Viaje de amor: De los cerros de Bolivia al altar en Francia




“Era 2011 y estaba en Bolivia subiendo cerros con un amigo. Fue en ese viaje que conocí a Julián. Nuestra historia de amor fue sacada de un cuento, de una película. Fue amor a primera vista, fulminante y sumamente apasionado.

La decisión de ir a Bolivia fue muy impulsiva. Había llegado ese mismo año de Canadá y no sabía qué hacer con mi vida. Eran las 3:00 am y estaba en Facebook hablando con un amigo. Me contó que estaba preparando este viaje y me invitó a ir con él. No lo pensé mucho antes de comprar los pasajes. Le pedí a un ex pololo que me reemplazara en la pega, y como él andaba en plan de conquista para volver conmigo, me dijo que sí. Para su mala suerte, en ese viaje yo encontraría al amor de mi vida. Así fue como llegué a Sajama pueblo, un parque nacional que colinda con Chile.

Un día salimos a almorzar con mi amigo y mientras comíamos entran dos cabros. Lo vi de espalda, tenía pelo largo y andaba con un chaleco de lana. Cuando se dio vuelta era como si le saliera luz de atrás. Me enamoré automáticamente. Me lo imaginé como un elfo, como Orlando Bloom en El Señor de los Anillos, con un brillo especial. Le faltaban las puras alas.

Se sentaron con nosotros a conversar, me dijo que venía de Francia y que estaba viajando con su combi por América. Me puse muy nerviosa y me daba mucha vergüenza mirarlo. Cuando él estaba conversando para otro lado yo lo miraba, pero así rapidito. Le daba patadas a mi amigo por debajo de la mesa para que cachara que me gustaba. Así que ahí él los invitó a que fueran con nosotros a una caminata de aclimatación que íbamos a hacer al día siguiente. A pesar de aceptar, al día siguiente nunca aparecieron.

Cuando veníamos de bajada lo volví a ver en su combi. Mi amigo me decía que le dijera que me gustaba no más, pero lo había conocido el día anterior y ya estaba completamente enamorada, ¿cómo le iba a decir eso? En esa conversación él pidió disculpas y explicó que habían tenido un problema que les impidió ir a la caminata con nosotros.

Cuando llegó el día que tenía que subir el cerro, no lo veía por ninguna parte. Me empecé a desesperar un poco y a pensar en que quizás nunca más lo vería y que debí de haberle hecho caso a mi amigo. Antes de partir, le dije a los hijos de la señora del hostal que si veían al francés le dijeran que volvía en un par de días, que me esperara. Durante los cinco días que duró el paseo me acordé mucho en él, especialmente, en la canción Bésame de Camila, que escuchaba sin parar antes de dormir. Le pedí a la gente que iba bajando que si veían a Julián, le dijeran que lo amaba y que me esperara. Pero una vez abajo, todos me negaban haberlo visto.

Cuando estaba cayendo en la desesperación, me acordé que, para entrar al parque nacional, debías registrarte en un libro. En mi cabeza yo ya estaba pensando que si no estaba iba a ir a Francia a poner anuncios en la radio y en los canales de televisión para encontrarlo. Menos mal no fue necesario, porque ahí, en el libro, salían más datos de él. Cuando tuve Internet lo agregué a Facebook y le escribí un mensaje, pero tampoco me atreví a decirle que me gustaba.

Pasó el tiempo, un mes y después el mes y medio que tenía para viajar. Una vez en Chile empezamos a conversar por Facebook. Un día me llegó un mensaje de él diciendo: “Carolina, no sé por qué te estoy mandando este mensaje, pero te quiero contar que estaba en el lago Titicaca y tuve un sueño contigo muy intenso, soñé que estábamos en una aventura los dos, que estábamos en unos cerros y había mucha nieve. Estábamos caminando y estábamos juntos. Pienso todo el día en ti y no te puedo sacar de la cabeza”.

Yo saltaba de la emoción. Los siguientes días conversamos un poco más hasta que me dijo que quería venir a Chile. Cinco días después yo ya estaba en Santiago esperándolo. Él iba a estar en Perú y necesitaba un lugar seguro para dejar su combi. Cuando llegó a Arequipa un señor le dijo ‘si usted quiere dejar su combi por más tiempo, lo puede hacer. Aquí hay más casas de otros viajeros que se han ido a otros lados y las han dejado’. El destino tenía todo preparado para que él viniera a encontrarse conmigo a Santiago. Lo llevé a la casa de mi hermana a que conociera a mi sobrina y cuñado, y ahí nos quedamos un tiempo.

Recuerdo que el segundo día nos fuimos a tomar unos terremotos. Íbamos en el taxi y me acuerdo de que yo doblé mi cabeza, él me quedó mirando y me dio un besito. Después de ese beso nos dimos muchos otros y desde ahí que nunca más nos separamos.

Luego de un mes y medio en Santiago, me dijo que se había enamorado de mí, y que, como él necesitaba seguir viajando, me preguntó si yo quería acompañarlo. Yo al tiro supe que sí. Mi mamá quería que siguiera mis sueños y que viajara por el mundo, que un trabajo común y corriente lo tiene cualquiera, pero una oportunidad como esta no. Así es como empezó nuestro viaje juntos, un viaje en su combi a Alaska que marcaría el inicio de una aventura mucho más larga.

Yo siempre digo que fue amor a primera vista, ese wow que uno siente, las hormonas y las mariposas, pero para mí, primero te gusta alguien, segundo, lo quieres y después lo amas. Me di cuenta de que lo amaba ya viajando. Al principio es enamoramiento, esas mariposas, todo es miel sobre hojuela, pero el amor de verdad viene después. Viene cuando las cosas ya no son tan maravillosas y decides comprometerte. Fue en Perú, me acuerdo, lo miré y me dije a mí misma que quería seguir mi vida forever con él. Hasta me imaginé con el vestido de novia.

Tres años después estábamos tomando desayuno con sus papás en Costa Rica, cuando toma la argolla plástica que viene en la tapa de la mermelada y me la pone en mi mano. Me dice: ‘ahora ya no eres más mi polola, ahora eres mi novia’. Pero no fue hasta que estuvimos en México, en la plaza de Taxco, que entramos a una joyería donde me reemplazó el anillo de plástico por uno de plata.

Nos casamos en Francia y, después de quedarnos varios meses allá y viajar un poco más por el mundo, decidimos establecernos en Ensenada y vivir del turismo y de la naturaleza. Los dos sabemos que ya no somos tan jóvenes, pero todavía queremos hacer cosas. Queremos seguir conociendo lugares, no como la primera vez, sino que con un tiempo definido. Queremos seguir recorriendo este increíble viaje que se llama vida”.

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