No tuve el parto que esperaba y fue un aprendizaje




“Soy matrona de profesión, hace casi 14 años. Mi especialidad fue siempre el acompañamiento en partos con enfoque natural (o mínimamente intervenido). Sin embargo, el año 2018 me embaracé por primera vez, y tuve una urgencia vital que me llevó a la UCI y me tuvieron que hacer una cesárea.

Es super curioso porque se dio un contraste bien tremendo, desde la convicción de poder acompañar a mujeres con la total confianza en que todas podemos parir y que cuando las cosas van mal no van tan mal; a vivir una experiencia que me demostró que las cosas sí pueden salir super mal. Yo no tuve el parto que esperaba tener, ni en las condiciones, ni en los tiempos, ni nada.

Cuando me enteré que estaba embarazada fue una noticia super bonita. Todavía recuerdo el día. Estaba tomando desayuno y llevaba unos días sintiéndome rara, así que me hice un test. Me salió positivo, con mi pareja nos alegramos un montón. Pero pasadas las 20 semanas, comencé a sentirme mal. Estaba inflamada, tenía mucha sed. También hacía mucho pipí y me sangraban un poco las encías, lo que era super normal. Seguí con mi ritmo, atendiendo partos y haciendo clases. Pero a las 24 semanas, me empezó a pasar que me tocaba una pierna y se me hacía un moretón. Así que me fui a la clínica donde me tomaron exámenes porque mis síntomas eran extraños.

El resultado fue que mis riñones y mi hígado no estaban funcionando bien. Me hablaron de un muy mal escenario, de hecho llegué a tiempo porque corría riesgo vital yo y mi guagua. Me trasladaron a la UCI y un par de horas después me hicieron la cesárea. Fue una cirugía con anestesia general, todo lo que yo jamás hubiese esperado de un parto.

Estuve una semana en la UCI y mi hijo, Noah, en la Neo. Recuerdo que lo primero que pensé al despertar fue cómo seguía vivo, si era tan pequeñito. Después me pasaron a una unidad de menos cuidados. Comenzó el otro camino, de ir a verlo a él, con la esperanza de que saliera bien de ahí. Pero era muy chiquitito, no pudo. Mi guatón vivió 24 días en la Neo, antes de fallecer.

Esta experiencia redefinió mi camino profesional, abriendome el espacio a acompañar maternidades en duelo tambien. Si bien nunca fui muy cerrada, como matrona, siempre estuve abierta a brindar todas las posibilidades en un parto, hoy mi mirada es distinta. Muchas mujeres llegan a nosotras con ganas de parir natural, negadas a la cesárea, pidiendo que no las toquen; todo lo que involucra un parto no intervenido. Y me parece bien, pero lo que veo es que muchas veces el foco final o la motivación real no está puesta donde tiene que estar y que es tener a tu guagua sana en brazos.

Siento que este ha sido un cambio o un camino coherente. Si bien en la atención de parto, pero también en el acompañamiento previo, he intentado tener el cuidado de no impregnar mi historia en la de las pacientes, sí procuro transmitirles –porque creo que también esto baja la presión que las mismas mujeres nos ponemos–que si ya escogieron un buen equipo y saben que éste va a velar por su bienestar, entonces que se dediquen a disfrutar la experiencia; enfocarse en lo que es realmente importante.

A mí me pasó, tenía una expectativa de parto, nunca viví tranquila la gestación. Otras veces las mujeres sienten la presión de tener un parto en cuclillas, sin anestesia, y al final en esa obsesión no logran disfrutar del momento que están viviendo. Si por alguna razón te toca hacer una cesárea, también puedes encontrar una manera amorosa de hacerlo.

Desde que volví a trabajar suelo hacerle esta pregunta a las mujeres: ¿qué es lo importante para ti? Y les pido que no me lo contesten inmediatamente, sino que le den una vuelta. Porque a veces, muchas veces, no se han sentado a pensarlo. Vienen con ideas que tal vez no son propias, son impuestas. Porque las mujeres sentimos muchas presiones, en muchos momentos y también en nuestro embarazo y parto. La pega que como matrona debemos hacer, es justamente no hacerlo más difícil.

Van a ser casi cinco años de esa experiencia. No he sido madre de nuevo, pero uno nunca deja de recibir los coletazos de esa experiencia. No son aprendizajes inmediatos ni fáciles de mirar. Cuando hablo de mi hijo siempre digo que escogí seguir viviendo, que es una decisión desde la conciencia, de ya no hacer cosas por tener que hacerlas, sino que hacer lo que me hace sentido y eso desde mi trabajo hasta cómo me relaciono con la gente. Me cambió completamente el rumbo”.

Stephanie Galan es matrona, tiene 38 años y creadora de las cuentas @maternidad_azul y @bastet_aromas, sobre maternidad y acompañamiento.

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