China aumenta la presión sobre las empresas extranjeras

Las autoridades chinas anunciaron en marzo una investigación sobre ciberseguridad en Micron Technology, que tiene oficinas en Shanghai. FOTO: QILAI SHEN/BLOOMBERG NEWS

Detenciones, redadas y visitas inesperadas desmienten la invitación de Beijing a los inversores extranjeros. El gobierno ha ampliado su ley de espionaje para contrarrestar las amenazas extranjeras percibidas, permitiendo incluso la inspección del equipaje y los dispositivos electrónicos de los sospechosos de espionaje, lo que aumenta significativamente los riesgos para las empresas occidentales que operan en China.


Las autoridades chinas se han embarcado en una campaña para someter a las empresas extranjeras, apenas unos meses después de que Beijing lanzara un mensaje de apertura a los inversores mundiales.

En las últimas semanas, las autoridades chinas han interrogado por sorpresa al personal de la oficina de Shanghái de la consultora Bain & Co., han iniciado una revisión de la ciberseguridad de las importaciones del fabricante de chips Micron Technology Inc., han detenido a un empleado de la farmacéutica japonesa Astellas Pharma Inc. y han hecho una redada en la oficina de Beijing de la empresa estadounidense de diligencia debida Mintz Group.

El gobierno ha ampliado su ley de espionaje para contrarrestar las amenazas extranjeras percibidas, permitiendo incluso la inspección del equipaje y los dispositivos electrónicos de los sospechosos de espionaje, lo que aumenta significativamente los riesgos para las empresas occidentales que operan en China.

En los últimos años, Xi Jinping, líder chino en su tercer mandato y que desde hace tiempo desconfía de las fuerzas capitalistas, ha emprendido una campaña para frenar al sector privado chino. A medida que China se prepara para una mayor competencia con Estados Unidos, el gobierno está cambiando ahora su enfoque para hacer que las empresas estadounidenses y otras extranjeras se pongan a la cola.

Ejecutivos de empresas que han consultado a las autoridades chinas afirman que uno de los principios básicos de esta iniciativa es el deseo de controlar más estrictamente el discurso sobre la gobernanza y el desarrollo de China, y limitar la información recopilada por empresas extranjeras, como auditores, consultores de gestión y bufetes de abogados, que podría influir en la forma en que el mundo exterior ve a China.

Eso ha preocupado a la comunidad empresarial occidental, que confía en información creíble y en un servicio profesional para evaluar los riesgos en China.

“La comunidad empresarial necesita necesariamente información”, afirmó Lester Ross, abogado afincado en Beijing y presidente del comité de política de la Cámara de Comercio Americana en China. “Por tanto, existe el riesgo de que la gente no pueda, en nombre de sus empresas, recabar información suficiente por miedo a ser tachada de agente de espionaje”, sostuvo.

Algunos empresarios extranjeros dicen que les preocupa que la nueva redacción de la ley de espionaje signifique que muchos temas, desde el estatus de Taiwán al historial de derechos humanos de China o tecnologías como los semiconductores, estén ahora fuera de los límites de las conversaciones con sus homólogos chinos.

Los recientes problemas de las empresas extranjeras en China suscitan críticas en Washington. El representante Mike Gallagher, republicano de Wisconsin que preside un comité del Congreso sobre el Partido Comunista chino, declaró el jueves: “Nuestros líderes empresariales deben quitarse la venda dorada de los ojos y reconocer que las recientes redadas policiales de las empresas estadounidenses Bain y Mintz no son casos aislados, sino parte de una larga y orgullosa tradición de explotación”.

La embajada china en Washington no hizo comentarios de manera inmediata.

Según personas relacionadas con las ideas del gobierno, esta presión se debe a la convicción cada vez más arraigada entre los dirigentes chinos de que el capital extranjero, aunque importante para el auge económico de China, no es totalmente fiable. Este punto de vista ha ganado fuerza en el último año, especialmente desde que Estados Unidos prohibió en octubre la venta a China de tecnología de fabricación de chips de alta gama, y los funcionarios chinos creen que algunas empresas, como Micron, están detrás de la medida estadounidense.

Micron ha señalado que defiende la seguridad de sus productos y que está en comunicación con el regulador chino de ciberseguridad.

Xi ha dejado especialmente claras sus prioridades en los últimos meses. En octubre, al inaugurar el Congreso del Partido Comunista, indicó que uno de sus principales objetivos para los próximos cinco años, en medio de las crecientes tensiones entre China y el Occidente liderado por Estados Unidos, es construir una economía geopolíticamente resistente que dependa mucho menos de los mercados y la tecnología extranjera.

Durante la sesión legislativa anual realizada en marzo, el líder apuntó directamente a Estados Unidos, culpando a lo que denominó una campaña de Washington para reprimir a China de los recientes problemas de desarrollo a los que se enfrenta el país. Ha hecho de la capacidad para luchar contra las sanciones occidentales, en particular las restricciones a la capacidad de China para avanzar en tecnologías estratégicas, una medida de rendimiento para sus subordinados.

Pero la ofensiva de Xi contra las empresas extranjeras podría poner en peligro los objetivos de crecimiento del gobierno en un momento en el que algunos altos funcionarios temen que el aumento de las tensiones geopolíticas aleje a los inversores y a las empresas extranjeras.

En el foro económico de Davos en enero, por ejemplo, el entonces viceprimer ministro Liu He, el principal asesor económico de Xi durante la última década, expresó tales preocupaciones en una reunión con el presidente ejecutivo de BlackRock, Larry Fink, y pidió su consejo sobre cómo evitar que el capital extranjero se vaya, según personas con conocimiento del asunto. BlackRock no hizo comentarios.

Li Qiang, el primer ministro elegido por Xi, trató a finales de marzo de reforzar la confianza de las empresas extranjeras en un foro económico de alto nivel realizado en la isla meridional china de Hainan. Li calificó a China de “ancla de la paz mundial” y se mostró optimista sobre la recuperación económica del país.

Los funcionarios chinos que participan en los debates políticos afirman que Beijing no tiene intención de expulsar a las empresas extranjeras y las ha animado a ampliar su producción en China. Pero también manifiestan que, a cambio de su acceso al mercado chino, esas empresas deberían contribuir mejor al desarrollo del país.

Una opinión muy extendida entre los dirigentes de Beijing, dicen los funcionarios, es que la mayoría de las multinacionales no pueden permitirse perder la capacidad de vender y producir en China.

No todas las empresas son tratadas con recelo. Tesla Inc, cuya fábrica de vehículos eléctricos en Shanghai ha contribuido a impulsar el sector de los vehículos eléctricos en China, está ampliando sus operaciones con una gran fábrica de baterías.

Los dirigentes chinos consideran desde hace tiempo que Wall Street es una fuerza de presión para Beijing en Washington y, a pesar de las medidas enérgicas contra una serie de empresas extranjeras, China ha facilitado a las empresas financieras estadounidenses operar en el país. Desde finales del año pasado, JPMorgan Chase & Co, Fidelity Investments y Neuberger Berman han recibido licencias poco comunes para empresas de fondos de inversión de propiedad exclusiva en China.

Aun así, Beijing está ejerciendo una mayor presión sobre las empresas extranjeras como forma de devolver el golpe a Estados Unidos y a otras acciones occidentales consideradas una amenaza para los intereses de China.

En otros esfuerzos por presionar a las empresas estadounidenses, los reguladores chinos han ralentizado sus revisiones de fusiones de una serie de adquisiciones propuestas por empresas estadounidenses que necesitan la bendición de Beijing, incluida la adquisición por US$ 5.200 millones de Tower Semiconductor Ltd., con sede en Israel, por parte de Intel Corp., y la compra por US$ 3.800 millones de Silicon Motion Technology, de Taiwán, por parte del fabricante de chips MaxLinear Inc, informó The Wall Street Journal.

Arthur Kroeber, socio fundador y director de investigación de la consultora económica Gavekal Dragonomics, escribió en un informe de abril que China seguirá siendo selectiva a la hora de perseguir a las empresas estadounidenses. “A China no le interesaría crear un clima de miedo entre las empresas estadounidenses, de modo que lleguen a la conclusión de que China es un mercado peligroso y empiecen a salir”, sostuvo.

Una encuesta realizada este mes por la Cámara de Comercio estadounidense muestra que alrededor del 27% de sus encuestados está cambiando sus prioridades hacia países distintos de China a la hora de tomar sus decisiones de inversión. Esta cifra era del 6% en una encuesta realizada a finales del año pasado.

Los gestores de fondos extranjeros también se están replanteando China, reduciendo su exposición en algunos casos y, en otros, pasando de compromisos a largo plazo a apuestas a corto plazo. Por ejemplo, el fondo de jubilación de profesores de Texas redujo el año pasado a la mitad su asignación a acciones chinas, y el fondo de trabajadores públicos de Florida detuvo sus nuevas estrategias de inversión en China.

En las últimas cinco sesiones bursátiles, los inversores mundiales han retirado US$ 3.170 millones netos de la renta variable china a través del popular enlace transfronterizo Stock Connect, según un análisis de Exante Data. Se trata de la mayor racha de salidas desde noviembre.

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