Columna de Rolf Lüders: Incertidumbre



Lo hemos dicho y lo seguiremos diciendo hasta el cansancio, para Chile el crecimiento económico -un aumento sostenido del producto por persona- es un requisito absolutamente necesario para su desarrollo. Desafortunadamente y desde hace ya más de una década, la economía chilena ha estado creciendo a tasas muy bajas. En efecto, y en promedio, nuestro PIB per cápita ha estado aumentando a aproximadamente un 2 por ciento por año, absolutamente insuficientes para que converja a aquellos de los países hoy desarrollados. Chile puede más y debe aspirar a más.

Pues bien, hay crecimiento económico cuando aumenta la inversión por persona, se asignan mejor los recursos, y /o hay progreso tecnológico. Como Chile tiene una economía de mercado abierta y competitiva, y la inversión en bienes de capital trae aparejado cambio tecnológico, en la práctica y en el corto y mediano plazo, nuestro crecimiento se encuentra determinado mayormente por la inversión, cuya tasa de aumento ha sido recientemente baja y últimamente incluso negativa.

¿Qué hacer entonces para aumentar significativamente la tasa de inversión en Chile? El principal problema no pareciera ser la oferta de recursos para la inversión -los disponibles desde el exterior son en principio muy cuantiosos-, sin perjuicio de que últimamente en Chile las tasas de ahorro internas -tanto privadas como públicas- también han caído.

La baja tasa de inversión se explica entonces porque en Chile hay relativamente pocos proyectos con rentabilidades esperadas atractivas.  Sin duda alguna, la cantidad de estos se podrían aumentar, entre otras cosas, resolviendo el problema de la permisología, tan de actualidad en estos días, incentivando los aportes de privados en la educación y en otros sectores sociales, y creando las condiciones necesarias para que los privados se interesen en invertir en áreas como, por ejemplo, energías limpias, agua, transporte, e incluso la seguridad. Sin embargo, hoy por hoy, el relativamente bajo atractivo de la inversión en Chile se explica principalmente por la incertidumbre institucional existente.

Tal incertidumbre tiene, por supuesto, su origen en la existencia de diferentes visiones con respecto a la forma en que se alcanzará el desarrollo, en particular sobre el rol del Estado y el de los mercados. El énfasis que el Presidente puso ayer en Enade en la reforma política y su reiteración de la importancia del crecimiento, que el no concibe sino asociado a una justa distribución de sus frutos, contribuirán a una reducción de la antes mencionada incertidumbre. También aportan a la disminución de la última los esfuerzos del Presidente y de la cúpula empresarial por un mejor entendimiento. Pero aún no es el momento para cantar victoria. Todos sabemos que obras son amores y no buenas razones.

Por Rolf Lüders, economista

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