Amigos que tienen sexo, ¿siguen siendo amigos?




Cuando el cariño de una amistad se transforma naturalmente en caricias, besos y sexo, comenzar a tener sentimientos románticos por el otro y “confundir las cosas”, es fácil. Sobretodo en un contexto donde pensamos que tener esa conversación incómoda podría arruinar el vínculo de amistad tan lindo que tenemos. Sin embargo –según la psicóloga clínica Pía Urrutia (@lapsicologafeminista)– eso es lo que creemos. Y es que el significado que le demos al sexo dentro de una amistad, lo ponemos nosotras y no la sociedad.

“Gracias a la importancia que se le ha dado a la responsabilidad afectiva, cada vez más personas son capaces de entender que sus acciones pueden repercutir en el otro afectivamente. Esto ha propiciado conversaciones que buscan dialogar para terminar con los supuestos y las ideas rígidas. En este caso, sobre la forma “correcta” de tener una amistad. Aunque hemos ido deconstruyendo las relaciones, desmitificando qué significan los vínculos, la amistad y el sexo y cuestionándonos cada vez más qué implicancias tiene “confundir las cosas” dentro de una amistad, aún veo a mujeres con miedo a preguntarle al otro qué le pasa. Por miedo a ser tildadas de complicadas, de que se pasan rollos”, asegura la psicóloga.

Cuando Claudia (36) era una adolescente, se enamoró profundamente de un muy buen amigo que conocía desde la infancia. Se pusieron a pololear y vivieron procesos tan importantes como la primera relación sexual de él. Una experiencia que, según recuerda Claudia, lo marcaría para siempre. “Aunque confundimos las cosas mientras éramos amigos, pololeamos y terminamos, siento que fue algo muy positivo. Nuestra relación era un espacio súper seguro y cómodo. Nos queríamos, nos conocíamos y nos teníamos confianza mutua como para experimentar, ser osados y reirnos sin juzgar al otro. Cuando terminamos, la sensación fue mutua: sabíamos que estábamos mejor siendo solo amigos. Desde ese momento nunca más nos hemos confundido. Ya sabemos y dejó de haber cualquier tensión sexual”, dice.

Pese al desencuentro en el plano amoroso, la amistad entre él y Claudia perdura hasta el día de hoy. Inspirados con esta buena experiencia teniendo sexo con un amigo, los dos repitieron esta dinámica con otros amigos, pero no resultó como esperaban: “hace un par de años comencé a tener sexo con otro amigo, pero las cosas se confundieron rápidamente. Él estaba pololeando y me escondía. No era capaz de conversarle a ella sobre mí, nunca se atrevió”, cuenta. En cambio, para Claudia esto no era una situación para esconder. “Para mí, tener sexo con un amigo es como un panorama más. Hay amigos con los que es divertido ir al cerro y hay otros a los que ni los invitarías porque lo pasarían mal. De la misma forma, creo que hay amigos con los que te tinca que el sexo puede ser entretenido y si estamos de acuerdo, no hay problema en probar”, asegura.

El tipo de relación que queramos tener, lo decidimos nosotras

Tradicionalmente, la concepción cultural de la amistad nos dice que éste, no es un vínculo tan relevante. Porque el verdaderamente importante y relevante en la vida, es la pareja. Por ende, se piensa que lo que pase dentro de un vínculo de amistad no debería tener tanta relevancia, dice la psicóloga feminista. “En el fondo, es como que la amistad debería ocupar menos espacio psíquico que una relación de pareja. Pero si nosotras revisamos, la amistad es algo que ha estado presente toda la vida. Muchas veces un amigo o amiga es con quien más años compartimos, más que una pareja incluso”, explica Urrutia.

Cuando se “confunden las cosas”, suele aparecer la dicotomía de elegir entre preservar la amistad con esta persona o aventurarse con una relación romántica. Como si no hubiera otra opción que hacerse cargo e intentar ser una pareja o despojarse de la admiración y el enamoramiento para no cambiar nada del vínculo de amistad. Pero esto supone que hay formas establecidas de relacionarnos y esa es una aproximación errada, aclara Urrutia. “Más que pensar que el sexo está vetado en las amistades, quizás hoy en día podemos preguntarnos si quiero incluir en esa relación de amistad sexualidad o no, o si cuando la he incluido me he sentido cómoda o no, y poder darle espacio a hablar de estos temas”, enfatiza.

Como le ocurrió a Rosa (39). Ella vivía en Santiago y él, su amigo, en Concepción. Se visitaban esporádicamente y compartían alrededor de la música que les gustaba. Sin embargo, cuando coincidieron en la misma ciudad, esta relación de amistad se tornó más cariñosa. Se cuidaban después de los carretes, pero también se daban besos y tenían sexo. “En esa época, los dos éramos solteros y cada cierto tiempo teníamos sexo. Salíamos de carrete, hacíamos panoramas y dormíamos juntos. Pasaba un montón de tiempo con él. Yo pensé que con eso se iba a echar a perder el vínculo, pero la verdad es que él es súper abierto de mente y conseguimos ser muy buenos compañeros siendo amigos, hasta que llegó un punto en que las cosas sí se empezaron a confundir para mí. En ese minuto pensé que no valía la pena conversar porque yo estaba más que clara que nunca iba a estar con él como pareja, pues no era realmente mi tipo de hombre. Lo conocía de cerca y no lo idealizaba”, recuerda Rosa.

Por situaciones ajenas a la dinámica que estaban llevando, se distanciaron por tres años. El día en el que se reencontraron, dice, todo surgió de una manera distinta. “Yo estaba pololeando y entendimos que no teníamos que tener sexo. Nunca se conversó. Fue muy natural. Él respetó los límites de mi relación de pareja porque sabíamos que ante todo, nosotros éramos primero amigos. Por sexo no íbamos a arruinar nuestra amistad o mi relación de pareja. Para qué tener una conversación incómoda si todo funcionaba mejor naturalmente pensé”, dice Rosa.

Para mantener un vínculo saludable, ¿cómo podemos abordar la confusión?

Si bien hoy, 25 años después, esa amistad perdura sin haber conversado las cosas en ese momento, la psicóloga clínica, Pía Urrutia, hace hincapié en la importancia de atreverse a tener conversaciones incómodas. “Efectivamente hay amistades que logran relacionarse sexualmente y que siguen creciendo como amistad, pero para eso, yo creo que el pilar es que haya un cuidado por el otro. En ese sentido, tengo que estar alerta de preguntarle si está bien, de preguntarme a mí si estoy bien con eso qué pasó y ser capaz de abrir el espacio para poder hablar de la confusión”, asegura.

Y es que para llegar a generar relaciones profundamente sanas, dice, debemos ser capaces de conversar, tramitar y llegar a acuerdos con respeto junto a esta persona. “Tenemos que perderle el miedo a tener conversaciones incómodas. Hay que dejar de pensar que todo lo debemos resolver de manera individual. Es complejo porque aunque una relación sexual y una amistad es de dos personas, es muy común que se siga pensando así, sobre todo en las amistades que se idealizan como un espacio que tiene que ser solo de diversión, donde no hay lugar para hablar temas complicados, como lo haríamos con una pareja”, explica la psicóloga.

“Si somos claras, asertivas y explicitamos nuestras inquietudes, muchas veces lo hacemos tolerando que nos desvaloren acusándonos de que nos pasamos rollos, que ‘le damos color’ o que somos complicadas”, revela Urrutia. En cambio, si callamos y nos ahorramos la incomodidad, es como si nos disparáramos en el pie: “sostenemos esta idea tan dañina de que no podemos plantear o preguntar qué le pasa a la otra persona con nosotras, porque el vínculo no es tan importante”, cierra la terapeuta feminista.

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