¿Seguimos teniendo citas fuera de las aplicaciones online?

Se estima que para 2027 habrá 440 millones de usuarios de aplicaciones de citas en el mundo. No solo las plataformas destinadas para encontrar pareja son el epicentro, sino que también se da en redes sociales, convirtiéndose en un fenómeno en auge debido a su practicidad y a la naturalidad con la que vivimos la tecnología. A pesar de la tendencia, hay quienes se resisten a incursionar en estas apps o quienes las han probado, pero siguen prefiriendo conocer personas "a la antigua", en la vida real.




La creadora de contenido Nahee Yi (@naheezy) lleva una bitácora de más de 60 días en los que se ha atrevido a salir de su zona de confort para acudir a espacios comunes como cafeterías, librerías, supermercados y parques, para conocer a hombres con quienes tener citas. El registro, compilado en su cuenta de TikTok, lo titula Forcing myself to go out in the wild to find a husband organically, en español, “Obligándome a salir a la vida para encontrar un esposo de forma orgánica”, aunque el término “esposo” lo usa de forma irónica para aludir al hecho de conocer a un hombre.

En los videos se ve a Nahee pasando el rato en distintos lugares mientras espera tener una interacción, natural o no (como fingir no alcanzar algo de un estante para recibir ayuda), con extraños.

Hace un poco más de ocho años las aplicaciones de citas empezaron a cobrar popularidad en el mundo, convirtiéndose en la forma moderna y quizá más eficaz de tener citas y, tal vez, encontrar una pareja para formar una relación. En 2023 la revista Forbes publicó una encuesta sobre el mundo de las citas online y offline en Estados Unidos. El 70% de los encuestados aseguró haber encontrado una relación de pareja estable en las aplicaciones y el 28% aseguró lo contrario. El portal de datos estadísticos Statista reveló que en 2022 había más de 360 millones de usuarios de aplicaciones de citas en el mundo, y que se estima que para 2027 habrá 440 millones.

Manu Chatlani, director ejecutivo de la agencia Jelly, asegura que “el número está reflejando muchas cosas, desde el deseo de conocer a alguien, a la facilidad que te dan las apps para poder conectar y conocer a alguien de tus intereses en ciudades en las que vivimos hiperconectados y cada vez con menos tiempo. Esta tendencia solo crece, porque te permite segmentar más allá de la proximidad; algunos usan la geolocalización y en otros, solo las mujeres hablan primero. Además, al estar en la app, entiendes que están en la misma sintonía”.

Así, si al asistir a una fiesta o discoteca estamos expuestos a decenas de personas que puedan ser de nuestro interés, esta posibilidad se maximiza en las aplicaciones de citas, algunas incluso tienen opciones de pago para conocer a personas de otros países. Y no es una posibilidad que solo se da en las aplicaciones que están explícitamente hechas para las citas, sino también en las redes sociales. “En Instagram, por ejemplo, estás permanentemente hablando con gente que te conoce y cuando se dan cuenta de que estás soltero o soltera, automáticamente empiezan las stories, los mensajitos. Hay una combinación de estos elementos, siendo los mensajes directos, o DMs, los más populares en Chile, más que las aplicaciones de citas”, explica Chatlani.

Para Francisca Venegas Cerda (@sanaincertidumbre), psicóloga clínica y terapeuta de parejas y familia, y creadora del podcast Sana Incertidumbre, el uso de estas aplicaciones nos permite, de cierta forma, elegir la primera impresión que queremos dar. “Con lo online uno a veces siente que tiene más control sobre lo que cuenta de sí mismo. Puedo elegir la foto que pongo, la descripción y algo bien importante es lo que estoy buscando en la aplicación. Uno no siempre sabe esto último y cambia de opinión, pero cuando uno está recién conociendo a alguien en una biblioteca o en un parque, no le vamos a preguntar ‘Hola, ¿cómo te llamas? ¿Qué estás buscando?’, porque no se va a entender en el contexto. Lo presencial nos quita esa presión, pero nos deja en esa disyuntiva de no saber lo que la otra persona quiere”, explica.

Al igual que las redes sociales, las aplicaciones de citas cumplen la función de generar un subidón de autoestima y ego cuando nuestros posteos o fotografías son validados por otras personas. Francisca Venegas sostiene que “recibir un match es como recibir un like en Instagram, nos genera un pequeño boost a nivel neuronal, pudiendo generar más dopamina a través de la sensación de ser aceptados. Pero dura poco, porque puedo haber hecho match con 20 personas y no tener ninguna conversación estimulante porque la otra persona no se va a atrever a hablar y yo tampoco. Es una cosa instantánea, del momento”.

Para la psicóloga y sexóloga Carola Fernández (@carola.fernandezn), las aplicaciones de citas llegaron como una forma de facilitar el mundo de las citas en lo práctico. “Con las apps fue posible que alguien pudiera dedicar menos energía, incluso menos recursos económicos y menos tiempo en conocer personas, algo que, en una sociedad que es híperproductiva, cae bastante bien. Además, estas aplicaciones dieron la posibilidad de conocer simultáneamente a personas y, como si fuera poco, también la posibilidad de filtrar los gustos. Resultaron súper atractivas para quienes no encuentran a personas de su gusto en su círculo cercano y para personas de las disidencias sexuales, que quizá les era más difícil conocer gente con sus gustos, afinidades y principios. Creo que este fue un muy buen punto a favor, la posibilidad de conocer a personas que antes no podíamos”.

El mundo offline (o la vida misma)

Diana Larenas conoció a su pololo en 2021 en un viaje de fin de semana con una amiga a Pucón. Su amiga la invitó a juntarse con uno de sus amigos y un amigo de él. Diana no estaba convencida, pero fue igual, aunque asegura que estuvo con “cara larga” durante la mitad de la velada y ni siquiera prestó atención a José Andrés, su actual pololo. Al día siguiente se volvieron a ver los cuatro más otros amigos que se unieron al grupo. Esa vez sí notó un coqueteo con él, pero no tuvieron más contacto hasta que ambos viajaron a Punta Arenas, de donde son oriundos, para las fiestas de fin de año. Ahí comenzaron los mensajes por Instagram, desde donde luego coordinaron una cita. “No sabía si las cosas iban a funcionar, porque él vivía en Pucón y yo en Santiago. Pasar las fiestas en Punta Arenas me hizo pensar que iba a ser un amor de verano, que se iba a quedar ahí. Tampoco quería seguir una relación a distancia. Pero lo hablé en terapia y mi psicóloga me hizo darme cuenta de que no me tenía que cerrar a las posibilidades y que era mejor dejar fluir todo. Y eso hice”, recuerda Diana.

Si bien probó las aplicaciones de cita y salió con gente, nunca la terminaron de convencer. “Solo usé Tinder, pero no me juntaba con cualquier persona. Necesitaba que hubiera una conexión al menos, salir del típico ‘Hola, ¿cómo estás?’. Creo que, en total, me junté con tres personas y solo con una de ellas traté de tener una relación, pero él solo quería sexo casual, aunque me dijo lo contrario cuando se lo pregunté directamente. Fue una mala experiencia, no me rompieron el corazón, pero fue una situación que me hizo sentir demasiado mal. Lo intenté después, pero lo único que hice fue pasar y pasar de los perfiles. Lo siento falso, es una cita a ciegas al final. Me gusta más lo antiguo, conocerse en la calle o en una fiesta y luego juntarse porque te gustó la persona de vista y no en fotos. Aunque creo que las aplicaciones sirven mucho para las personas que son menos sociables o tímidas”, explica ella.

Carolina Fernández conoció a su actual esposo en la universidad. Ella iba en segundo año de su carrera y él en el último. Salieron un par de veces, pero a Carolina no le convenció tanto al principio, así que pausaron las cosas. “Creo que yo estaba buscando más aventuras y él ya estaba centrado en la vida. Después cada uno hizo sus cosas, él pololeó muchos años y yo también tuve un par de pololos y me fui a vivir a Londres un año. Cuando volví de mi viaje, nos encontramos, empezamos a salir, nos enamoramos, pololeamos y nos casamos”, dice Carolina.

Cuando todas sus amigas tenían aplicaciones de citas y Carolina estaba soltera, decidió darles una oportunidad y “vitrinear”, pero solo estuvo dos semanas online y no concretó ninguna salida. No le gustó el mecanismo. “Aunque a mí no me gustan esas aplicaciones, encuentro que son buenas para la gente que sí le gustan. Conoces gente, descubres lo que te gusta y lo que no; tienes nuevas historias para contar, buenas o malas experiencias. Creo que es muy aperrado tener una cita con alguien que no has visto en persona. Yo soy miedosa en ese sentido, pero me imagino que quienes lo hacen, irán con los resguardos necesarios o estando alerta a cualquier cosa, y obviamente también dispuestos y dispuestas a pasarlo bien”.

Coni Rich también conoció a su actual pololo en la universidad. En su caso, ella era un año mayor e incluso le tocó participar en el mechoneo de él, cuando aún se estilaban esas prácticas universitarias. Nunca hablaron tanto hasta que ella tuvo que hacer un ramo anual de nuevo y les tocó la clase juntos. “Creo que a mí, que era más ansiosa, me ayudó hablar por chat de Facebook porque sentía menos presión al momento de conversar, porque él me buscaba más para vernos en persona, pero no era tan buena en esa clase de relaciones”, dice Coni, quien también incursionó en el mundo de las apps de citas tras terminar una relación antes de conocer a su pololo, pero tampoco le atrajo mucho esa modalidad. Sin embargo, destaca que “es entretenido algunas veces tener esas plataformas para, de forma random, quizá lograr una conversación, aunque sea pasajera, sobre un tema que logren en tener en común con la otra persona, el tener la conexión social o humana que a veces se necesita sin tener que verte en persona con alguien”.

Virtualidad versus presencialidad

En un mundo en el que la virtualidad ya nos resulta familiar para relacionarnos con cercanos y estar conectados con el trabajo, para la psicóloga y sexóloga Carola Fernández es un debate interesante preguntarnos si realmente no es orgánico conocer a personas en redes sociales. “Las aplicaciones de citas eran un paso inevitable dentro de los avances sociales y tecnológicos. Las redes son un medio con el cual nos estamos moviendo todo el tiempo con mucha facilidad y mucha fluidez, entonces no por ser tecnológico no va a tener un elemento orgánico en la experiencia. Se siente una zona bastante conocida y familiar. Es interesante pensar qué es orgánico y qué no en experiencias humanas”, explica.

A pesar de que el aumento de usuarios de aplicaciones de citas está en auge, para un porcentaje de personas ésta, derechamente, no es una opción para conocer a alguien. “Uno de los argumentos que más he escuchado y observado de las personas que no quieren entrar al mundo de las citas online es la dificultad para el uso de estas apps. Si no les gusta interactuar tanto por redes sociales, si no son mucho de conversar por ahí, al no tener a la persona al frente, dialogando, donde está el cuerpo presente en la interacción, también sienten un momento de ansiedad, así como hay quienes sienten que tienen mayor percepción de control porque creen que se están resguardando más por miedo a lo virtual, hay otras que son incluso más inseguras dentro de lo virtual y prefieren conocer a personas de manera más circunstancial. Algunas personas no se sienten tan a gusto al momento de seducir en estas plataformas y yo creo que la clave es estar donde nos sentimos a gusto y mostramos nuestras propias plumas”, explica la profesional.

Francisca Venegas Cerda considera que uno de los factores por los que probablemente muchos no han querido incursionar en estas aplicaciones es la imagen inicial que tenían. “Al principio, sobre todo Tinder, estaba más enfocada en tener relaciones sexuales y no necesariamente buscar una relación más estable o una amistad. Hay personas que de lleno no quieren una relación así. También pasa que en esas aplicaciones les llegan match o propuestas sexuales que no quieren recibir y que las hacen sentirse incómodas. Por otro lado, también hay personas a las que les ha entrado la curiosidad y después de un tiempo terminan conociendo ahí a una persona con la que quieren ser monógamas. Es un mundo de posibilidades. En mi opinión, si quieres ampliar las probabilidades de conocer a alguien, es bueno estar abierto a las posibilidades. Si nunca he usado Tinder, lo puedo intentar por curiosidad, manteniendo el resguardo de no publicar fotos muy íntimas. Y si no me acomoda, borro mi perfil. No me hace ni más ni menos interesante. Al mismo tiempo, puedo seguir yendo al parque, metiéndome a talleres y diciéndoles a mis amistades que quiero conocer a más gente, especialmente a aquellos que tienen conocidos con los que creen que puedo hacer match”.

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