Los robots vienen por mi trabajo

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Las herramientas de IA generativa, incluidas las desarrolladas por la startup OpenAI, tienen potencial para sustituir a algunos trabajadores. FOTO: GABBY JONES/BLOOMBERG NEWS

¿Podría el ChatGPT acabar con millones de empleos profesionales, incluidos los periodistas?. La automatización ha ido desplazando mano de obra continuamente durante siglos, pero históricamente se cobraba su peaje en el trabajo rutinario y repetitivo. La IA generativa, por el contrario, golpea a los profesionales bien remunerados con estudios universitarios.


Durante siglos, las nuevas olas de automatización han sido recibidas con predicciones de pérdida generalizada de empleo y trastornos convulsivos. Durante siglos, las predicciones han sido erróneas.

¿Podría ser diferente con la inteligencia artificial (IA)? El peso de la historia dice que no. Pero el carácter revolucionario de ChatGPT nos pide que lo reconsideremos.

La IA lleva años infiltrándose en nuestras vidas, como por ejemplo completando nuestras frases en correos electrónicos y búsquedas en Internet. Sin embargo, pasar de esas repeticiones a la “IA generativa” como ChatGPT, es como pasar del control de crucero dinámico a la conducción autónoma total. ChatGPT puede responder a preguntas de formas que creíamos exclusivas de los humanos, de forma más rápida y barata.

Un puñado de experimentos apuntan al asombroso potencial de la IA generativa para sustituir a los trabajadores. Con ChatGPT, profesionales como redactores de subvenciones, analistas de datos y profesionales de recursos humanos pudieron producir comunicados de prensa, informes breves y correos electrónicos en un 37% menos de tiempo, 10 minutos menos de promedio, y con resultados superiores, según un estudio de Shakked Noy y Whitney Zhang, estudiantes de doctorado del Instituto Tecnológico de Massachusetts.

En otro experimento del investigador de Microsoft Corp. Sida Peng y tres coautores, los programadores que utilizaron una herramienta basada en un modelo desarrollado, como ChatGPT, por la startup OpenAI, redujeron a más de la mitad el tiempo necesario para programar un servidor web.

Son resultados que cambian las reglas del juego. Los economistas de Goldman Sachs Group Inc., generalizando a toda la economía, concluyen que la IA generativa podría aumentar el crecimiento de la productividad laboral -el pilar básico del crecimiento económico- en casi 1,5 puntos porcentuales al año, una duplicación de facto de su tasa actual.

Una mayor productividad significa que algunos trabajadores, o tipos de trabajo, dejarán de ser necesarios. La automatización ha ido desplazando mano de obra continuamente durante siglos, por supuesto, pero históricamente se cobraba su peaje en el trabajo rutinario y repetitivo. La IA generativa, por el contrario, golpea a los profesionales bien remunerados con estudios universitarios justo en su capital humano.

Investigadores de Open AI y de la Universidad de Pensilvania pidieron a un equipo de humanos y a un modelo similar a ChatGPT que evaluaran qué ocupaciones estaban más expuestas a la IA generativa. Se consideró que algunos trabajos, como los de friegaplatos, mecánico de motocicletas y cocinero, no estaban expuestos. Las profesiones más vulnerables eran los matemáticos, los intérpretes y los diseñadores web. Un 19% de todos los trabajadores podrían ver afectadas al menos la mitad de sus tareas, concluía el estudio. Entre las ocupaciones potencialmente expuestas al 100%: periodista.

Parafraseando el viejo dicho sobre recesiones y depresiones, la disrupción tecnológica es cuando tu vecino se queda sin trabajo; el apocalipsis robótico es cuando tú te quedas sin trabajo. Los profesionales, incluidos los que escriben columnas para ganarse la vida, conocen ahora el miedo a la obsolescencia que ha acechado a los obreros durante generaciones. Puede que sea una coincidencia, pero los despidos de estos días afectan más a los primeros que a los segundos.

Naturalmente, hay advertencias. ChatGPT comete errores: me remitió a un estudio inexistente mientras investigaba esta columna. Pero que ChatGPT sea “correcto” no viene al caso.

“Lo que un gran modelo lingüístico intenta no es dar respuestas correctas, sino respuestas agradables”, afirma Jim Manzi, socio de Foundry.ai, que desarrolla aplicaciones de IA para empresas. “Su trabajo es antropomorfizar, dar respuestas que gusten a la gente”, agrega.

Toda IA hace esto: un algoritmo diseñado para encontrar una foto de un perro se entrena con imágenes que los humanos dicen que se parecen a los perros; no es, en un sentido objetivo, “correcto”.

Ésta es una buena razón para no tratar nada de lo que te diga ChatGPT como una verdad objetiva. (La leyenda de la ciencia ficción Isaac Asimov ya lo anticipó. En su cuento de 1941 “¡Mentiroso!”, un robot telepático le dice a la gente cosas que no son ciertas para evitar herir sus sentimientos, con trágicos resultados).

Pero lo mismo ocurre con muchas cosas que dicen los humanos. Una opinión legal o médica, un programa de estudios universitarios o una columna en un periódico no son objetivamente correctos o incorrectos, así que ¿por qué no podría una IA acercarse a ello? Y con el tiempo, ChatGPT cometerá menos errores, de hecho. Al parecer, la última versión obtiene 150 puntos más en el SAT que la anterior. Para hacer frente a su mal rendimiento en álgebra básica, algunas versiones vienen con un chatbot especializado en matemáticas.

Es cierto que la IA puede ser peligrosa. Puede engañar a la gente, difundir o amplificar discursos divisivos o de odio, o tomar decisiones que no corresponden a los humanos. Pero todas las innovaciones conllevan aspectos negativos; sólo en unos pocos casos, como las criptomonedas y el fentanilo, eclipsan los beneficios. En cualquier caso, no es probable que estas preocupaciones frenen el desarrollo cuando hay tanto dinero por hacer y China va a toda velocidad.

Así que hay muchas razones por las que ChatGPT podría acabar con más puestos de trabajo que las innovaciones del pasado. Sin embargo, la mayoría de las pruebas siguen apuntando en la dirección contraria.

Las predicciones sobre las repercusiones de la tecnología en el mercado laboral son notoriamente erróneas. Experimentos como los relacionados con la IA no suelen reproducirse en el mundo real. Hace casi dos décadas, la llegada de las conexiones internacionales de fibra óptica llevó a algunos estudiosos a estimar que una quinta parte de los puestos de trabajo estadounidenses, como el de radiólogo, podrían deslocalizarse. No ocurrió nada parecido. Hace una década, los economistas empezaron a advertir que los camiones autoconducidos privarían a millones de licenciados de empleos bien remunerados. Hoy, hay más camioneros que nunca y los empresarios piden más.

A menudo, la tecnología no es lo suficientemente buena o las tareas humanas son demasiado complicadas para ser sustituidas. La regulación y la inercia se interponen en el camino, por lo que el impacto se desarrolla a lo largo de muchos años y no puede detectarse en medio de otras innumerables fuerzas en acción.

En palabras de Joshua Gans, economista especializado en IA de la Universidad de Toronto: “Los cambios tecnológicos convierten algo que era escaso en algo abundante” y, en el proceso, “nos revelan cuál es el valor real de esas cosas”. El mayor valor de los periodistas, dijo, estará en hacer buenas preguntas y juzgar la calidad de las respuestas, no en escribir los resultados.

Las hojas de cálculo facilitaron y abarataron el análisis matemático intensivo y, en consecuencia, propiciaron la creación de innumerables tareas y profesiones nuevas. Los grandes modelos lingüísticos podrían dar lugar a una explosión de aplicaciones que requieren la síntesis de grandes cantidades de información en una prosa útil. Gans y un colega están desarrollando un chatbot entrenado en materiales de lectura de cursos y transcripciones de conferencias al que los estudiantes pueden plantear preguntas como lo harían a un ayudante de cátedra, un trabajo para el que la universidad tiene poco presupuesto.

“Como casi todas las IA, veremos cómo las máquinas sustituyen partes del trabajo”, afirma Manzi. “A medida que las máquinas vayan sustituyendo más y más tareas humanas, los humanos tendrán que ir por delante de las máquinas. En la historia de la humanidad, siempre ha sido así”, añade.

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