Soy hija de un padre con dos familias

Soy hija de un padre con dos familias

Fue una discusión con su hermana la que a Paloma Valenzuela, a sus 23 años, le reveló una verdad familiar. Durante décadas, y escondido en supuestos viajes de trabajo, su padre mantuvo un gran secreto: una familia paralela, que no sólo incluía otra mujer, sino que también hijos –sus hermanos– de su misma edad. Hoy después de una década de terapia y tras la muerte de su padre, ella se reconcilió con su propia historia, y de paso, ganó una nueva familia a la que, dice, le tiene mucho cariño.




“Hace muchos atrás, en un viaje con mi hermana mayor hubo una situación que me hizo cuestionarlo todo. Un día, fuimos a un bar, mi hermana se tomó un par de tragos de más, se le cruzaron los cables y me empezó a tratar muy mal. Gritando, me dijo cosas muy horrendas, lo me sorprendió mucho porque nosotras nos queremos y no solemos tratamos así.

Entre las cosas que me dijo, aparecieron frases como: ‘Si tú supieras lo que realmente ha pasado en nuestra familia’, ‘Tú no estarías dónde estás’, o “Eres engreída”.

Al día siguiente llamé a mi cuñada para preguntarle si sabía algo. Me respondió que no me podía contar, que mejor hablara con mis papás. Era obvio que algo pasaba. Así que a penas volví del viaje, de hecho en un restorán al que pasamos a almorzar con mis papás de vuelta del aeropuerto, les pregunté qué había querido decir mi hermana con esos comentarios.

Mis papás se miraron y sin pensarlo tanto, mi mamá le dijo ‘tienes que contarle’. Él no reaccionó, se quedó mudo, así que mi mamá se adelantó: ‘Tu papá tiene dos familias’, me dijo.

Con familia no se refería a otra mujer, me contó que mi papá tenía dos hijos, de mi edad.

Me quedé helada. Durante toda mi vida, por 23 años, mi familia había orquestado una mentira para que yo no me enterara de nada. Querían que creciera en un contexto tranquilo y sin el sufrimiento con el que habían vivido mis otros hermanos.

Como el trabajo de mi papá involucraba muchos viajes, era muy normal para mí que viviera seis meses conmigo, en Santiago, y los otros seis en Iquique, que era donde ‘trabajaba’. Pero en realidad, vivía allá para estar con sus otros hijos y señora, con la que estaba criando niños de mi misma edad, al mismo tiempo.

Cuando me enteré de esto, me di cuenta de que muchas de las cosas que me habían explicado cuando yo era una niña y que nunca cuestioné, habían sido una mentira. Como cuando mis hermanos tuvieron que explicarme que no podía molestar a mi mamá, que llevaba días encerrada en su pieza, porque la estaban visitando los monjes brasileños. Lo que era una mentira para encubrir lo deprimida que estaba. No podía creer que ellos hubieran montado este espectáculo tan elaborado solo para mantener una imagen de familia perfecta.

Desde el principio mi mamá lo sabía y lo aceptaba. Pero no porque a ella de verdad no le importara, sino porque viene de un entorno familiar de mucha violencia de su padre hacia su madre, y para ella lo único importante era que no la maltrataran, que no le pegaran y mi papá cumplía esos requisitos y con creces. Era una persona muy amorosa que siempre tuvo una excelente voluntad. Siempre era amable y estaba disponible para lo que fuera.

Hoy mirando con perspectiva creo que sostuvieron esta mentira por tanto tiempo por mi mamá, que es una mujer muy estricta que regía su vida en base al deber y al terror por el qué dirán.

La decepción que sentí de toda mi familia ese día, por esta mentira, fue muy dolorosa. Sentí que la traición fue tan grande, que se cayó el ideal que tenía sobre mi papá, que siempre estuvo muy presente en mi vida y era un pilar fundamental en ella.

Además, encontré muy injusto que mi papá haya tenido una familia ‘oficial’ y otra en la penumbra, porque la otra mujer no era su amante. Serlo significa tener una relación a escondidas y esto no era así. Ellos se amaban profundamente y hacían vida de familia. Con naturalidad mi papá se relacionaba con los hermanos, primos y amigos de su otra señora. Pero eso era un secreto para todo su círculo de Santiago. Le habían estado mintiendo por al menos 23 años a su hija, su familia y sus amigos más cercanos.

Soy hija de un padre con dos familias

Luego de enterarme, fui el peor verdugo de mi papá durante diez años. Lo odié con una intensidad que nunca antes había sentido. Cada vez que lo veía lo sermoneaba hasta cansarme. Con mucha rabia le exigía que se hiciera cargo y que nos presentara, pero nunca logré nada. Cuando le hablaba del tema se quedaba mirándome inexpresivo y en silencio. Era como hablarle a una muralla de puras emociones reprimidas. Las únicas veces que lo vi reaccionando fue cuando tomaba alcohol. Solo lloraba. Ni me miraba.

Me costó diez años contactar a mi hermana. En ese tiempo estuve en terapia y me costó mucho llegar a ese punto. Era incapaz porque sentía que era injusto. Sabía que lo correcto era que él hiciera la gestión porque era el padre de ambas. No me cabía en la cabeza que no quisiera organizar nuestro encuentro con la misma naturalidad con la que vivió durante años su relación paralela. Pero nunca cedió, nunca se refirió al tema conmigo.

En marzo de 2020 mis dos papás se contagiaron de COVID. Me tocó ir a buscarlos a su casa para llevarlos al hospital. En el trayecto mi papá se veía tan mal, gris y sin alma, que ahí mismo supe que de esta, no salía. Se iba a morir. Como debían quedar hospitalizados, el personal médico me pidió que me llevara sus cosas. Cuando mi papá me iba a pasar su celular me agarró fuerte la mano y me miró fijamente. De lo debilitado que estaba ya no podía hablar, pero supe inmediatamente lo que quería. Necesitaba que yo le avisara a su otra esposa que él se iba a morir. ‘No te preocupes, yo la llamo’, le dije y me soltó la mano. Esa fue la única vez en esos 10 años en que ‘se refirió’ al tema.

Mi papá agonizó tres meses. En ese intertanto me tocó contener a mi mamá, a su otra señora y a mis hermanos. Chateando y llamándonos para informarles sobre su evolución nos conocimos y me di cuenta de que mi papá en realidad amaba a estas dos mujeres por igual. Cuando despertó, porque su estado de salud había mejorado levemente, su doctora nos pidió que le hiciéramos un collage con las fotos de todos sus seres queridos para que él nos viera. Esto fue muy controvertido en mi familia porque no querían incluir ni a su otra señora ni a mis hermanos.

A mi mamá y a mis hermanos mayores les dolía tanto que negaban su existencia e importancia. Pero no, yo sabía que para mi papá ellos eran tan importantes como nosotros y los defendí. Era tan doloroso y estaban tan en contra que esto significó un quiebre importante entre nosotros. Hoy mi mamá (con años de terapia) lo entiende de una manera distinta. Pero en ese momento les dolió mucho.

Cuando mi papá murió, como estábamos en pleno COVID y los funerales eran con aforo reducido, el resto tuvo que ver la transmisión de la ceremonia por Zoom. Durante la transmisión, la gente empezó a escribir mensajes en su libro de condolencias digital. Entre los mensajes aparecieron los de mis hermanos de Iquique, de los que hasta ese momento nadie externo a mi familia conocía.

Fueron entonces los mensajes ‘te amo mucho, papá’ y ‘te extrañaré papito’ los que revelaron el secreto que mis padres ocultaron por tantos años a sus amigos, familia y conocidos.

Recién muerto, mi papá liberó a mi mamá de la vergüenza más grande de su vida. Ya no tenía a qué temerle. Era libre de esa carga, no había que mentir más.

Para mí, uno de los regalos de la muerte de mi papá fue que me gané una familia nueva a la que le tengo mucho cariño. Pude forjar una relación súper linda con esta ‘nueva hermana’. Las dos hicimos mucho tiempo terapia para poder sanarnos emocionalmente y ha sido muy bonito querernos desde ese lugar. Siempre decimos que lo mejor que pudo habernos pasado era que nuestro papá se muriera, porque si seguía aquí íbamos a seguir siendo esclavas de ese secreto. De que no se supiera, pero ahora también somos libres”.

* Paloma Valenzuela tiene 37 años y es lectora de Paula.

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