Los 94 de Sylvia Soublette

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"Fue una cosa muy curiosa lo que me pasó, porque llegué a los 90 años como si tuviera 70", dice la compositora. Eso, hasta que murió Gabriel Valdés, su marido por 64 años. Entonces se replanteó cómo vivir este capítulo de su vida, el epílogo, como lo llama en las memorias que está terminando. A sus 94 no ha parado de crear música, leer y pensar. De su vida, la libertad, el aborto y la política habla aquí.




Paula 1200. Sábado 21 de mayo de 2016.

"Yo creo que hoy a la gente le está costando envejecer bien. Y eso de envejecer con dignidad, es lo más cierto que hay". Sylvia Soublette, que tiene 94 años, que come poco y jamás frituras, que camina más de una hora diaria, que escribe cartas al diario y está preparando un concierto, y que jamás se haría nada en la cara, agrega:

"¿Tú sabes de dónde salió esa frase? De una película, a lo mejor tú no la debes ni haber visto, que se llamaba Stromboli, de Roberto Rossellini, donde actuaba la Ingrid Bergman. Hay una escena donde ella entra a una sala donde hay una serie de mujeres de negro. Y entonces una le dice: "nosotros, señora, en este lugar somos gente que envejece con dignidad".

Se ríe.

"Y yo eso creo, absolutamente; que uno tiene que envejecer con dignidad, vivir poco a poco asimilando lo que significa ir acomodándose al momento que está viviendo.

Está sentada muy erguida en un sofá, en su departamento del Barrio El Golf. Muy bien maquillada, con rouge y el pelo hasta donde termina el cuello, como lo ha usado siempre. Atrás hay un cuadro de Nemesio Antúnez, una foto de Gabriel Valdés, en la terraza sus canarios y ninfas, y en el sofá, su perro Benjamín.

¿Era pretenciosa de joven?

Mucho, sigo siendo. No me gusta presentarme mal por ningún motivo, no lo hago.

¿Y cómo fue tomando las arrugas?

Nada, lo último que habría hecho sería hacerme una cirugía estética. A mí me molesta todo lo que es buscar engañarse de la verdad. Y la verdad es que tienes la edad que tienes. Ahora, que luches para estar bien, para poder seguir teniendo actividad y que no te resulte una lata la vida, eso es normal, pero otra cosa es "me voy a tratar de parecer a una jovencita de 30 años"; eso me parece ridículo. Ahora, que hay que defenderse, indudablemente, pero no arreglándote la cara, tú te defiendes de otra manera...

¿Cómo se defiende?

Haciendo ejercicio. Tengo una bicicleta en la casa y hago todos los días. Y, por último, si no te puedes mantener activa físicamente, que sea mentalmente. Si haces eso, te mantienes bien, en cambio si tú te echas a morir y pasas el día...

¿Como deprimida..?

Claro, quejándote de que te duele aquí o te duele allá. Porque si me preguntas, sí me duele aquí y allá, pero no me echo a morir.

¿Qué es lo que le ha servido para llegar tan bien a su edad?

He sido muy trabajadora, creo que eso me ha ayudado. Con la música, además, hay un tremendo trabajo mental, lo que ayuda a mantenerse bien; estoy convencida de eso, porque el cerebro es un músculo y hay que hacerlo trabajar. Yo ahora salgo poquísimo, me encanta estar en mi casa, pero leo, escribo, leo los diarios para saber todo lo que pasa. Entonces, lleno el día con cosas que me gustan.

EL EPÍLOGO DE SUS MEMORIAS

Sylvia Soublette lleva años escribiendo sus memorias. Un libro que parte con su nacimiento y que avanza por su vida, la música, la política, la familia. Ahora está haciendo el epílogo, que es la vida sin Gabriel Valdés, quien murió el 7 de septiembre de 2011.

"El libro estaba terminando. Lo que pasa es que a última hora mi hijo, Juan Gabriel, me dijo: 'Mamá, ¿por qué esto terminó con la muerte de mi papá? Si usted está viva, así que esto sigue'. Y seguí escribiendo".

El capítulo más doloroso ha sido el último, precisa.

¿Siente que está en el epílogo de su vida?

Sí, me doy cuenta que no es mucho el tiempo que me queda. Sin embargo, sigo aprovechándolo; ahora quiero tratar todavía de dirigir una obra.

La espera dar en el Teatro Oriente, a mediados de año. Es fruto de una investigación sobre la música precursora de la ópera del siglo XVII.

"Lo más importante en mi vida ha sido la música, desde que tengo recuerdos", asegura. Y agrega: "Yo tenía una abuela compositora y, además, me acuerdo que me quedaba dormida oyendo a mí mamá que tocaba en el piano una música tremendamente sentimental, de la época de Chopin; romanticismo puro".

¿La música ha sido fundamental para llegar tan bien a su edad?

Fundamental. La verdad es que he vivido, podría decirlo, sumergida en la música casi toda mi vida. Le doy muchas gracias a Dios de que me haya permitido vivir hasta la edad que tengo. Y lo puedo decir porque todavía tengo una actividad de mujer bastante más joven. Tengo la ventaja de que soy una persona que vive mucho de la reflexión, no soy demasiado para afuera, sino reflexiva e introvertida, en el sentido de que vivo mucho más de lo que pienso, de lo que me interesa, que de afuera, ¿me entiendes? Soy una persona que puede pasar tiempo sola, sobre todo en este momento, que se murió Gabriel.

¿Igual se siente más sola?

Al principio sí; llevábamos 64 años de matrimonio. Fue una cosa muy curiosa lo que me pasó, porque llegué a los 90 años como si tuviera 70, y hacía mi vida como si tuviera 70. Nunca había pensado en la edad que tenía, no me importaba. Seguía haciendo proyectos. Bueno, cuando murió Gabriel me vino la claridad mental de decir: "estoy llegando al fin". Me pareció como que toda la vida que había hecho hasta ese momento había pasado en un instante. Me di cuenta de eso, y dije: "Ahora tengo que empezar a pensar cómo seguir aprovechando mi vida hasta el fin".

"Para una persona que tiene la cabeza tan clara como yo a esta edad es muy interesante la vida ¡muy interesante! hay tantas cosas en qué pensar, qué estudiar, qué leer", dice Sylvia, quien, a sus 94 años, está trabajando en una obra musical.

¿Y qué ha pensado?

Al principio estuve muy aislada, como que no sabía para dónde ir. Pero después empecé a recuperarme y pensé que había que aprovechar esta etapa, porque para una persona que tiene la cabeza tan clara como yo a esta edad es muy interesante la vida, ¡muy interesante! Hay tantas cosas en qué pensar, qué estudiar, qué leer.

A Sylvia Soublette, más que nada, le interesa la filosofía y la sicología. "Soy muy jungeana. Leo mucho a Carl Jung: él cree absolutamente en la permanencia del ser después de la muerte".

¿Qué idea tiene sobre eso?

No creo en lo convencional. Es decir, es lo mismo. Creo que se habla mal cuando se habla de otra vida; yo creo que no; la vida es esta, pero sí existe un ser dentro de uno y dentro de la permanencia del ser en otro espacio, en otra dimensión.

CARTAS AL DIRECTOR

La primera carta al director que escribió a El Mercurio fue para defender el espíritu de la toma de la Universidad Católica, en 1967, en la que participaron sus dos hijos, Max y Juan Gabriel. Estaba molesta con el ministro del Interior del gobierno de Frei Montalva por el tratamiento que le dio al movimiento.

Gabriel Valdés andaba de viaje. Era canciller de Frei.

"Cuando llegó me dijo: 'oiga, en la que está metida usted (risas). Pero no me dijo 'para qué se metió'".

Y así, ha seguido por años dando su opinión a través de las cartas al director. El año pasado, por ejemplo, escribió: "En referencia al artículo de don Agustín Squella sobre la conveniencia de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, con todo el respeto que él me merece, quiero recordarle que en este país el 80% de la población se declara católica, y aún dando por hecho de que haya una mayoría de ese porcentaje que no practica, sin duda cree en un Ser Supremo. Yo respeto el ateísmo de don Agustín. Lo que no comprendo es su proselitismo".

A comienzos de este año, escribió sobre el aborto: "He podido observar que en la controversia suscitada por las excepciones a la Ley de Aborto propuesta por el gobierno, en general se da por sentado que de lo que se trata es gráficamente 'de dar chipe libre' al aborto. Creo que nadie sensato en Chile propiciaría una ley en esos términos".

¿Su punto es el derecho a disentir?

Es que hay cosas que no se pueden decir porque escandalizan... Soy una persona que piensa que la Iglesia Católica ya dejó de cumplir el rol que cumplió en el renacimiento, en el que sencillamente hablaba y mandaba. Ya pasó, entonces la Iglesia todavía tiene tendencia como a presionar a los católicos.

¿Y a usted le parece que este era un caso?

A mí no me importa que lo digas, o sea, presionar a los católicos en temas que ellos consideran de vital importancia. Y hay que tener cuidado, porque también termina siendo más importante la ley que la conmiseración ante ciertas cosas que son muy dolorosas del punto de vista humano. Considero una muy mala voluntad cuando en las cartas se habla de los partidarios del aborto. ¿Quién va a ser partidario del aborto?

¿Cree que es un tema de discernimiento de cada uno?

Claro. Cuando yo era muy joven siempre se hablaba del libre albedrío. Y la Iglesia tiene derecho a predicar las cosas, pero no a personalizar, decir por ejemplo que todos los diputados y senadores tienen que votar por lo cristiano, y que lo otro sería atentar... Todas esas cosas no las entiendo.

¿Y esta cabeza que tiene usted le viene por su ascendencia francesa?

En gran mayoría, porque yo era viñamarina y la vida en Viña era muy distinta. Fuimos libres como pájaros. Mi papá era bien estricto, pero tenía mucha confianza en nosotros, y como Viña era relativamente chico, todo el mundo era amigo. En Viña vivían montones de familias de origen alemán, inglés, francés; un mundo bastante cosmopolita. Me eduqué en las Monjas Francesas, hablo francés, después me fui al Colegio Alemán del cerro Alegre, porque quería estudiar alemán, tenía 17 años. Y bueno, de repente pasé a Santiago cuando me casé y ahí sí que me di cuenta lo que era Chile. Me encontré con esta cosa estrecha.

¿Como pueblerina?

No, nada de pueblerino, era una cosa como muy aristocrática, de familias muy jerárquicas, con una tradición católica con mayúscula. Yo tenía una visión muy cristiana de la vida, pero no tan de Iglesia. Nunca me pareció bien que habiendo separación de Iglesia y de Estado, la Iglesia tuviera que intervenir y decirle a la gente: "mire, usted tiene que hacer esto o lo otro". Eso me parece chocante.

O sea, usted le aportó mucho en ese sentido a su marido.

En la familia de Gabriel había capellán; así eran de católicos. Y, sin embargo, mi suegra, como era muy santa y muy inteligente, se escribía con intelectuales franceses católicos; entonces fue evolucionando en el sentido social y cambió, lo que fue muy serio, porque su familia estuvo en contra de ella. Y eso es muy notable, porque ella venía de una familia súper tradicional. Fuimos muy amigas. Era muy religiosa en el buen sentido de la palabra.

Las memorias de Sylvia Soublette parten con su primer recuerdo, los colores del desierto de Atacama, cuando su padre trabajaba en las salitreras. El primer capítulo llega hasta que vive en Europa, ya casada con Gabriel Valdés.

"En ese tiempo a mí me costaba trabajar, los niños estaban chicos, pero ya después entré a trabajar en la Católica... Más tarde vino el conjunto de música antigua, fue muy interesante, porque tuvimos que hacer una tremenda investigación. Fuimos el primer grupo de músicos que existió en Chile, entonces de ahí nos empezaron a contratar de afuera.

Se fue con su marido un año a Francia sin niños. ¿Cómo fue?

Ay, horroroso. Sufrí mucho. Eran muy chiquititos todavía. Lloré muchísimo durante el tiempo que estuve afuera.

¿Pero se arrepiente?

No, no me arrepiento te voy a decir, porque fue un año muy productivo. Yo me quise ir antes, esa es la verdad. Pero Gabriel me puso la pistola en el pecho y me dijo que: "o hay matrimonio o usted se va. Yo no creo en estas separaciones de mucho tiempo". Entonces me casé. Y él me dijo: "no te preocupes, vamos a ir juntos".

¿Cómo lo hicieron para darse cada uno, además, sus espacios? No era lo usual en la época.

Porque antes de casarme le dije que yo no iba a poder estar casada con una persona que me impidiera hacer mi carrera como yo quería. Nunca jamás me impidió nada. Porque creo que la verdadera unidad en una pareja es la fidelidad total en el sentido de la adhesión a la persona, y yo tuve en ese sentido una fidelidad total. Siempre me interesé por lo que pensaba, participé de lo que pensaba, no aceptaba crítica contra Gabriel ni de los niños.

Varios años después se fue a Caracas, un año sola.

Claro. Me fui a Caracas porque por el cargo de Gabriel él tenía que estar todo el tiempo viajando. Y yo pasaba muy sola en Nueva York y traté de trabajar allá, pero me ofrecieron varias cosas que no me interesaron. Ya no estaba para estar formando un coro escolar o dirigir una orquesta de niños chicos. La María Gracia (su hija) estaba casada y vivía en Caracas. Me fui a verla y me encontré con José Antonio Abreu, director de las orquestas, y me dijo: "¿y por qué no se viene a trabajar con nosotros?". Me ofrecieron un sueldo muy alto. Era un segundo motivo para aceptar. Entonces me fui para allá. Pero Gabriel venía todo el tiempo.

LA POLÍTICA Y LA PLATA

¿Sintió que Gabriel Valdés fue tratado injustamente en el partido? Él decía que no lo dejaron ser Presidente.

Sí. La verdad es que Gabriel no era un luchador, no era para ponerse a pelear con la gente del partido para conseguir algo para él. Lo que pasa es que era como de cajón; Gabriel venía llegando, no había partido. Porque digan lo que digan, eso era verdad, estaba hasta cerrada la sede. Bueno, Gabriel volvió, reunió gente joven alrededor de él y empezaron de nuevo a juntarse y a hacer volantes contra la dictadura... y él sin ningún miedo salía a la calle, se iba a gritar con la gente a la Plaza Italia. Después de todo eso, naturalmente la gente joven del partido le dijo: "usted tiene que ser presidente del partido". Pero después vino el grupo de Patricio (Aylwin), de Gute (Gutenberg Martínez) y le dijeron que en realidad él a lo mejor podría ser la figura. Porque los chiquillos querían que fuera Presidente de la República. Entonces, Gabriel dijo "ya, si quieren que lo sea, acepto". Y personas muy sabias en el partido le dijeron que, si pensaba ir a la presidencia, lo mejor es que dejara la del partido. Él sintió que era lo más de buena fe que había y la presidencia del partido la asumió Patricio, y bueno...

Y ahí cambió el destino.

Después de eso, le hicieron todas las cosas para que no llegara a ser Presidente.

¿Y usted perdonó al partido, a Aylwin, por eso?

Bueno, yo no tengo odio por nadie. Y, además de eso, tengo mucha simpatía por la Leonor (la mujer de Patricio Aylwin) y por la Mariana (Aylwin).

¿Nunca volvió a hablar con Patricio Aylwin después?

No, eso sí que no. Pero él era un hombre que merecía mucho respeto.

¿Le gusta cómo está hoy día la política?

Para nada. Es que no me gusta nada como está el país, ha cambiado enormemente. Hoy lo que interesa es la plata, es lo primero, y todos los esfuerzos tienen que ser para tenerla. Y eso es contrario absoluto a lo que es mi manera de ver la vida.

"Tengo la ventaja de que vivo mucho de la reflexión. Puedo pasar mucho tiempo sola, sobre todo ahora que murió Gabriel (Valdés)".

¿Nadie compite por ser más culto, sino más rico?

Hay tanta cosa que hacer en Chile. Por ejemplo, en materia de música, tanta gente talentosa que no tiene mucha opción porque aquí da mucho más lo que luce, lo que brilla. Hoy lo que más interesa en materia de música es la ópera, la gente va porque es un espectáculo muy lindo, pero al mismo tiempo exterior, al que van muy arreglados, a hacer vida social. Aquí debió haber una escuela al mismo tiempo de canto, de música, de todo. Hay muchos otros cantantes y repertorio maravilloso que ya no se está haciendo, porque la ópera es comercial. Yo hice una escuela donde el canto era lo principal, pero justamente para hacer obras que no se conocen. Y toda esa música tiene la ventaja que no tiene unas dificultades técnicas tan grandes y que hace que la persona pueda explayarse musicalmente. Pero eso no interesa.

En una carta al director que escribió hace un tiempo su nuera, Antonia Echenique, se queja de que a Sylvia Soublette no le hayan dado el Premio Nacional de Música, siendo que es "creadora del Conjunto de Música Antigua de la UC, compositora, creadora de conservatorios de música y profesora de varias generaciones de cantantes, creadora y directora de conjuntos corales en Chile y en el extranjero, difusora y directora de varias óperas barrocas desconocidas en nuestro país...".

¿Le importa no haber recibido el Premio Nacional de Música?

Sylvia Soublette mira y sonríe. No dice nada.

Una vez postuló y no se lo dieron.

Usted entregó su instituto de música a la Universidad Alberto Hurtado.

Antes tenía el instituto de música, personalidad jurídica y un respaldo para hacer las cosas. Después me precipité y entregué el instituto a la Universidad Alberto Hurtado y, como soy Quijota, entregué mi biblioteca, mis instrumentos... No me fue muy bien con la gente de allá y me retiré.

¿En qué proyecto musical está trabajando ahora?

Hay una cosa interesante que está empezando en Europa:mucho oratorio con escena y significado. Yo estoy haciendo ahora la significación de una obra, que es preciosa, y realmente precursora de la ópera. A lo mejor no resulta, porque a mi edad las cosas pueden cambiar de un día para el otro, así que lo voy haciendo con calma...

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