, los inversionistas nos han dicho lo que quieren”, afirmó el presidente de la Comisión de Bolsa y Valores (SEC por sus siglas en inglés), Gary Gensler, en un discurso la semana pasada. “Ha llegado el momento de que la comisión tome la batuta”.

Las demandas de algunos inversionistas de obtener más y mejor información relacionada con el cambio climático tienen un peso cada vez mayor a medida que aumenta la popularidad de los productos financieros “verdes”. Unos US$51.000 millones se invirtieron en fondos mutuos sostenibles de Estados Unidos y fondos negociables en bolsa el año pasado, según el proveedor de datos Morningstar Inc. Eso fue casi 10 veces el nivel de 2018 y representó casi una cuarta parte del efectivo que se destinó a todos los fondos de acciones y bonos de Estados Unidos el año pasado, afirmó Morningstar.

La SEC está trabajando en una posible regulación de divulgación climática y ha buscado comentarios públicos. Tiene el respaldo de la Casa Blanca, que ha pedido recortes drásticos en las emisiones de gases de efecto invernadero. Los países de Europa ya exigen que las empresas que hacen negocios allí cumplan con las demandas de los gobiernos respecto de la divulgación climática.

La SEC y otros reguladores dicen que el cambio climático plantea riesgos específicos para las empresas de los que se debe informar a los inversionistas. Entre ellos está el riesgo de que las empresas que producen una gran cantidad de gases de efecto invernadero puedan ser evitadas por algunos prestamistas, aseguradoras o inversionistas, ya sea porque esas partes ven a las empresas como perjudiciales para el medioambiente o porque consideran que los negocios de las empresas son vulnerables. Un panel científico que trabaja bajo los auspicios de las Naciones Unidas declaró en un informe el lunes que los efectos de un clima más cálido son impulsados inequívocamente por las emisiones de gases de efecto invernadero de la actividad humana.

Al igual que el recuento de calorías en los menús, los datos climáticos se diseñarían para ayudar a los compradores de acciones a saber lo que están obteniendo. Y, dicen los defensores de la divulgación obligatoria, un mandato estadounidense estandarizaría lo que ahora es una mezcolanza confusa.

Las empresas ya están proporcionando voluntariamente datos medioambientales de gran valor. Están respondiendo a solicitudes de información de inversionistas interesados en negocios que tienen buenos antecedentes ambientales, sociales y de gobernanza, o ESG. Las firmas de calificación usan la información de la compañía para ayudar a crear calificaciones ESG, las que son ampliamente seguidas por los inversionistas.

Actualmente, las calificaciones son inconsistentes e incompletas, una indicación del trabajo que queda por delante. Un análisis del The Wall Street Journal de las calificaciones de ESG emitidas para casi 1.500 empresas por tres firmas de calificación encontró que casi dos tercios —942 compañías— obtuvieron diferentes calificaciones de distintos calificadores. El Journal recopiló calificaciones de los sitios web de tres empresas de calificación prominentes en mayo —Refinitiv Holdings Ltd., MSCI Inc. y Sustainalytics— e identificó 1.469 compañías calificadas por las tres.

Casi un tercio de las empresas fueron consideradas líderes de ESG por una o más firmas de calificación, pero uno u otro evaluador las calificó como rezagadas de ESG. Las calificaciones crediticias, por el contrario, son en general consistentes. El gigante petrolero Chevron Corp. obtuvo las mejores calificaciones por “excelente desempeño relativo a los ESG” de Refinitiv, una unidad de London Stock Exchange Group PLC. MSCI otorgó a Chevron una calificación promedio. Y Chevron obtuvo la peor calificación posible denominada de “riesgo severo” de Sustainalytics, propiedad de Morningstar.

Una de las razones de la diferencia: el puntaje que otorga Refinitiv pone más peso en los problemas sociales, como la diversidad de la fuerza laboral, en vez de ver la dependencia de los combustibles fósiles de Chevron, según mostró el análisis del Journal. “Todos los proveedores de calificaciones miden cosas diferentes”, afirmó Julia Giguere-Morello, directora de investigación de ESG en MSCI. “Algunos están mucho más centrados en el riesgo, algunos se centran en el impacto, algunos se basan en valores”.

Lisa Epifani, gerente de ESG y sostenibilidad de Chevron, afirmó que los puntajes de ESG deberían “venir con una pequeña advertencia” de que las diferentes metodologías pueden llevar a puntajes muy variados. Una sola puntuación ESG general “podría pintar una imagen muy imprecisa de una empresa”, sentenció.

Otro dolor de cabeza para los inversionistas que intentan elegir acciones ecológicas es la variación en la forma en que las empresas reportan la información climática. La mayoría de las 500 empresas abiertas estadounidenses más grandes elaboran informes anuales de sostenibilidad. Los brillantes documentos comparten el gusto por las fotos de empleados felices y plantas espectaculares. La calidad y amplitud de sus datos difieren significativamente y de eso se audita muy poco.

Twitter Inc., que dice que quieren ser “buenos administradores de nuestro planeta”, no divulga sus emisiones de gases de efecto invernadero ni da un objetivo numérico para reducirlas. Dice que establecerá un objetivo dentro de dos años. Mientras tanto, Twitter destaca los esfuerzos que ha realizado, como retirar 70.000 cepillos de dientes de plástico de sus oficinas. Por el contrario, el informe de 96 páginas de Microsoft Corp. desglosa sus emisiones en más de una docena de categorías, incluidas las que resultan del consumo de energía, el transporte, los desplazamientos de los empleados y el uso y eliminación de sus productos. Una vocera de Twitter se negó a comentar. Microsoft afirmó que está “comprometido con la transparencia en materia de sostenibilidad”.

Berkshire Hathaway Inc., liderada por Warren Buffett, destaca por la escasez de su divulgación. No informa los riesgos generales relacionados con el cambio climático. Su unidad de Berkshire Hathaway Energy, que posee servicios públicos y plantas de carbón, dijo en un informe de sostenibilidad de tres páginas: “Nos esforzamos por lograr cero emisiones netas de gases de efecto invernadero”. No puso fecha al objetivo.

Cathy Woollums, directora de sostenibilidad de Berkshire Hathaway Energy, dijo que planea cerrar todas las unidades alimentadas con carbón y tener emisiones “mínimas” de gases de efecto invernadero para 2050. Berkshire Hathaway Inc. no quiso hacer comentarios.

Tesla Inc. divulga las emisiones del ciclo de vida de su auto Model 3, pero no las emisiones de la empresa en su conjunto. Procter & Gamble publica datos de dióxido de carbono en toda la empresa, pero no para productos individuales. Coca-Cola Co. hasta hace poco estableció un objetivo anual para reducir las emisiones de dióxido de carbono de la “bebida en la mano” relacionadas con la producción, venta y consumo de una sola de sus bebidas. Desde entonces, ha cambiado a un objetivo de reducir las emisiones totales.

Para calcular la huella de carbono de Charmin Ultra Soft de P&G, el grupo medioambiental Natural Resources Defense Council utilizó una calculadora de un grupo de defensa ecológico llamado Environmental Paper Network. Una vocera de P&G afirmó que la huella de su producto se basó en “datos generales no específicos de las cadenas de suministro, fabricación o eliminación de P&G”.

Un vocero de Environmental Paper Network dijo que su calculadora, que usa promedios de la industria, es “una herramienta independiente, confiable y basada en la ciencia”.

Las emisiones de gases de efecto invernadero se dividen en tres categorías, según un marco internacional ampliamente utilizado. Las que resultan de las operaciones de la empresa se denominan Alcance 1. También existen emisiones de Alcance 2, resultantes de la energía que compra la empresa. Para algunas empresas, las más problemáticas de calcular son las de Alcance 3: emisiones que están relacionadas con sus productos, pero producidas por sus empleados, proveedores y clientes, como, por ejemplo, las emitidas durante el transporte de los proveedores.

Estos son un “tremendo desafío” de medir, afirmó Walt Disney Co. en un informe reciente sobre sus objetivos ambientales para 2030, pero no obstante, apunta a comenzar a informarlos a fines del próximo año. La compañía de energía EOG Resources Inc. dijo en su informe de sostenibilidad de 2019 que “no cree que sea capaz de calcular las emisiones de Alcance 3 con la precisión y el rigor que normalmente se requiere para los datos que EOG informa públicamente”.

Coca-Cola, al calcular las emisiones de los viajes de negocios de los empleados, solo considera los vuelos; Verizon Communications Inc. incluye viajes aéreos y en tren; AT&T Inc. cuenta las emisiones de los viajes en avión, tren y auto de los empleados y está considerando agregar viajes con compañías de viajes compartidos (como Uber o Didi).

Ben Jordan, director senior de política ambiental de Coca-Cola, dijo que para una corporación global, los viajes aéreos son mucho más importantes que cualquier otro modo de viaje. Verizon afirmó que planea expandir sus informes a las emisiones del arriendo de autos, taxis y hoteles. AT&T no quiso comentar.

Gensler, de la SEC, dijo en su discurso la semana pasada que le pidió al personal que recomendara cómo las empresas podrían divulgar sus emisiones de Alcance 1 y Alcance 2, “junto con si divulgar o no las emisiones de Alcance 3 y, de ser así, cómo y bajo qué circunstancias”.

El Sustainability Accounting Standards Board, un organismo que establece estándares sin fines de lucro que se sigue ampliamente, dice que es probable que el riesgo climático afecte significativamente a 68 de las 77 categorías de la industria que cuenta, lo que equivale al 89% del valor de mercado de las empresas de S&P Global 1200, o aproximadamente US$45,2 billones.

Algunos administradores de activos dicen que buscan datos climáticos porque quieren invertir en negocios que puedan adaptarse al cambio climático. “Nuestro objetivo es eliminar el riesgo de los portafolios de nuestros clientes”, afirmó Jonathan Bailey, director de inversiones de ESG en Neuberger Berman Group LLC.

Las empresas tomarían la divulgación climática más en serio, y sería más precisa, si fuera ordenada y verificada por una parte externa, afirmó Rick Love, quien se retiró el año pasado como director de sustentabilidad ambiental en United Technologies Corp. poco después de su fusión con Raytheon Co.

Una revisión del Journal de los informes climáticos de las 50 compañías más grandes en el S&P 500 encontró que la mayoría usaba un auditor externo para algunos de los datos que informaron voluntariamente, pero la verificación fue significativamente menos completa que para los estados financieros.

La SEC parece decidida a utilizar su poder de elaboración de normas para imponer orden a la libertad actual. Gensler dijo en su discurso la semana pasada que le pidió al personal de la agencia que preparara propuestas de normas para la divulgación obligatoria de riesgos climáticos para finales de año. Una solicitud de la SEC de comentarios sobre cómo debería proceder obtuvo más de 550 respuestas. Tres de cada cuatro respaldaron la divulgación obligatoria, según el discurso de Gensler. Algunas empresas vieron la divulgación climática requerida como una solución a las incansables solicitudes que reciben de grandes inversionistas y empresas de calificación de datos ESG.

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