Francisca García-Huidobro: "Esta boca es mía"

FGH-3

Este año cumple 46 y se siente sin herederas en su rol de guaripola televisiva de la farándula nacional, inspirada por su referente mundial, la difunta Joan Rivers, y su ex, amigo y padre de su hijo, Julio César Rodríguez. Con mucho de su cuerpo intervenido, lo que conserva incólume es la boca, legado de su madre en lo formal y de su completa propiedad en cuanto a contenido.




"¿Ustedes son de esas revistas que no usan por principios ético-editoriales el Photoshop? Porque te advierto que para salir fea en las fotos prefiero no dar la entrevista.

Segundo diálogo, vía WhatsApp, días después:

¿Nos juntamos en el estudio después de las fotos a hacer la entrevista?

¿No te tinca mejor en mi casa? Los estudios fotográficos son lugares poco amigables.

Así llego a la casa de la actriz y conductora de TV Francisca García-Huidobro (45), un bungalow de ladrillos en Vitacura. Junto al timbre hay un mensaje manuscrito: "Esta es una cámara. Así es que terminen con el ring raja, te estamos mirando". Nos abre una nana con shorts de mezclilla que intenta controlar la efusividad de Víctor, un schnauzer de raza, como nos precisará Fran, quien aparece a los pocos minutos con sus shorts de mezclilla, algo más largos que los de su nana, pidiéndole una copa de champaña. Bronceada, flaca, menuda, asertiva.

"La farándula soy yo", declaró a la prensa, parafraseando al rey Sol, cuando se hizo efectivo su cambio de canal, de Chilevisión al 13. La conductora del paradigmático Primer plano, que partió con una pequeña sección y terminó consolidada como la guaripola de "el escándalo de la semana"; la ahora sucesora de Diana Bolocco en el rol de conductora de estelares de la estación televisiva de Andrónico Luksic, no reniega del chismorreo y de la prensa del corazón y, tomando champaña, pregunta: "¿Cuál es mi aporte a la sociedad? Aporto para que tú te entretengas. Hoy, en que todo el mundo te caga, en que nadie cree en nada, en que no hay nadie en quien confiar, porque se cayeron la Iglesia, las Fuerzas Armadas, los políticos…, entretener no es poca cosa, y hacerlo responsablemente tampoco. Si yo trabajara como los parlamentarios, faltando a la pega en promedio un 50 por ciento del tiempo, estaría trabajando en el canal San Carlos, no contratada a mis 45 años con todo tipo de garantías. Creo en la gente que hace la pega, y mi pega es la farándula. Y hoy la política es mucho más farandulera que el espectáculo. ¿Qué te importa más a ti: lo que le pasa a la Luli con su hijo o que la ministra Cubillos insista en imponer un modelo de educación que sus hijos no tuvieron o que cuando se inauguró la Línea 3 del metro todo se centrara en el cintillo de la señora Hutt y que ella le mandara saludos a Di Mondo o las permanentes declaraciones de esa niña Flores? Hoy la farándula está en otra parte. Espectáculo es el que da el viejo del lago Ranco sacando a tres mujeres de 'su' playa. Eso es farándula y la voy a usar en mi late show si me lo permiten. Prefiero pedir perdón que pedir permiso, e intentaré hacer valer esa mirada.

Cuando murió Joan Rivers, su referente televisivo internacional, estaba en Nueva York, su ciudad favorita. "Al volver le dije a mi jefe que llevábamos mucho tiempo hablando de los mejor y los peor vestidos y que era hora de hacer un programa donde la moda fuera el pretexto para hablar de otras cosas. Entre mis figuras de referencia locales están Carlos Valencia, mi productor el 95 por ciento del tiempo que hice Primer plano, y Jaime de Aguirre, de quien aprendí a puro reto. Debo ser la persona que ha estado más veces en su oficina, mirando para abajo y aguantando el chaparrón como una escolar. Y Julio es mi otro referente, un gran maestro para mí".

¿Hablas de Julio César Rodríguez, tu ex?

Sí, claro. Cuando recién nos separamos lo miraba entrevistar en Sin Dios ni late, donde no tenía el respaldo de un canal importante ni grandes recursos de producción, y me preguntaba: ¿Por qué alguien está dispuesto a ventilar toda su vida gratis y cuando viene pagado a Primer Plano no cuenta nada? Algo estamos haciendo mal.

No me imaginé que lo admirabas, pensé que lo odiabas.

Cuando recién nos separamos, sí, pero me duró unos seis meses. Después lo superé. Con Julio fuimos pareja menos de dos años, pero la gente se imagina que fue mucho más. En Wikipedia aparece como 'mi cónyuge', cuando ¡yo nunca he sido cónyuge de nadie! Yo no me caso hasta que todos puedan -dice, haciendo un guiño a sus muchos amigos gays. Y retoma el tema-: Hemos sido muchos más años amigos que pareja. Nos separamos cuando nuestro hijo tenía apenas cinco meses de vida. Joaquín ha crecido en una familia muy disfuncional para algunos, pero muy funcional para él. Tiene dos papás que no sólo lo quieren a él, sino que se quieren entre ellos. Aquí no hay cumpleaños, ni Navidad, ni veraneo tenso o complicado. Mi familia adora a Julio, mis amigos también.

¿Qué te enamoró de él?

He pensado hacer un estudio sobre esto, porque a todos les pasa lo mismo. "¿Cómo te metiste con Julio?", es lo primero que dicen. Cuando lo conocen, la cosa cambia: "Igual, el gallo es superencantador", y a la tercera descubren que hasta tiene los ojitos azules. Diré algo medio pedante: me enamoré de él porque necesitaba a alguien más inteligente que yo. Julio tiene una historia muy distinta a la mía. Ha tenido que ganarle a la vida. Es trabajólico, sensible y empático. Yo soy cabrona y dura. No me conmueve la gente que llora. Me da vergüenza la autocompasión del resto. Julio César, en cambio, es un ser humano muy noble.

Cuenta que tener a Joaquín fue planeado. "Fue una decisión de ambos. Julio tiene un hijo grande; tuvo otro, que murió y que hoy tendría 20 años; a Joaquín (13), nuestro hijo, y a la Julieta, de 9, que nació de su relación con Claudia Arnello. Esos son todos hasta donde sabemos", bromea. Y, seria, afirma: "Yo, en cambio, siempre supe que no quería muchos niños. Cuando quedé embarazada, esperaba a Amelia, hasta que, al quinto mes, Joaquín abrió las piernas y mostró quién era. Julio quería que se llamara Oliverio por el personaje de El lado oscuro del corazón, pero transamos en Joaquín, no por Lavín, como especularon algunos cuando estábamos en plenas presidenciales 2005, sino porque a los dos nos gusta Joaquín Sabina. No acababa de tener a Joaquín, cuando le pedí a mi ginecólogo que me amarrara las trompas. Me respondió que tenía 32 años y que no estaba en pleno uso de mis facultades mentales".

Hoy afirma que no tendrá más hijos. Medio en broma, dice que le aterra la idea de parir "una mini-Fran. No me interesa hacer trenzas ni comprar chapes". Sí la apasiona ir al estadio, hinchar por la Católica y ver partidos de las grandes ligas internacionales con la misma pasión que los de Segunda División del campeonato nacional, junto a Joaquín.

A propósito de pasión, ¿quién es el hombre de tu vida?

Julio no es el hombre de mi vida, pero es el padre de mi hijo y debemos querernos y entendernos de por vida. Ningún otro ha sido tan trascendente, pero el hombre de mi vida es Joaquín, no existe ninguno más importante que él.

¿Qué buscas hoy en un hombre?

Que sea divertido, guapo, resuelto y seguro de sí mismo, y lo que no haré nunca más es involucrarme con alguien que se enamore del personaje que soy en la tele. A veces siento que mi personaje me comió a mí misma.

"SIN PIYAMA, SIN PIYAMA"

La oferta del 13 le llegó en 2017, cuando su relación con el periodista deportivo Miguel de Tezanos, con quien convivió por dos años, llegaba a su fin. "Era un momento personal heavy. Separándome, cambiándome de casa, solucionando cuestiones cotidianas, por lo que necesitaba estar con gente que me conociera. Yo soy una especie de quiltro; tiendo a aguacharme en los lugares y llevaba 12 años con el mismo equipo". Este 2018, cuando la oferta volvió a repetirse, no pudo negarse. "Fue difícil y doloroso, pero no podía ser tan niñita. Llegar al 13, donde partí haciendo teleseries en 1996, y hoy todos tienen la instrucción de ser amorosos conmigo, es una novedad, pero mi hijo nació en Chilevisión, se crió con mi equipo, me acompañó hasta la hora del queso mil veces, así es que fue una decisión dura de tomar". Sobre los cambios del propio Joaquín, dice: "No soy una mamá cargante, pero sí preocupada. "Él es un precioso adolescente al que voy soltando de a poco, en la medida en que madura. Es obvio que los hombres lo hacen mucho más tarde".

¿Te complican tus 45?

Soy la niña símbolo del bótox. Nunca he ocultado que uso bótox y ácido hialurónico desde hace un montón de años; que estas pechugas son de silicona, porque, después de amamantar, las auténticas me quedaron como dos higos secos; que me saqué las bolsas de los ojos. Que me ayudo para no verme cansada, pero sé que hay cosas que no se operan. Nada te devuelve el brillo de la mirada que tenías a los 20. Yo me siento de 45, pero me veo como un muchacho de 18".

La mayor de los 3 hijos de Enrique García-Huidobro y Verónica Herman nació en Madrid, en noviembre de 1973. "No soy hija de exiliados. Mis papás se fueron a Madrid, donde vivía mi abuela, porque entonces en Chile no era fácil estar embarazada y tener que hacer cola para conseguir cuestiones básicas. Nací en Madrid por casualidad y pronto volvimos. Acá se armó la familia. Hace 5 años fui a España y conocí el barrio Serrano, donde está el departamento en que vivimos. Curiosamente, está en la calle Chile. En ese viaje descubrí que en España hay muchas mujeres parecidas a mí: de pelo corto, menudas, muy flacas. Físicamente soy igual a mi mamá, y mirándola comprobarán que esta boca es mía. Esa no me la he infiltrado ni intervenido. Casi toda mi vida me sentí muy Herman, pero desde hace un tiempo descubrí lo muy García-Huidobro que soy, sobre todo en ese sentido del humor de autobullying, que es característico de nosotros".

¿Cómo es eso del autobullying?

Es reírse de una misma primero que nada. Lo he hecho desde que estoy en pantalla. Reconozco que tengo el poto grande para mi cuerpo chico y que soy cabezona; cuando estoy muy flaca y me crece el pelo, parezco palo de fósforo.

Así como se reconoce defectos, se autocelebra ser una "bestia de la TV". Cuenta: "En 2010, en esta misma revista me pusieron ese título. Aunque a mi papá le cargó, está bien puesto, porque lo soy. En 12 años he faltado tres veces a mi trabajo, quizás porque soy actriz de formación y los actores somos muy agradecidos de tener pega. Yo convivo con el temor de no tenerla y, aunque es medio angustiante, creo que a uno le hace bien vivir con cierta inseguridad".

¿Crees que existe la "personalidad televisiva"?

He convivido con personas que no han sido capaces de bancarse lo que significa ser 'rostro', lo que en estos tiempos de redes sociales, en que cualquiera te puede decir lo peor, no solo a ti, sino a tu hijo, a tu familia, es aun más duro. Yo puedo soportar eso, tengo una personalidad que me permite no sufrir y no necesito terapia, como muchos en la tele. Quizás se deba a que cuando me va bien no me siento el último piojo de la peluca y tampoco me muero si me va mal, porque entiendo que esto es un negocio.

De niña quiso ser abogada -Verónica, la hermana que la sigue, lo es y le ve sus grandes contratos, y Eduardo, el más chico, también lo es y le administra sus contratos menores, mientras su medio hermano por parte de padre, Nicolás, le lleva las inversiones-. De adolescente soñó con dirigir la ONU. Hoy es solo una bestia en un medio en crisis, la TV abierta. "La televisión hoy no tiene herederos. Antes miraba a las chicas nuevas, preguntándome cuál me reemplazaría, pero eso no ha pasado; las jóvenes no están ni ahí. Ganan mucho más, siendo embajadoras de marcas, influencers, sacándose fotos con el celular y subiéndolas a las redes sociales. Viajan gratis, usan la ropa más bonita, se levantan maquilladas. O sea, no tienen que ir a hacer la pega. En la tele abierta hay que trabajar y yo lo haré mientras exista ese modelo de trabajo".

Menciona a Kel Calderón, Nicole Putz y Di Mondo como ejemplos de influencers top. "Ellos viven de sus redes sociales y reciben 22 millones de visitas por cada una de sus stories en Instagram. Yo me quedo con la tele abierta".

Suenas bien conservadora. ¿Te sientes vieja?

Sí, sobre todo con mi hijo Joaquín. Cuando me doy cuenta de que a él le parece superromántica la letra "si tú me llamas, nos vamo' pa' tu cama, fumamo' marihuana, sin piyama, sin piyama", cuando yo a los 13 años vibraba con "hasta que me olvides, voy a amarte tanto, tanto" -responde, cantando, para después soltar una sonora carcajada.

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