Una medida razonable

Por Ernesto Treviño, Directror del Centro UC para la Transformación Educativa (Centre), Facultad de Educación PUC

En días recientes se suscitó un debate entre el Colegio de Profesores y el Ministerio de Educación a propósito de la medida de adelantar las vacaciones de invierno para abril. Por el lado de los profesores se apelaba a las desventajas de interrumpir el ciclo escolar que apenas iniciaba vía virtual. Por el lado del Ministerio se argüía que era necesario el adelanto vacacional para aumentar el tiempo que presencialmente puedan estar los estudiantes una vez que sea seguro, desde el punto de vista sanitario, regresar a clases.

Dado el actual contexto de incertidumbre, el adelantamiento de las vacaciones parece una medida razonable, atendiendo que aún es aventurado hacer cualquier pronóstico respecto de cuándo se podrán retomar las clases. Esto permitiría que las comunidades escolares, los docentes, las familias, las niñas, niños y adolescentes tengan un respiro que les permita ajustar las estrategias educativas para adaptarse a la situación de pandemia a la que tuvieron que responder como una emergencia. Asimismo, también las autoridades educativas nacionales y locales pueden ganar tiempo para preparar materiales y apoyos, y diseñar estrategias que permitan acompañar los procesos educativos y salvaguardar la salud de las personas ante el Covid-19. Además, este tiempo también puede servir para reorganizar la actividad educativa e implementar estrategias que se hagan cargo de las condiciones socioemocionales que enfrentan los estudiantes por el temor a la enfermedad y la posibilidad de que alguno de sus seres queridos enferme o pierda la vida.

Estas semanas de pausa deberían servir para pensar en una nueva educación que, a partir de la experiencia traumática, ponga en primer lugar el bienestar de los estudiantes. Se trata de un desafío del sistema escolar donde persisten interacciones en el aula centradas en la transmisión de conocimientos del docente hacia los estudiantes y que debería transitar hacia interacciones que promuevan la autoestima, curiosidad, motivación y protagonismo de los estudiantes. El trabajo educativo a distancia, a través del aprendizaje basado en proyectos, por ejemplo, abre esa oportunidad. Se trata de prácticas poco comunes en nuestra educación y, por ello, es necesario diseñarlas, implementarlas y adaptarlas cuidadosamente en cada comunidad escolar con el apoyo de las autoridades. La planificación del año 2020 se realizó en enero de este año y, en ese momento, nadie previó los efectos de la pandemia en el país, y por tal motivo se necesita un ajuste.

Es necesario que los actores educativos tengamos una perspectiva que tolere mejor la incertidumbre y evite debates estériles, como el cuestionamiento al adelantamiento de las vacaciones. La situación es excepcional y amerita medidas excepcionales. Por ello, los actores educativos debemos mantener una apertura y flexibilidad para acomodar nuestras prácticas a las contingencias de la pandemia sin perder de vista que lo más importante en educación es el bienestar de los estudiantes.

Finalmente, así como parecía imposible en enero anticipar que estaríamos en la educación online en marzo, tampoco sabemos cuándo será seguro retornar a clases. Deberíamos estar conscientes que en este año tendremos que hacer cosas que hace poco ni imaginábamos para atender a nuestros estudiantes. Desconocemos cuándo y dónde se volverá a clases, así lo han reconocido autoridades sanitarias y de salud, pues lo primordial es el cuidado de la salud y la vida de las personas. Habrá que estar atentos para adaptarse a las circunstancias, colaborar y dialogar en vez de gastar energía en debates inconducentes dada la incertidumbre.