Cumbre de las Américas: el error de la Casa Blanca



Por Robert Funk, académico del Instituto de Asuntos Públicos, Universidad de Chile

La invasión de Ucrania significará cambios importantes en el sistema internacional. Pero la verdad es que dicho sistema ha sufrido una evolución importante hace décadas. La caída del Muro de Berlín no fue el heraldo de una época dorada de “Pax Americana”, sino el comienzo de un proceso de complejización gradual. Lo mismo se puede decir de las relaciones hemisféricas. Y el drama que ha acompañado la organización de la Cumbre de las Américas es un muy buen ejemplo.

En la primera Cumbre de las Américas en Miami, el primer ministro canadiense, Jean Chrétien, anunció que Chile sería el “cuarto amigo” de Nafta, y los países hacían fila para tratar de acercarse al proyecto de integración regional. Hoy, ad portas de otra Cumbre, la asistencia de México y Brasil (además de Bolivia y Honduras) está en duda; Chile dice querer “legitimar” sus tratados a través de consultas ciudadanas, y China se ha convertido en un inversionista relevante en la región.

Esta complicada Cumbre dice mucho del momento político en que nos encontramos. Por un lado, confirma que algo anda mal en la política estadounidense hacia la región. Si bien se entiende que la pandemia, Ucrania y la economía le han complicado el escenario al gobierno de Biden, es curioso -como ha comentado el académico Christopher Sabatini- que EE.UU. esté organizando una cumbre de esta envergadura sin haber podido instalar varios embajadores a la región, incluyendo en países supuestamente importantes y cercanos, como Brasil, Panamá y Chile. Esto es producto de la política interna y el obstruccionismo del Partido Republicano en el Congreso, pero la Casa Blanca no está libre de responsabilidad. Los fracasados intentos de acercarse al régimen de Maduro para tratar de llegar a un acuerdo energético dio todas las señales equivocadas.

Y más recientemente, la Casa Blanca cometió otro error, al enviar al ex senador Chris Dodd a negociar con Brasil y México, pidiéndoles que por favor reconsideren su boicot. Esto deja a EE.UU. en una posición de debilidad diplomática, que no coincide con el poder político, social y militar que sigue teniendo el país en nuestra región.

Ucrania ha dejado más claro que nunca que el clivaje que divide al mundo no es de derecha e izquierda u Occidente - Oriente, sino entre los que velan por los principios de la democracia liberal y los que creen que los problemas del Siglo XXI se solucionan con respuestas fáciles y autoritarias. Los presidentes de México y Brasil han optado por lo último. En vez de rogarle a países que claramente están en otra, Biden debería cambiar de narrativa, posicionando a la Cumbre como una reunión de aquellos países americanos que, reconociendo muchas otras diferencias, siguen creyendo que la mejor forma de enfrentar el futuro es desde la democracia.

Afortunadamente, Chile percibe la diferencia. La canciller Urrejola ha reflejado de forma muy hábil el pragmatismo que está caracterizando el gobierno de Gabriel Boric. Si bien Chile preferiría que todos los países estuvieran invitados, también entiende que vivimos en un mundo complejo, donde no todos vamos a estar de acuerdo. EE.UU. podría seguir el ejemplo.

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