Columna de Natalia Piergentili: La política tiene que atinar

Foto: Andrés Pérez


La política no pudo ponerse de acuerdo. Mejor dicho, la política no está pudiendo ponerse de acuerdo. Al más mínimo planteamiento sobre una hoja de ruta, por ejemplo, en pensiones, voces de la oposición plantean que “no debieran ceder ni un centímetro a las reformas del gobierno” o que “el gobierno no puede tratar de imponer su agenda y pensar que se pueden aprobar en el Congreso”. Todo esto antes de ni siquiera de evaluar en su mérito la propuesta, o pedir reuniones para detallarla. Dan la sensación de la existencia de una compulsión a salir mediáticamente a mandar recados como si, como todo lo importante en la vida, no fuera deseable ser tratado a través de una conversación directa, basada en el reconocimiento respetuoso de los interese del otro y con el ánimo de arribar a acuerdos.

La ciudadanía que para muchos creyó en fake news y que para otros está presa del hastió, es mucho más sabia y cuenta con mucho más sentido común del que la política es capaz de leer y entender. Los ciudadanos están esperando hace más de una década una respuesta al tema de las pensiones. Ya que no quieren escuchar de lo demoníacas que son las AFP, ni de lo maravilloso de su rentabilidad, solo que la cotización es muy baja, o de lo impresentable que es que no exista aporte tripartito como en la mayoría de las economías a las cuales admiramos. Todas esas explicaciones sobre las causas del problema resuenan vacías e inconducentes, más cuando sus voceros se atribuyen para sí la representación de lo que “la gente quiere”.

Mientras, voces llenas de lamentaciones buscan respuestas en estudios cualitativos para entender por qué existe tanta desafección con la política y qué nos pasa que no somos capaces de que la política sintonice con las personas. ¿Será entonces que quienes ofrecen soluciones al país son entes a los que la ciudadanía no da legitimidad y, por ello, no acepta sus soluciones, porque estas no son percibidas como tales, sino más bien, como un juego de intereses y pugnas de suma cero? La legitimidad se reconstruye, entre otras cosas, dejando las estridencias a las que el Parlamento nos tiene acostumbrados y poniéndose metas y plazos que permitan por fin decantar en respuestas que hagan sentido y que cambien las condiciones materiales de vida de las personas y sus familias.

El esfuerzo por los acuerdos no implica romantizar la política de los 90 y los 2000, ya que aun cuando las cifras son elocuentes en materia de crecimiento, disminución de la pobreza, infraestructura, entre otros avances, no podemos olvidar que muchos de los resultados que señalábamos como logros fueron en realidad el máximo posible de alcanzar con una derecha que, en aquellos años, no solo estaba sobre representada electoralmente, sino que, además, no hablaba de políticas sociales ni de pilares solidarios.

Los últimos comicios nos han mostrado lo volátiles y eventuales que son las mayorías y que si el actuar de nuestros representantes es deficiente no habrá recursos, ni franjas, ni publicidad que puedan fidelizar a los electores. La única posibilidad es demostrar que la política sirve. No puede seguir haciéndose desde la trinchera, el maximalismo, la sacada de cuenta o la descalificación del otro, sino a través de soluciones que se instalen como resultado de espacios de diálogo serio, porque para la banalidad y el entretenimiento hay varios Reality show.

Natalia Piergentili, ex presidenta del Partido por la Democracia.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.