Cuando el amor no surge de inmediato: los factores que afectan el vínculo entre las madres y sus recién nacidos




Cuando Fernanda (31) sostuvo a su hijo por primera vez, no sintió la sensación de amor infinito de la que todo el mundo le había hablado. Tampoco experimentó la conexión natural que describían en los libros que leyó esperando su llegada. No sintió, de hecho, nada positivo. “Mi marido estaba emocionado con lágrimas en los ojos viendo a nuestro hijo y yo solo pensaba: ¿Dónde están mis lagrimas? ¿Por qué no siento nada? ¿Quizás no merezco ser mamá?”, cuenta. “No sentí nada de lo que me habían dicho que iba a sentir. Sentí mucha vergüenza, no quise contarle a nadie. Tenía pena pero por sobre todo, culpa”, agrega.

Algunas madres aseguran sentir un verdadero “flechazo” cuando ven a sus guaguas por primera vez. Otras describen ese momento como el de un “enamoramiento instantáneo” que solo aumenta con el pasar de las horas. Hay una explicación científica detrás de ese fenómeno, ya que durante el parto se desencadena un mecanismo hormonal que, entre muchas otras cosas, favorece el lazo entre la madre y su bebé. La oxitocina, llamada hormona del amor, hace su trabajo.

Algo que poco se habla es que muchos factores pueden incidir en ese momento y no todas las madres logran sentirse conectadas con sus recién nacidos. Y esa sensación de extrañeza, como fue el caso de Fernanda, puede llevarlas hacia un camino cargado de culpa y aislamiento.

En Chile se tienen pocas cifras al respecto, pero un estudio reciente en Reino Unido entregó luces sobre esta realidad, muchas veces invisibilizada. Según la investigación, una de cada diez mujeres aseguró tener dificultades para establecer un vínculo afectivo con su bebé. En el estudio, un 73% de las mujeres afirmaron no haber recibido información o consejos sobre este tema en las primeras semanas tras el parto.

Quienes reconocieron sentir dificultades para formar un vínculo con sus recién nacidos detallaron que la presión social por disfrutar del embarazo, junto con la creencia de que el vínculo se formaría de manera automática, les había provocado una sensación de miedo y culpa.

Si bien la mayoría de las madres de recién nacidos establece con naturalidad este vínculo afectivo, existe un porcentaje de madres para las que este proceso toma más tiempo, explica Francisca Wormald, psicóloga de la Unidad de Neonatología de la Red de Salud UC CHRISTUS.

“Hay mujeres a las que les cuesta re-conocer a su hijo, sentirlo propio e incluso pueden sentir rechazo hacia el recién nacido. Si bien esto no es lo más común, las madres suelen vivir en silencio y con mucha culpa estos sentimientos, los que pueden desencadenar, o indicar, la presencia de un cuadro de depresión post parto”, dice Wormald.

Esto no necesariamente desencadenará en un trastorno de apego, explica. “Posiblemente son mujeres que necesitan mayor apoyo de su pareja y contar con personas con las que puedan conversar sinceramente de su experiencia”.

“Hay mujeres a las que les cuesta re-conocer a su hijo, sentirlo propio e incluso pueden sentir rechazo hacia el recién nacido”.

Múltiples factores

Fernanda llegó al parto con miedo. Hace unos años había tenido una pérdida de embarazo y el fantasma de ese vacío la había seguido en cada momento gestación. Por esa razón, preparó cada aspecto de su parto, ideó cada detalle. Quería que fuera un proceso natural, sin apuros, con la menor cantidad de anestesia posible.

Cuando llegó a la clínica, le dijeron que aún no estaba lo suficientemente dilatada, la hicieron esperar una hora. Su matrona le comentó que había ciertas “técnicas” para acelerar el proceso, pero ella se mantuvo firme en su postura: esperaría lo que fuera necesario.

“Me dice que primero me hará un tacto para ver si me dilaté durante esa hora. Yo accedí. Fue el tacto más doloroso que me han hecho en mi vida. Literalmente pensé que moriría en ese momento. Me vino un terror y pánico que no puedo expresar. Rompí bolsa y fue tan explosivo, que sentí miedo y angustia de lo que venía”, recuerda.

Seis horas después, llegó su hijo, pero la conexión no estaba. “Lo miraba y solo pensaba en todo lo que había sufrido para que llegara, en si había valido la pena, en lo que venía ahora y en que nunca más quería volver a sentir algo así”, dice. Se enteró que le habían realizado una maniobra de Hamilton –que consiste en despegar las membranas de la bolsa de las aguas del útero a través de una exploración vaginal–sin su consentimiento. Entró en shock.

La falta de conexión entre una madre y su bebé recién nacido puede producirse por distintas razones, explica Paz Bravo, psicóloga del Centro Ser Mujer y miembro de la Red Chilena de Salud Mental Perinatal. Es algo que puede sucederles a mujeres que, como Fernanda, tuvieron pérdidas anteriores de embarazo o sufrieron violencia obstétrica.

“Cuando se tuvo una pérdida se genera una ansiedad, un temor a que pase de nuevo. Muchas veces las mujeres dicen: hasta que no vea a mi guagua en mis brazos no me lo creo. Pero cuesta mucho salir de ese temor y de esa angustia, cuesta disfrutarlo”, dice Bravo. “Ese miedo genera un vínculo también más ansioso, que está más puesto en el cuidado y no en el disfrute. Eso puede generar también alteraciones en el vínculo”, agrega.

Las expectativas que las personas generan sobre cómo quieren vivir el parto también pueden influir en el vínculo con el recién nacido, sobre todo si se sufrió algún tipo de violencia.

“Se asocia el nacimiento de este hijo a todo el dolor físico y emocional que se vivió en ese momento”, dice Bravo. La psicóloga detalla que hay ciertas hormonas que están diseñadas para lograr ese llamado “enamoramiento” con el bebé, y cuando los partos son intervenidos o sufren complicaciones, sufren una interferencia que afecta a ese despliegue hormonal.

Muchos otros factores pueden entrar en juego: si es un embarazo planificado, si se lleva a cabo junto a una pareja deseada o si el parto tuvo complicaciones o no fue como se esperaba.

La hospitalización de un recién nacido en Neonatología, por ejemplo, es un factor de riesgo para que esto ocurra. “La separación inmediata post parto del recién nacido de su madre, el tiempo de espera que debe ocurrir hasta que la madre puede ver y tocar a su hijo, la mediación muchas veces de una incubadora que establece una barrera física de contacto, así como el ambiente altamente tecnologizado y poco íntimo de una UCI Neonatal, dificulta en algunas madre la vinculación y reconocimiento de su hijo”, dice Wormald.

Sin embargo, la experta explica que si se cuenta con el apoyo adecuado durante la internación neonatal, las madres pueden establecer un vínculo afectivo a pesar de las barreras.

El acompañamiento es clave

Con el pasar de los días, Fernando empezó a sentirse mejor. Una de las cosas que más la ayudó fue el tener acceso a psicólogas con las que hablar del tema, darse cuenta de que lo que le había pasado también les pasaba a miles de mujeres y que la violencia obstétrica que sufrió le dificultó ese primer vínculo.

“Mi conclusión es que la información es poder. Me informé de muchos temas pero no acerca de lo que se puede sentir o no sentir cuando nace un hijo, de que había más mujeres con casos similares al mío”, cuenta.

En general, estos temas se explican y hablan poco, pero vivir el proceso acompañada cambia completamente el panorama, explica Bravo. “El comprender, el que te informen qué es lo que está ocurriendo marca una diferencia. No es que ellas hayan despertado un día y dijeran no, ya no quiero tener esta guagua: es un proceso que se va tejiendo desde antes”, dice.

Con el pasar de los días, Fernando empezó a sentirse mejor. Una de las cosas que más la ayudó fue el tener acceso a psicólogas con las que hablar del tema, darse cuenta de que lo que le había pasado también les pasaba a miles de mujeres

Para Wormald, parte de esta problemática es que la maternidad está socialmente validada y asociada a los aspectos positivos, lo que genera un aislamiento de las madres que sienten que sus emociones no encajan con lo que socialmente se espera de ellas.

“Una de las mejores medidas para trabajar en esta etapa, son los grupos de mujeres puérperas que muchas veces emergen de manera natural en plazas y otros contextos poco formales. En neonatología surgen en las conversaciones de la sala de espera, en los almuerzos compartidos e incluso mientras se extraen leche en el lactario. En estas instancias, las mujeres pueden normalizar algunas de sus vivencias, encontrar consejos y modelarse mutuamente conductas que favorecen las funciones de apego, creando así un círculo virtuoso de acompañamiento y salud mental”, explica.

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