No hay una sola forma de ser amigas: las reglas, las pones tú

No hay una sola forma de ser amigas: las reglas, las pones tú



Cuando la idea que tenemos de lo que significa ser una “buena amiga” difiere de la que nuestras amigas tienen, muchas veces, la decepción y la desilusión nos llevan a tomar distancia. Nos sentimos desencantadas con esta persona que alguna vez fue tan cercana y entrañable en nuestras vidas porque dejó de cumplir con nuestras expectativas. Esperabas más apoyo de ella, deseabas que fuera más leal y que estuviera ahí incondicionalmente. Pero no lo estuvo y eso dolió.

Aunque parezca un código evidente que todas implícitamente entendemos, ser “buena amiga” no significa lo mismo para todas. Y es que la manera en la que nos relacionamos con los otros está profundamente influenciada por nuestras historias de vida, creencias y suposiciones que tenemos sobre cómo funciona el mundo, elementos que, inconscientemente, forjan las expectativas que imponemos sobre las personas con las que nos vinculamos íntimamente, dicen las especialistas.

De hecho, aseguran, el ideal de que esta amiga (probablemente de toda la vida), que ha estado en todas tus etapas, que no falla y está en todas contigo porque es muy leal e incondicional, es tan solo eso, un ideal reforzado por la cultura pop. Un constructo que nos ha mostrado cómo esa amiga entrañable debería ser. Así, hemos aprendido que lo contrario a eso, es mala amistad. Pero no todo está perdido porque aún podemos trabajar en nutrir la forma en la que nos relacionamos dentro de nuestras amistades.

Expectativas incumplidas

Aunque el dolor que implica una desilusión es muy real, idealizar nuestros vínculos cargándolos con el peso de ciertas exigencias aleja la amistad de lo que en realidad es: una relación entre seres humanos, con luces y sombras, con similitudes y también con diferencias, con momentos de altos y bajos, que en definitiva como toda relación, tienen que trabajarse si está la intención, asegura Camila Pardo, psicóloga y coach especialista en límites, asertividad y autoconfianza (@psicologa.camilapardo).

Trabajar los matices de esta relación implica tener conversaciones difíciles y cuestionarnos la forma en la que nos estamos relacionando. Para la psicóloga feminista Silvana Rivas (@psicosilvi), muchas veces operamos bajo exigencias patriarcales de lo que es “ser buena”. “Esto influye de manera directa lo que se espera de nosotras como mujeres y el lugar que se le da al “cuidado de otros”. Se espera que seamos buenas cuidando, escuchando, apoyando y estando ahí incondicionalmente. Sin embargo, nosotras podemos quebrar eso y armar nuestros propios códigos y formas de establecer relaciones íntimas”, asegura.

El regalo de vivir las amistades desde el feminismo

Históricamente, a las mujeres se les ha relegado el rol de cuidado hacia los demás, algo que ha significado para muchas dejar sus necesidades de lado para satisfacer las de los otros. Con la deconstrucción de los roles tradicionales de género, el feminismo nos ha permitido relevar la importancia de cuidarnos a nosotras mismas y de ser una red de apoyo y cuidado entre nosotras, explica la especialista Camila Pardo.

“Seamos amigas o tal vez no tanto, está ese espíritu de que en otra mujer puedo encontrar empatía e incluso protección porque puedo identificarme con sus dolores. Así, han quedado atrás estereotipos banales a los que tradicionalmente se ha intentado asociar el vínculo entre mujeres como la rivalidad, la envidia o la competencia y ha ganado protagonismo la idea de ser tribu, de acompañarnos e ir juntas en etapas difíciles, de relacionarnos sin enjuiciarnos, bajar nuestras propias exigencias y desafiar las expectativas que otros tengan de nosotras”, dice Pardo.

Asimismo, el feminismo nos permite mantenernos entrelazadas, asegura la psicóloga Silvana Rivas. “Nos abre los ojos para mostrarnos las trampas a las que somos expuestas, nos rescata porque nos muestra cómo podemos construir un tejido que permanezca sólido en el tiempo. Por eso creo que muchas mujeres sienten que sus amigas son quienes les han permitido salvarse en muchos aspectos de sus vidas. Son en parte quienes les dan sentido y esperanza a que puedan pertenecer a un lugar digno, de amor y respeto”, dice Rivas.

Tal como las mujeres somos socializadas para cuidar, ser serviciales y obedientes, el código patriarcal también hace el intento por disolver nuestra cercanía con otras mujeres. Por, sobre todo, nos enseña a compararnos entre nosotras y a evaluarnos acorde a qué tan vistas, elegidas y hermosas somos, explica la psicóloga feminista. “Así, aprendimos a encajar desde la violencia hacia las otras, aprendimos a hablar mal de nuestros propios cuerpos y del de las demás. Hay una contradicción entre lo que se espera que hagamos según la socialización que hemos tenido en la vida como mujeres y lo que realmente queremos hacer según nuestros propios deseos y sentires y esa es, según mi perspectiva, la fragmentación con la que luchamos constantemente porque nos afecta al momento de vincularnos y establecer relaciones cercanas con otras mujeres”, dice.

No hay una sola forma de ser amigas: las reglas, las pones tú

Las bondades de poder conectar íntimamente con una amiga

Aunque cada vez es más cuestionado, muchas veces la jerarquía de nuestros vínculos sigue patrones tradicionales que pone en un espacio central a la pareja y la familia y que a las amistades las relega a un segundo plano porque no son “tan importantes”. Según la psicóloga y coach Camila Pardo, “las amistades muchas veces caen en un espacio que se da más “por sentado” por el peso de la historia que tienen en nuestra vida. Y eso hace que sean relaciones a las que a veces les prestemos menos atención porque sentimos que fluyen solas, cuando no necesariamente es así. Cuando ese es el escenario y comienzan a haber quiebres o distancias por distintas circunstancias, en muchos casos ocurre que las cosas simplemente se diluyen, quedando una sensación de confusión, vacío o poca claridad”, explica.

Cuando le damos tanto espacio e importancia a nuestras amistades como a la pareja, no nos perdemos a nosotras mismas ni a la posibilidad de conectar con esos espacios que solo existen cuando dejamos entrar a las otras en nuestro mundo desde el respeto, la ternura y el amor, agrega Rivas. “Si hay algo que ocurre cuando las mujeres comienzan a conectar con las otras desde la visibilidad y la validación, es la disposición a acompañarse. Y es que solidarizamos y nos identificamos con la violencia a la que somos expuestas. Somos conscientes de que estamos frente a alguien que es merecedora de cuidados porque sabemos cuál es la historia que nos precede”, dice.

El amor que se construye en la amistad entre mujeres puede llegar a ser tremendamente profundo y significativo en nuestras vidas, concuerdan las especialistas. “Es un lugar tibio de refugio donde puedes descansar de manera segura. Allí logramos ocupar la ternura como una forma válida de expresión de cariño y establecemos relaciones con nuestras amigas desde la intimidad y la profundidad”, dice la psicóloga feminista.

Ser responsable afectivamente con las amigas (también)

Con la misma seriedad y compromiso que tenemos cuando estamos en una relación estable de pareja, quienes deciden darles a sus amigas un lugar protagónico en sus vidas deberían hacer el espacio para preguntarse si están en la misma sintonía respecto de lo que esperan de la relación. “No hay una sola forma de ser amigas. Lo importante, es que la forma que acordemos entre nosotras, nos acomode a las dos. Y que cuando algo de esto se comience a quebrar, podamos tener la capacidad de conversarlo, plantear cómo nos sentimos con esto, y poder tomar las decisiones que necesitemos”, explica Camila Pardo.

Si no lo hacemos y nos sentimos incapaces de tener estas conversaciones difíciles, nuestras relaciones se vuelven más superficiales, agrega Pardo. “Cuando caemos en relaciones que carecen de este tipo de conversaciones, construimos espacios que no nos sentimos del todo seguros para mostrar nuestra vulnerabilidad y estamos más bien cuidándonos frente al otro. Sentir que no soy yo misma, que no me muestro tal cual soy o que no me conocen del todo, puede llevarnos a sentirnos más distantes de los demás, o incluso, a sentir mayor soledad”, asegura. Al conversar, en cambio, “le abro al otro la posibilidad de conocer mejor y en mayor profundidad quién soy y lo que me pasa”, agrega la psicóloga y coach.

Como estrategia para atreverse y hacerlo, recomienda Rivas, es útil pensar que eres tu propia amiga y preguntarte: ¿Cómo te escucharías?, ¿cómo actuarías si te ves en problemas?, ¿cómo te acogerías? “La idea de este ejercicio es mirar cómo te estás enjuiciando a ti misma y desde dónde nacen las barreras que te impiden mostrarte”, concluye.

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