Consejos para tener un pasto verde

Ilustración: César Mejías.

Empezó la temporada seca y calurosa, y para que tu césped luzca sano lo fundamental no es inundarlo de agua. Dos expertos en jardines entregan sus recomendaciones para sembrar, instalar y cuidar el pasto del patio.




El pasto siempre se ve más verde en la casa del vecino, dice el dicho, pero si en tu caso no es solo un refrán sobre la envidia o el inconformismo que nos caracteriza como especie, sino que una triste realidad, entonces quizá sea momento de hacer algo al respecto.

En el último tiempo, eso sí, el pasto ha vivido un proceso de creciente desprestigio: si fuera un hombre, seguramente estaría cancelado. Aunque no por su culpa: lo que pasa es que su mantención requiere de riegos diarios, y en grandes extensiones eso significa un gasto enorme de agua. Como lo sabe cualquiera, estamos atravesando una megasequía, con poblados enteros sin acceso al agua, familias rurales desplazadas por la sequedad y especies que ven amenazada su existencia. Gastar, entonces, cientos de miles de litros en regar un campo de golf, el bandejón de una calle o un prado que nadie usa, no tiene mucha justificación.

“El pasto es hermoso, da mucha vitalidad a los espacios, y su presencia puede mejorar la calidad de vida", dice Romina Sepúlveda, paisajista y diseñadora de Jardines del Sur. "Pero tenerlo al costado de una carretera, o en un espacio que nadie usa ni aprovecha, es un desperdicio de recursos. Si es vivencial, claro que sí. Sino, hay mejores alternativas, como cortezas, piedras o vegetación nativa que necesita de mucha menos agua”.

Pero si hablamos del pequeño espacio de tierra que tienes en el patio de tu casa, el espacio donde juegan o jugarán tus hijos, donde te imaginas tomando sol en las mañanas de primavera o alguna copa en los atardeceres de verano, tu humilde e íntimo oasis verde en medio de la ciudad, entonces el césped se vuelve algo que va más allá de las pretensiones, es un lugar “vivencial”, como dice Sepúlveda, que tiene la capacidad de evocar a la naturaleza de la que nos hemos alejado, y levantar el ánimo solo con tocarlo u olerlo.

Mantenerlo verde, por lo tanto, significa tenerlo con vida, sano, que es como a cualquiera le gustaría que estuvieran los seres vivos que habitan su hogar.

Semilla o rollo

Sembrar pasto nunca ha sido sencillo, y por eso un césped tupido y parejo, desbordante de clorofila, siempre fue un sinónimo de opulencia: mantenerlo así exigía mucho tiempo o un buen jardinero, dos síntomas de alguien con bastante dinero. Para el resto, significaba demasiada paciencia, energía y tolerancia a la frustración. “El pasto suele demorarse entre 4 y 6 meses en establecerse", cuenta Romina Sepúlveda, "un proceso que puede traer muchas desilusiones y que requiere de mucho cuidado”. El resultado, si sale bien, será el de un pasto suave, fino y frondoso. Pero sino, puede resultar en un césped irregular y muy frágil.

“Es difícil sembrar", agrega Cristian Ringeling, gerente de Tienda Jardín, especializados en el tema: "están los pájaros que se comen las semillas, si tienes niños hay que evitar que lo pisen, lo mismo si hay mascotas. Requiere de una paciencia y cuidados que no todos tienen”.

Hay que fijarse bien en cómo es el lugar donde queremos que haya pasto. Si no le llega sol, o muy poco, este difícilmente prosperará. "No todos los espacios son aptos. Si tiene sombra todo el día, será una pérdida de recursos, porque nunca va a crecer. Es una cosa de fotosíntesis”, dice Ringeling.

Hace años, para aquellos que carezcan del tiempo o la calma, existe una alternativa: el pasto en rollos. Cultivado por expertos y en condiciones ideales, se vende como si fueran alfombras, enrollados como un bizcocho, ya crecidos y firmes, listos para instalarse. El mismo día que lo compras lo puedes colocar, y al día siguiente tu patio está verde.

“El rollo de pasto es muy efectivo”, dice Ringeling, “no solo por su inmediatez sino porque resiste muy bien las condiciones de la zona central, que es seca y calurosa”. Según Sepúlveda, la especie que más se utiliza es del tipo gramíneas, con mezclas de Festuca arundinacea, que tiene "una hoja angosta, larga y resistente al estrés hídrico”.

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Para espacios que tendrán un tráfico intenso, de muchas pisadas, niños y mascotas, ella recomienda eso sí el tipo chépica, nativo de Sudamérica, más tosco y grueso que el llamado “bermuda”, pero que soporta bien el movimiento. “Eso sí, durante la temporada fría entra en receso, y al bajar las temperaturas se pone amarillo, retomando el verde cuando vuelve el sol y el calor”.

También es común el Lolium perenne, un pasto que es verde todo el año, resistente al tráfico, pero muy sensible a la escasez o abundancia de agua. En Chile se lo suele vender mezclado con trébol, que da un césped ornamentalmente muy atractivo, pero “que florece, lo que conlleva la aparición de abejas”, apunta la paisajista.

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Preparar el suelo

Otra ventaja del pasto en rollo es que, si el espacio no es muy grande, se puede instalar por uno mismo sin muchas dificultades. Aunque lo más importante es la fase previa, la preparación de la tierra.

“No requiere de un suelo muy específico”, dice Romina Sepúlveda, y el tratamiento que hay que hacerle tampoco es tan complicado. “Hay que picar la tierra en unos 10 cm de profundidad, puede ser con una pala o un chuzo, con el objetivo de soltarla y descompactarla”. Un buen método que ella sugiere es picar justo la zona frente a uno, e ir avanzando de espaldas, para no volver a aplastarla con los pies.

Una vez suelta, es recomendable pasar un rastrillo y limpiar la tierra de piedras, escombros, raíces y malezas que puedan interferir en el proceso. "Hay que preocuparse de dejar el suelo bien mullido y después emparejarlo, para evitar desniveles que luego produzcan pozas de agua”.

En este punto, Cristian Ringeling aconseja poner una capa de arena delgada, para mejorar el drenaje del pasto y que el agua no se estanque. “Sino, es muy fácil que salgan hongos”, dice.

A continuación, Sepúlveda recomienda aplicar unos 5 cm de tierra vegetal, una mezcla que ojalá contenga compost y nutrientes, para que el pasto se asiente mejor. “Solo entonces se instalan los rollos, uno al lado del otro, sin dejar ningún espacio entre ellos”, dice. Los primeros diez días hay que regarlo unas tres veces por jornada, para asegurar su enraizamiento, que debería completarse a los 15 días.

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“Con la siembra el proceso es idéntico, solo que una vez que se reparten las semillas —a una relación de un 1kg de ellas cada 20m2— hay que cubrirlas con una capa de un par de centímetros de tierra”, dice Sepúlveda. Tarda entre 7 y 10 días en germinar, después de un mes ya crece, pero cuidando de no pisarlo hasta los 4 o 6 meses.

Lluvia o chorro

Cada regador tiene su propia técnica o secreto para mantener sano su pasto. Era común, hace no tanto tiempo, ver al típico vecino que simplemente abría la manguera, la dejaba en medio del pasto, y se iba a frente a la tele a ver el segundo tiempo del partido que se estuviera jugando. El patio se convertía en un pantano y por toda la cuadra corría un arroyo de agua en la cuneta.

Pero ya no están los tiempos para tal despilfarro, además de que tampoco le hace tan bien al pasto recibir un diluvio como ese. Ese riego por tendido, como se llama, “gasta mucha agua y puede provocar la aparición de hongos”, dice Romina Sepúlveda, de Jardines del Sur. "Si el suelo es arcilloso, el agua se estancará con un riego intenso y es muy probable que se produzcan enfermedades. En cambio, si el suelo es muy arenoso, el agua se irá y da lo mismo cuánta echemos, mucha se perderá.

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Por el contrario, “la idea es que el agua quede arriba, ya que la raíz del pasto no tiene más de 15 cm de profundidad”. Siendo así, según ella el riego debe ser siempre tipo lluvia, es decir, con un chorro lo más abierto y fino posible. “Con un riego diario de entre 3 y 7 minutos, para pastos establecidos, ya está”, dice Sepúlveda, preocupándose, eso sí, de que sea o tarde en la noche o bien temprano en la madrugada, para evitar su evaporación.

Ringeling discrepa aquí: para él, durante el verano, el riego debe ser dos veces al día, a primera hora y luego en la noche. “Lo más efectivo es el riego automático, aunque hay que fijarse, al hacer la instalación, de que cubra toda la superficie que necesita agua”. Y evitar a toda costa las pozas: si chapotea, significa que el pasto ya absorbió lo que necesita.

Corte

Cortar el pasto tiene, por supuesto, un objetivo ornamental: el césped largo y chascón da la impresión de descuido, y más que invitar a tenderse sobre él, lo que provoca son sospechas respecto a lo que esconde detrás de sus mechones. Cortito, en cambio, dan ganas de correr sobre él, de jugar al fútbol, de dormir una siesta o conversar con un vaso de algo muy frío en las manos.

Para provocar estos últimos deseos, Romina Sepúlveda dice que el corte debe ser semanal. "Cuando lo dejas crecer mucho, lo que cortarás será el tallo, no la hoja, por lo tanto se verá amarillo”. El pasto, explica, soporta muy bien el corte bajo, y si quieres que luzca verde, será necesario repasarlo una vez a la semana. “Esto también ayuda a combatir las malezas, ya que ellas no toleran tanto corte, necesitan más altura para reproducirse. Por lo tanto, así se evita que aparezcan”.

De nuevo, Ringeling no tiene la misma opinión. “El corte debe ser cada quince días”, dice. ¿Por qué? “Si se corta con mucha frecuencia, las raíces quedan muy expuestas al sol, se pueden dañar y no retienen tanta agua”. En lo que coinciden es que el corte debe ser periódico, con plazos fijos, para que el pasto regule su crecimiento. Y se vea tan o más verde que el del vecino.


*Los precios de los productos de este artículo están actualizados al 25 de septiembre del 2020. Los valores y disponibilidad pueden cambiar.

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