Columna de Martín Andrade: Las ciudades deben (y pueden) cambiar

AGENCIAUNO


La dramática tragedia en la Región de Valparaíso se transformó en la sucesión de incendios forestales más letales de nuestra historia. Lamentablemente, frases como “los meses más calurosos jamás registrados”, “el verano/primavera/otoño/invierno más cálido de la historia”, o “los peores incendios forestales en tal cantidad de años”, se van acumulando vertiginosamente, con la dolorosa afectación de personas y territorios.

A estas alturas resulta obvio el impacto del cambio climático. Incendios forestales, accidentales o intencionales, han existido siempre, pero son las condiciones climáticas las que inciden en su escala e impacto. Nuestro país acaba de modificar la institucionalidad que responde ante desastres, pero estamos lejos aún de mirar integralmente la planificación urbana acorde a una realidad que probablemente será cada vez más adversa.

Las ciudades pueden y deben cambiar aprendiendo de estos desastres. En primer lugar, y como en tantos otros temas, hoy carecemos de un “cerebro central” que se haga cargo no sólo al momento de la emergencia -lo que hoy sí ocurre-, o de adoptar medidas específicas de prevención -lo que también sucede en muchos casos-, sino que se preocupe permanentemente de empujar una agenda de planificación urbana en un contexto de cambio climático y riesgo de desastres, aunando esfuerzos que hoy acometen diversas organizaciones públicas o privadas muchas veces sin conversar entre ellas, generando directrices y educando a la población.

Mirando la experiencia nacional e internacional, debiésemos partir por reconocer el riesgo de las zonas de interfase urbano – rural, incorporando en los instrumentos de planificación territorial estudios de vientos y de áreas más amenazadas. En esos mismos instrumentos se debieran proyectar caminos perimetrales con puntos de resguardo, intencionando el crecimiento urbano en sentido contrario a los sectores más propensos a incendios. Generar señaléticas claras, evitar instalaciones e industrias peligrosas en esas zonas así como también equipamientos críticos, impulsar planes anuales de manejo de vegetación circundante, capacitar a la ciudadanía, promover un paisajismo en espacios públicos y jardines con especies no propagadoras del fuego, son algunas de las acciones que debiésemos considerar. No hay mejor forma de prevención que tener ciudades y comunidades más resilientes frente incendios. Se puede… y se debe hacer.

Martín Andrade, director ejecutivo de Corporación Ciudades.

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