Columna de Tamara Agnic: “Con la democracia no”

"Lo que sí ha sido una constante es la caída en la confianza en las instituciones de representación popular, lo cual refleja un preocupante descrédito que daña la línea de flotación de la democracia. Chile necesita acuerdos nítidos que pongan cerrojos eficientes a fenómenos como la corrupción o el crimen organizado, del mismo modo en que el país necesita un sistema de partidos que colabore con búsqueda de soluciones y no que compita por horadar permanentemente al adversario."



La democracia está en la mira. Preocupa el alza de opiniones de políticos y de la ciudadanía que la relativizan o ponen en duda que ésta sea un sistema de gobierno preferido por sobre opciones autoritarias o que en el pasado se justificó acabar por la fuerza con ella. No hay justificación para pensar de esa manera y quienes cumplimos roles en la vida social, política o económica, tenemos una responsabilidad mayor en el cuidado y protección de la democracia y todo lo que ella conlleva.

¿Qué asegura el sistema democrático? Primero, el respeto a los derechos humanos de las personas, no importando su posición social o creencias políticas. Además, resguarda la observancia del Estado de Derecho y la legalidad, la libertad de las personas y de los mercados, la protección de la propiedad y el derecho de individuos y sociedades a ejercer actividades que permitan el sustento económico en un ambiente de respeto a las reglas del juego.

Cuando quienes tienen este rol dirigente permiten o no hacen lo suficiente por poner coto a la corrupción, por no allanar acuerdos que garanticen mínimos estándares de calidad de vida de los ciudadanos, o seguridad para transitar por las calles o para emprender y llevar adelante actividades económicas, entonces las personas son presa fácil de discursos que utilizan el miedo y la incertidumbre para vender la desconfianza hacia la democracia.

La última encuesta CEP reveló un dato escalofriante: el 50% de los entrevistados dijo estar dispuesto a que se supriman las libertades públicas y privadas para controlar la delincuencia. Esto de seguro está alentado por la deteriorada imagen que proyectan los partidos y las instituciones que han sufrido un daño reputacional progresivo en los últimos años de la mano de sucesivas revelaciones de malas prácticas públicas y privadas, a la par de escasos castigos judiciales ejemplarizadores. El reciente estudio realizado en conjunto por la Otic de la SOFOFA (Capital Humano) y Alma Brands sobre Confianza en las Organizaciones de 2023 muestra que la confianza de los trabajadores en las empresas se ubica en una nota 5,6 de 7, subiendo 4 décimas respecto de la medición de 2019, lo cual demuestra un cambio de actitud tras el estallido social en que las empresas se volcaron a escuchar, entender a las personas y a adoptar acciones concretas para elevar la confianza de los trabajadores.

Lo que sí ha sido una constante es la caída en la confianza en las instituciones de representación popular, lo cual refleja un preocupante descrédito que daña la línea de flotación de la democracia. Chile necesita acuerdos nítidos que pongan cerrojos eficientes a fenómenos como la corrupción o el crimen organizado, del mismo modo en que el país necesita un sistema de partidos que colabore con búsqueda de soluciones y no que compita por horadar permanentemente al adversario.

Si se cree que llevar la discrepancia a un punto de no retorno es una buena táctica para obtener el gobierno en una futura elección, entonces quiere decir que estamos ante una preocupante degradación de la actividad política. Con la democracia no se juega porque es el único sistema político que garantiza estabilidad, paz social, respeto por las normas y que es capaz de alcanzar justicia social. La colaboración es un deber ético y forma parte de la concepción de sostenibilidad que tanto predicamos, pero que no siempre practicamos.

* La autora es presidenta de ETICOLABORA.

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