Gracias a esta ampolleta LED es menos difícil despertarme en invierno

La Philips Smart LED, capaz de conectarse a internet, no es tan cara, es muy fácil de configurar y además de muchos colores tiene un montón de útiles funcionalidades. ¿La que más me gustó? Que funciona como alarma lumínica.




Siempre he sido escéptico de los aparatos denominados inteligentes. Primero, porque todos sabemos que no lo son: simplemente hacen más y mejores cosas que sus predecesores, pero por muy smart que sea, un televisor no es todavía capaz de cambiar de canal cuando comienza el noticiario —eso sí sería inteligente— ni un reloj de ajustar por sí solo la alarma según las actividades que tengo al otro día.

Y segundo, porque si fueran realmente inteligentes tampoco quisiera tenerlos en casa: me sentiría tonto, más que cómodo, si un electrodoméstico o un producto comienza a decidir cosas por mí.

Por eso sospeché bastante cuando instalé esta ampolleta Philips Smart LED, que se promociona a sí misma como inteligente. ¿Se apagará cuando le parezca que ya llegó mi hora de dormir? ¿Cambiará a colores intensos y vibrantes cuando crea que necesito un poco de fiesta en mi vida?

Por suerte, nada de eso ocurrió: se trata, en realidad, de una ampolleta muy versátil y útil, que se conecta a la red wifi de la casa y, desde ahí, permite ser controlada a través de una sencilla aplicación en el teléfono.

Siri, prende la luz

Nunca me gustó mucho la luz central de mi habitación. Muy intensa, cuando el día se acaba normalmente prefiero encender las de los veladores, que dan una energía más tenue y acogedora, no tan fuerte como la de esa ampolleta, también Philips, también LED, pero de 12W fijos y una temperatura cálida de 3000K. No tiene nada de malo, en realidad —de hecho son los rangos recomendables para espacios como un dormitorio—, pero solo la encendía cuando necesitaba buscar algo o iluminar bien el ambiente para una videollamada.

Ampolleta inteligente Philips Smart LED WiZ

Así que mal no me vino intentarlo con este modelo de la empresa neerlandesa, de 8W pero con una temperatura de luz que puede variar entre los 2200K —muy cálido— hasta los 6500K —muy frío— y un rango de color total o full color. Su precio, 9.990 pesos, aunque bastante más alto que una LED normal, tampoco es tan elevado, menos si se considera que tiene una vida útil de 25 mil horas —que equivale a unos 25 años— y 50 mil encendidos.

¿Cómo consigue “moverse” en este amplio espectro de temperatura y color? Gracias a un chip interno con el que se conecta a la red wifi local, desde la cual nosotros, a través de la aplicación WiZ —un ecosistema para manejar luces de este tipo—, podremos controlar la ampolleta directamente.

La configuración es muy sencilla: hay que poner la ampolleta como lo hemos hecho toda la vida, luego descargar la app WiZ, que es gratuita, y después seguir los pasos que allí se indican, todos muy fáciles. Solo hay que asegurarse de tener buena señal de wifi en la habitación donde instalemos la luz.

Tras eso, que demora apenas un par de minutos, no hay más que jugar: se puede elegir entre los cuatro tipos de luz blanca preestablecidos —cálido, luz del día, blanco frío y luz nocturna— o personalizar entre ese rango de 2200K y 6500k que ya mencionábamos. Mientras mayor calidez ayuda a relajarse, dormirse y también a despertar con calma, una luz más fría o azulada promueve la concentración, el enfoque y un trabajo más preciso.

Una luz rosada en honor al estreno de la película Barbie (?).

Desde el celular también podemos apagarla o encenderla a distancia —incluso si estamos fuera de la casa—, configurarla para controlarla con asistente de voz —compatible con Google, Alexa y Siri— y programar un horario para prenderla. Algo que me sirvió mucho el otro día, cuando estuve fuera toda la tarde y, para no dejar a mi mascota a oscuras en el departamento, puse que la luz se prendiera a las 18:15, hora a la que en julio el sol ya está escondido.

Despertar con luz

Algo que me destroza el espíritu en invierno, más que el frío, la humedad o la pésima cartelera de los cines, es tener que despertarme a oscuras. ¿Por qué el sol tiene que salir después de las siete de la mañana en este país? Es antinatural levantarse en la penumbra, esa hora opaca en la que todo alrededor —excepto el ruido de los malditos autos y pájaros que insisten en madrugar— te empuja a seguir durmiendo en ese paraíso que es la cama.

Pero mejorar un poco ese trágico momento, esta ampolleta Philips tiene un modo en el que puedes programar tanto la hora de encendido como el color y calidez en el que lo hará, por lo que pude simular —con todo respeto a nuestra estrella— algo parecido a un amanecer en mi propia habitación. A las 6:50 se encendió sola, muy tenuemente, una luz anaranjada mucho más acogedora que mi estruendosa alarma, la que hasta entonces siempre sonaba en medio de las tinieblas.

Lo mismo pueden hacer, pero al revés, quienes como los niños gustan de dormirse con la luz encendida: solo hay que poner el horario en el que uno desea que se apague —ojalá cuando estemos seguramente dormidos y no mientras ordenamos el closet— y listo.

Yo soy liberal en lo valórico pero conservador en lo lumínico: solo uso luces frías —en el baño y la cocina— o cálidas —en dormitorios y habitaciones. Mis hijos, en cambio, aún llenos de ganas de vivir, se fascinan con las luces de colores; entre menos permitan ver, mejor. Esta ampolleta, entonces, les cayó como un delivery del cielo, una encomienda enviada por dios para disfrutar de algo tan simple como ver las paredes enteras de azul.

No sé muy bien para qué pueda servir tener la habitación verde o rosada, ni dónde se esconde la gracia, pero esta ampolleta permite pasar por todo el espectro RGB. Si eso no es suficiente, tiene 18 configuraciones dinámicas en las que la intensidad y los colores de la luz van cambiando: la llamada “luz de vela”, bien cálida, sube y baja como si fuera la llama de un candelabro; el modo “fiesta” pasa del rojo al morado sin parar; y el muy específico “buceo profundo” se mueve entre el azul y el celeste, como en el fondo de una piscina vacía.

Las funciones son muchísimas: si a uno le gustó un color y una intensidad, puede crear una o varias “escenas”, las cuales quedarán establecidas al momento de encender el interruptor y a las que se podrá volver con solo un toque en el teléfono. También podemos programar “ritmos” para que la luz vaya cambiando de acuerdo a las distintas horas y actividades del día, y además la app entrega la información exacta del gasto energético que hace la ampolleta. Obviamente, si tenemos varias, incluso en distintas habitaciones, las podemos controlar todas desde la misma aplicación.

Aunque sigo resistiéndome a llamar inteligente a esta ampolleta Philips Smart LED —o a cualquier otro aparato que se autodenomine smart—, sí reconozco que puede hacer un montón de cosas. Y algunas bastante útiles para la vida doméstica.


*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 31 de julio de 2023. Los valores y su disponibilidad pueden cambiar.

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