La eterna guerra contra el polvo: consejos para evitar que se acumule en casa

LENS FLARE, CLOSE UP, LOW ANGLE: Dust gets swept up into air as an unrecognizable person cleans the construction site floor. Contractor sweeps the ground of a construction site with a straw broom

Es como el mito de Sísifo: al poco rato de limpiar y aspirar, las partículas vuelven a aparecer por todos lados. Una suciedad que además de molesta para la vista puede ser dañina para la salud. Antes de tirar la toalla, prueba las recomendaciones de varios expertos en aseo y limpieza.




La escena se repite más de lo que cualquiera podría soportar: tras armarte con paños, plumero, traperos y la carrocería pesada que representa la aspiradora, te largas a hacer el aseo. Cuando se trata de limpiar los rincones difíciles cae la gota gorda, pero ahí estás, sacándoles brillo. El resultado es como para enmarcarlo en una foto: no sólo por lo limpio, sino porque ese y el cansancio serán los únicos recuerdos que te quedarán del trabajo. Todo aquello que parece reluciente, en media hora quedará cubierto bajo una delicada capa de polvo. Una vez más.

Dan ganas de llorar, lo sé. Pero no bajes los brazos todavía, porque es muy probable que no lo hayas intentado todo. Es más, ese condenado polvo no aparece por arte de magia ni crece del piso y los muebles. Aunque su procedencia se da por el desgaste de ciertos materiales, son nuestras conductas y costumbres —malas, en este caso— las que permiten el ingreso de estas partículas.

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El problema es que el polvo no sólo es una suciedad molesta para la vista y que tiene el potencial de dejarte mal parado frente a las visitas. Es además un campo prolijo para la proliferación de virus y bacterias que ponen en riesgo nuestra salud, comenzando por quienes sufren de alergias.

“Si la gente fuera más consciente del polvo y de cómo crece, quizás mostraría más interés en saber en qué debe concentrar su atención y su tiempo al limpiar, y por ende, beneficiar a su bienestar”, sostiene Dennis Mathews, investigador científico en microbiología de la compañía tecnológica Dyson. El año pasado, la firma publicó un estudio, basado en encuestas a más de 10 mil personas de 10 países del mundo, que señala que el 59% de la población ha cambiado sus hábitos de limpieza desde la pandemia, haciendo sus rutinas más frecuentes. Aún así, la mayoría no tiene claridad respecto a los riesgos y alcances que tiene el polvo.

Polvo somos y en polvo nos convertiremos

No hacen falta naves gigantescas, provenientes de quién sabe qué galaxia —como las que se ven en el Día de la Independencia— para sentirse invadidos. Esas minúsculas partículas que componen el polvo son harto más eficaces para llegar a donde no son invitadas ni bienvenidas. Parece que, después de todo, el universo no será de los gigantes sino de los extremadamente pequeños.

Pero, ¿qué son estas partículas que componen el polvo que se acumula en casa? Según el estudio de Dyson, el polvo doméstico es una matriz compleja de partículas, “entre las que se encuentran células muertas de la piel, pelo, heces de ácaros, bacterias, virus, moho, insectos pequeños y otras fibras. Muchas de estas partículas son visibles solamente bajo el microscopio, por lo que no es sorprendente que la mayoría no tenga una idea clara de lo que supone tener polvo en sus hogares”.

Sé lo que piensas… “asqueroso”. Aunque no se tiene certeza de cuánto nos puede llegar a afectar la exposición al polvo, son esos componentes invisibles los que amenazan. Algunos científicos incluyen a estas partículas en lo que denominan “exposoma”, un concepto que considera a los diversos elementos presentes en el ambiente a los que las personas están expuestas durante sus vidas. Eso incluye la contaminación, el humo del cigarro en las reuniones sociales, las partículas tóxicas del incendio que presenciaste alguna vez, entre otros.

“El polvo es un gran componente del exposoma”, aseguró el geoquímico Gabriel Filippelli a la red internacional de medios The Conversation. El especialista es cofundador del proyecto 360 Dust Analysis, en el que estudian y analizan tanto los efectos del exposoma en espacios interiores como lo que hay detrás del polvo doméstico. Ahí sostienen que incluso en la sangre de recién nacidos se pueden hallar sustancias químicas que son inhaladas por sus madres a causa del polvo.

De ahí que sea tan relevante entender a esta matriz de partículas. Y aunque no somos nosotros —la gente común sin un título de microbiología— los llamados a explorarlo, sí nos podemos hacer cargo, al menos, de limpiarlo para beneficio de nuestra salud y la de nuestro entorno.

La materialidad del hogar influye

Según Filippelli, cerca de un tercio del polvo que se acumula en nuestro hogar es producido al interior de éste. “Los componentes dependen de la construcción y la edad de tu casa, el clima y los hábitos de limpieza del habitante, o de si fuma o no. Por ello, no hay una fórmula estándar para el polvo”, expuso en The Conversation.

El docente de ingeniería en Construcción del Duoc UC, Freddy Muñoz, dice que si una casa está hecha de hormigón o concreto puede que sea víctima de un “polvo interminable”, si es que está preparado de forma errada, “como exceso de material muy fino o que se agregue más agua de la necesaria durante la obra, entre otras cosas”. Lo mismo ocurre con el mortero, utilizado para emparejar elementos como ladrillos, piedras, bloques de hormigón, etcétera.

“En algunos casos, los recubrimientos con yeso también producen una superficie polvorienta”. ¿Y la madera? “Al ser un material orgánico, atrae enemigos naturales que ayudan a generar polvo, como las termitas, polillas de madera, larvas o carcomas”, dice el especialista. Esto no sólo vale para los muros, sino también para los pisos de madera, que tiende a acumular y generar mucho polvo, al igual que el de concreto.

La decoración, las plantas y, sí, tu mascota…

No solo los materiales con los que está construido tu hogar son generadores de polvo: ese jarrón chino o la hermosa mesa de roble que heredaste hacen también lo suyo. Aunque el premio gordo seguro se lo lleven las alfombras. Según la diseñadora de interiores estadounidense Robin Wilson, autora del libro Diseño limpio y cuya especialidad es la creación de “hogares hipoalergénicos”, las alfombras pueden alojar hasta 4 mil veces más microorganismos que un inodoro.

Polen, comida, piel muerta y, por consecuencia, insectos y restos de ellos, así como otros invitados de piedra se esconden entre ese elegante bordado persa. Qué decir de los pelos que suelta tu mascota: ellos son un principal actor en la generación y acumulación de polvo.

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Freddy Muñoz dice que los cables de artefactos eléctricos son otro imán de polvo, debido a su acción electrostática. “Así que los artefactos como el refrigerador, horno, microondas, planchas, acumulan muchas de estas partículas”. Las buenas de las plantas tampoco se salvan: sus hojas suelen tener un filtro gris sobre su verdor y ya sabes a causa de qué.

En resumen, las principales fuentes son las externas, como los ácaros, el polen, la tierra que el viento levanta —o que arroja el vecino de arriba—, la contaminación y los insectos; y otras internas, como nosotros mismos y nuestras células muertas, la ropa y los zapatos, nuestras mascotas, los restos de la basura que generamos y tantas más.

Recomendaciones

Por más que la invasión de polvo parezca desatada y, con ello la guerra perdida, aún te quedan recursos que agotar antes de darlo por hecho. Podríamos decir que existen dos grandes medidas a tomar para revertir el polvoriento infierno que estás viviendo a nivel doméstico. Una tiene que ver con la prevención y la otra con la minimización de daños.

La primera busca evitar que el polvo exterior ingrese a tu casa. En esa línea, Freddy Muñoz aconseja mantener siempre en buen estado los sellos de silicona, de cepillo o felpa y los burletes en las ventanas. Cuando están en mal estado no solo se prestan para la filtración térmica, también lo hacen para el ingreso de partículas sólidas. Lo mismo ocurre con las puertas que dan al exterior, donde el docente sugiere colocar guardapolvos “estilo cepillo” para cerrar el paso por la parte inferior de éstas.

Otra buena práctica es lavar constantemente los limpiapies y en lo posible —dice Muñoz— “mantenerlos húmedos con algún producto desinfectante”.

La mantención o reforzamiento de los muros también cabe dentro de esta vertiente de la precaución. Si estos son de madera, lo ideal es “aplicar productos que la protejan de ataques externos —como las termitas—, de esta manera no se daña ni se produce aserrín o polvo producto de estos ataques”.

En el hormigón se puede aplicar sellante o recubrirlo con cerámica, mientras que a las paredes con yeso se las debe proteger de la humedad, idealmente con pasta muro, “la que se aplica después del yeso y antes de la pintura”, apunta Muñoz.

Limpiar

Con esa primera parte solucionada, vamos a las medidas de aminoramiento del daño, que no es otra cosa que limpiar correctamente y establecer algunas estrategias de reordenamiento. Se sabe que mientras más objetos decorativos se tengan en casa, más polvo se acumula. Por eso, Gabriela Mardones, encargada de Investigación y Desarrollo de Unilever Profesional, sugiere evitar colocarlos en lugares donde haya mucha polvareda y mantener el orden de la casa.

Antes de la limpieza, se sugiere realizar una ventilación controlada de unos 10 minutos, cosa de que se reduzca la posibilidad de que bacterias y virus se queden en el interior. Luego conviene cerrar las ventanas, para evitar que ingrese más polvo desde fuera. Tras ello, dice Mardones, se puede proceder a limpiar, lo que se debe hacer en orden descendente. “Primero partir sacando el polvo desde arriba hacia abajo: comenzar con las lámparas, ventiladores, vidrios o muebles, y terminar con el aspirado o barrido de los pisos”.

Se recomienda el uso de paños y plumeros de microfibra ya que este material, explica Freddy Muñoz, “tiene forma de estrella y cada fibra consta de un espesor 100 veces más fino que el cabello humano”. Esto le permite retener el polvo en el tejido y no simplemente arrastrarlo, como ocurre con elementos hechos con otras propiedades. Una vez “sacado el polvo”, se aconseja limpiar los muebles con paños multiusos húmedos, o con productos específicos para utilizar sobre ellos.

El uso de la aspiradora debe ser al menos una vez a la semana, tanto para alfombras, muebles, sofás, sillones, sillas y pisos, aunque para mantener limpio a este último es necesario también pasar un trapero húmedo y limpio, ya que así se retiene el polvo restante. Mardones dice que lo ideal es tener uno específico para cada área de la casa: uno para las piezas y living, otro para la cocina, uno más para el baño y así.

Marcos Núñez, local category manager de Electrolux —empresa que agrupa a las marcas Fensa, Mademsa y Somela— dice que las aspiradoras robot sirven para mantener controlada la acumulación de polvo y con ello “la mayor actividad de insectos como moscas y arañas” que se da durante el verano. Sin embargo, estos dispositivos “no reemplazan la limpieza profunda que debemos hacer al menos dos veces al mes”. Tarea para la que se debe recurrir a “la antigua compañera”, la aspiradora de arrastre.

El lavado de la ropa de cama, así como de fundas de cojines del living, es fundamental ya que en ella suele acumularse mucha suciedad y ácaros. Finalmente, considerando que nuestros calzados arrastran mucha mugre, Muñoz aconseja definir un lugar exterior al hogar para cambiarlos por pantuflas o zapatillas de uso exclusivo al interior de éste.

Recuerda que la paciencia es un árbol de raíces amargas pero de frutos dulces. Sigue estos consejos y la batalla dará un vuelco. Que la fuerza te acompañe.

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