Cómo forjar límites en nuestras relaciones familiares más difíciles




No elegimos a nuestra familia.

Esta afirmación suele usarse para encapsular en pocas palabras una verdad innegable: que nuestras relaciones familiares son vínculos que –para bien o mal– nos acompañarán desde el día en que nacemos.

Pero aunque no tengamos la opción de elegir a nuestros parientes, sí podemos influir en la forma en la que nos relacionamos con ellos. En ese sentido, establecer límites puede ser una herramienta vital para enfrentar las complejidades de las relaciones de familia, por más intensas, disfuncionales o equilibradas que sean.

Para eso, la terapeuta estadounidense Nedra Glover Tawwab, autora de “Set Boundaries, Find Peace: A Guide to Reclaiming Yourself”, recomienda en su libro ir un paso más atrás. Primero, ser conscientes de que no existen las relaciones perfectas, ni siquiera con un familiar. Y segundo, reflexionar qué será para nosotros una relación “satisfactoria”.

Evaluar nuestros límites

En esa línea, Paula Errázuriz, Académica de la Facultad de Psicología UC, investigadora de MIDAP y co-fundadora de PsiConecta, asegura que es importante evaluar si podremos establecer límites que nos protejan en las relaciones familiares que nos hacen daño o que percibimos como poco saludables.

“Si no se respeta nuestra privacidad, nuestra posibilidad de tomar decisiones autónomas o si sentimos que hay violencia emocional hacia nosotros, podría ser necesario poner nuevos límites”, dice.

Para esto, detalla, es necesario analizar qué estamos dispuestos a permitir y qué no en la relación con el otro. Será clave luego intentar transmitir estas posturas de forma adecuada.

“Si sentimos que nos están tratando de una forma que no nos hace bien, que no nos parece respetuosa, tenemos que pensar en cómo dejar claro al otro la forma en que esperamos que nos trate”, dice.

Rommy Ortiz, terapeuta familiar del Instituto Chileno de Terapia Familiar, explica que en una relación sana los límites deberían ser flexibles. “Es decir, debería haber una interacción donde estén delimitadas las prioridades de cada uno y así poder lograr autonomía y una buena comunicación para que cada miembro de la familia pueda desarrollar sus actividades cotidianas sin una sensación de bloqueo”, explica.

Cuando los límites son muy rígidos o difusos, detalla, las personas no tienen autonomía y la comunicación tiende a fracasar.

Las personas que no saben manejar los límites familiares muchas veces parecen “detenidas en el tiempo”, explica Ortiz. “No entienden cuáles son sus propios límites y los del resto de su familia. Tienden a quedar encapsulados en una relación donde les cuesta avanzar con sus propios hitos de desarrollo”, explica.

Tomar distancia

En los casos más complejos, donde no es posible establecer límites, la distancia podría ser la alternativa más sana. “Si son personas que tienden a relacionarse de forma poco saludable, que son poco respetuosos de los límites de otros, puede ser necesario a veces distanciarnos”, explica Errázuriz. “Pero si somos capaces de mantener ciertos límites eso nos permite poder mantener la relación y podremos beneficiarnos de los aspectos positivos de la otra persona”, agrega.

En el caso de que exista violencia física o psicológica, la especialista enfatiza en que es importante poner distancia y contar con ayuda de un profesional.

Distanciarse de un familiar no es lo mismo que ignorarlo, puntualiza Tawwab. Distanciarse puede significar poner tiempo y espacio con ese familiar o puede significar comprometerse menos con esa persona a nivel emocional. También, dejar de involucrarlo en ciertos ámbitos de la vida.

La terapia podría también ser un mecanismo para fortalecer los vínculos y límites en cualquier tipo de relación. “Un psicólogo o psicóloga nos puede ayudar, ya sea teniendo una terapia junto a la persona con la que queremos mejorar la relación o una terapia individual para aprender a protegernos y ver si es posible mantener un vínculo con esta persona con la que no nos llevamos bien”, dice Errázuriz.

“Si son personas que tienden a relacionarse de forma poco saludable, que son poco respetuosos de los límites de otros, puede ser necesario a veces distanciarnos”

Para Ortiz, la terapia para fortalecer límites puede ser necesaria especialmente para personas que nunca antes intentaron o lograron hacer ese trabajo por su cuenta. “Es muy probable que en ese proceso el otro lo tome como una ofensa o lo sienta como una rebeldía y un ataque. En esos casos es bueno buscar ayuda psicoterapéutica que guía a esa persona en el contexto que está viviendo”, dice.

Aceptar que no podemos controlar todo

Uno de los factores más importantes a la hora de establecer límites es tener la certeza de que hay situaciones y personas que uno no podrá ser capaz de cambiar.

La psicóloga Soledad Grunert lo explica en uno de sus videos más virales en redes sociales: “No establezco un límite para que el otro cambie, haga o deje de hacer algo. Primero porque eso es algo que no depende de mí, no depende de nosotros. Y además, caer en esa trampa me deja atrapada afuera en la respuesta del otro”, dice. “Cuando establezco un límite con el foco puesto en la respuesta de la otra persona conecto inevitablemente con el miedo a dañar a esa persona, a enfadarla”, añade.

Tawwab, recomienda en su libro hacerse la siguiente pregunta: ¿Si esta persona no cambiara nada, ¿qué podría hacer yo para que la relación fuera diferente?

Para eso, aconseja hacer una lista con todos los problemas que identifiquemos en esa relación y luego, reconocer cuáles de esos problemas son los que podemos solucionar y cuáles no.

“Cuando la solución al problema es ‘tienen que cambiar’, el problema nunca desaparecerá”, escribe. “Sólo puedes controlar tu lado de la calle”.

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