¡Sala cuna universal ahora!



Por Bernardita del Solar, periodista; presidenta de Anmpe

Se nos pasa como una cifra más entre el maremágnum de números que vemos todos los días y que revelan algunos de los efectos que ha tenido la pandemia en los más diversos ámbitos de nuestras vidas. Pero el hecho de que la tasa de participación laboral femenina haya retrocedido a niveles de 2010 no es un dato más. Es realmente una tragedia, pues lograr que en Chile más mujeres se incorporen a la fuerza de trabajo no ha sido una tarea fácil y años de esfuerzos se perdieron en pocos meses.

La pandemia provocó que la tasa de participación laboral femenina en Chile descendiera del 52,7 por ciento a 47,3 por ciento en el último año, y que casi un millón de mujeres salieran del mercado en el momento más álgido de la crisis sanitaria. Esa salida se explica, en parte, por la caída en la actividad económica y, por otra, porque la necesidad de atender la demanda por cuidados en el hogar hizo que no buscaran empleo o las obligó a salir del mercado laboral.

Desde otra perspectiva de la crisis, la Encuesta Social Covid-19, realizada por el Ministerio de Desarrollo Social, el Instituto Nacional de Estadísticas y el PNUD, reveló que al 31% de los hogares encuestados no le alcanzan los ingresos para financiar sus gastos, casi el doble que la cifra de 2019. Más dramático aún es que del total de hogares que han visto caer su ingreso per cápita -a un máximo de 150.000 pesos-, en un 51,9% de ellos, la jefa de hogar es una mujer.

¿Cómo lograr estimular un aumento de la participación laboral en las actuales circunstancias? Sabemos lo relevante que es que las mujeres trabajen fuera del hogar para que las familias alcancen mayor bienestar. Sabemos también que, en tiempos normales, las mujeres chilenas dedican semanalmente 9 horas más que los hombres a las tareas domésticas y 14 más que ellos al cuidado infantil. Entonces, cómo se hace para enfrentar estos problemas.

Rescatando algo positivo de todo lo que ha sucedido en el último año, se puede decir que la pandemia ha puesto aún más de manifiesto la relevancia de la corresponsabilidad. Nos hemos dado cuenta que las cosas se pueden hacer de forma diferente a lo acostumbrado, y el impulso al teletrabajo puede ser una oportunidad para favorecer un mayor equilibrio en términos de responsabilidades. Eso sí, teniendo siempre en cuenta que la generación de políticas de trabajo remoto se haga con un enfoque de género, de modo que no afecte las posibilidades de ascender de las mujeres en los cargos de mayor jerarquía, ni tampoco su nivel de salario.

Otra de las políticas clave para lograr que más mujeres se incorporen a la fuerza de trabajo es tener acceso a un sistema de cuidados para sus hijos. El subsidio al empleo Covid incorporaba un incentivo mayor para que concursarán las mujeres. Sin embargo, éstas postularon en menor proporción que los hombres a este programa del gobierno, probablemente debido a que ellas no tienen con quién dejar a los niños y deben hacerse cargo además, de las tareas del hogar.

Cuesta entender cómo algunas mujeres parlamentarias -y también algunos parlamentarios que se declaran feministas- no han impulsado con fuerza el proyecto de sala cuna universal que lleva años discutiéndose en el Congreso. No hay duda que si se quiere reactivar el empleo, y en especial el femenino, la tramitación de esta ley debería ser urgente prioridad. Sin ello, es muy difícil pensar en aumentar la participación laboral femenina y subsecuentemente una mejora en los ingresos de las familias pospandemia.

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