Estado: Terminé

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Hace unos días me junté con una amiga que había recién terminado con su pololo de un año y cuatro meses. No era primera vez que terminaban, pero esta, contrario a las anteriores, parecía ser la más definitiva. Esta vez el quiebre amoroso iba acompañado por lectura de carta astral y, entre otras cosas, una profunda necesidad por parte de ella de trabajar ciertos temas personales antes de volver a pensar en el amor. La idea de juntarnos, naturalmente, era para hablar de cómo se sentía, acompañarla en el proceso y, por sobre todo, pasarlo bien.

No fue hasta que llevábamos un poco más de media hora hablando del tema que me di cuenta de que habíamos abordado sus emociones y sus dudas pero, más que eso, lo que parecía estar protagonizando el diálogo era otra cosa: había terminado hace un par de días y su principal preocupación radicaba en cómo iba a enfrentar la ruptura en las redes sociales. Lo quería silenciar de sus historias, para no verlas y para que él no pudiera ver las de ella. Pero también había un impulso por bloquearlo definitivamente y eliminar todo posible rastro de su existencia en el mundo virtual, entendiendo que eso tendría ciertas limitaciones porque no podría controlar que apareciera en el perfil de amigos en común. Estaba en la duda. No quería ser tan drástica porque presentía que en algún minuto lo echaría de menos y quizás eliminarlo por completo no iba a solucionar su malestar.

Después de un rato escuchándola, me di cuenta de que hay toda una serie de nuevas inquietudes que no solían ser tema y que ahora lo son. Terminar ya no es solamente lo que pasa cuando una pareja decide ponerle fin a la relación, de la manera que sea. Terminar ahora conlleva un quiebre –o no– virtual que muchas veces podría ser incluso más difícil que el "real", por diferenciarlo de alguna manera. No hay ruptura definitiva hasta que se manifieste o se refleje en las plataformas digitales.

Y entonces decidí investigar. Me encontré con la gran sorpresa de que muchos medios a los que recurro cuentan con sus propias guías para explicar qué hacer en las redes sociales cuando se termina una relación, dando por hecho que es un ítem más en el proceso de sanación. ¿Cuándo está bien dejar de seguir al ex? ¿Qué se hace con la persona que te hizo "ghosting" (práctica mediante la cual una persona desaparece de la vida de otros sin dar explicaciones) pero que sigue viendo tus historias? ¿Qué tipo de contenido se sube de ahora en adelante? Y, quizás la más compleja de todas: ¿Qué mensaje quiero entregar ahora que estoy soltera? Porque en esta lógica, todo lo que se publica o emite en las redes es, en cierta medida, una declaración.

Y es que pareciera ser que en esta era de híper conectividad y exceso de información, los quiebres afectivos tienen un nuevo apéndice: el quiebre virtual. Terminar–como si no fuese un proceso lo suficientemente tortuoso de por sí– ahora va acompañado por un proceso paralelo, como si se tratara de dos espacios o espectros distintos, ambos lo suficientemente reales y con suficiente influencia en nuestra cotidianidad.

En el 2015 la diseñadora y artista Caroline Sinders montó una performance que a su vez sirvió como un servicio que ayudaba a las personas a lidiar con sus rupturas amorosas en sus distintas plataformas digitales. Durante los meses que duró el proyecto, ella se auto denominó "Social Media Break Up Coordinator" y su rol, similar al de una psicóloga o coach, fue el de evaluar junto a sus clientes posibles soluciones para toda inquietud relacionada a cómo enfrentar la ruptura en las redes. Parece sátira, pero no lo es: Para muchos, en la era digital, tomar decisiones respecto al vínculo afectivo virtual es muy importante y están dispuestos a pagarle a alguien para que los ayude a "limpiar" su red social de todo indicio de esa relación pasada.

Y es que el impulso de no querer dejar de saber del ex está desde siempre, lo que cambia es que ahora existen plataformas que facilitan ese acceso excesivo a la información, como nunca antes se había podido. Y, como explica el psicólogo especialista en comportamientos y redes sociales, Cristóbal Hernández, ciertas conductas que antes parecían impropias, ahora están normalizadas. "Si te encuentras a tu ex en todas las esquinas, te está monitoreando. Y probablemente llames a la policía. Pero digitalmente, como no nos ven haciéndolo y como no se siente dañino, esa misma conducta parece ser aceptable. Estas ambigüedades conllevan, sin duda, a una serie de nuevas preocupaciones. Ahora existe una sobre estimulación debido a la cantidad de información que circula, que se traduce en una mayor cantidad de estrés y posible ansiedad".

Las redes sociales, si descartamos la intención de uso personal de cada cual, están hechas para mantener relaciones sociales con otras personas. Y la razón por la que han calado tan hondo es porque apelan a las emociones más básicas del ser humano: el sentido de pertenencia y la aprobación o validación personal a través del resto. En ese sentido, han logrado, como explica el mismo cofundador de Facebook Chris Hughes, captar nuestra atención, de la forma que sea y permanentemente, para que sigamos generando y compartiendo información personal. Información que se usa para perfilarnos de la manera más exacta posible y poder vender los espacios publicitarios a un mayor precio. En eso se basa el modelo de negocios de las redes sociales. "Es importante entender que las tecnologías digitales están presentes en nuestra vida cotidiana en absolutamente todas partes y todo momento. Y eso, inevitablemente, modifica o exacerba ciertos comportamientos. ¿Cómo no va a modificar nuestros procesos afectivos?", explica Hernández.

En un estudio realizado en 2012 por la Ph.D Tara C. Marshall, en el que se le preguntó a 464 personas (un 84% eran mujeres y la edad promedio era de 21) si se metían a ver el perfil de su ex pareja y/o la lista de sus amistades –con un 1 siendo nunca y un 9 siendo siempre–, se estableció que el promedio daba como resultado un 6,29. A su vez, se planteó que seguir siendo amigos virtuales con la ex pareja, si bien implicaba menor angustia, se asociaba a un menor crecimiento personal. Por último, la práctica de monitoreo estaba asociada a sentimientos negativos, deseo por esa persona y mayor angustia. "Mantenerse amigos en las redes puede ser sano, porque implica que hay menos rencor o sentimientos negativos, pero a su vez nos dificulta la posibilidad de crecer. Si sigues recibiendo información de tu ex pareja, es más probable que te mantengas con las prácticas que te asociaban a esa persona y no desarrolles las propias", explica Hernández. "Pero quizás más importante es  saber que existe mucha información de tu ex pareja dando vuelta, a la que tienes acceso sin control".

¿Pero se trata de inquietudes nuevas? Según Hernández, no es tan así, ya que nosotros nos adaptamos a lo que ofrecen las tecnologías, pero siempre aportamos de nuestra humanidad. "Antes, si te rompían el corazón, igual pensabas en esta persona y te preguntabas cómo estaba. El tema es que ahora, a esa pregunta –que es propia del proceso de duelo, en el que también nos cuestionamos nuestra propia identidad–, se le suma que tenemos acceso ilimitado a esa información. Si piensas en esa persona, puedes saber exactamente qué está haciendo, lo que de todas formas vuelve más complejo el panorama de terminar", dice. El dilema entonces es qué se hace con el exceso de información, cómo creamos un filtro–¿queremos realmente contar con esa información?– y, por último, cómo la procesamos.

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