Columna de María José Naudon: Pura banalidad

Antes de salir de vacaciones y aprovechando de anunciar quien la subrogaría, la Ministra de la Secretaría General de Gobierno, Camila Vallejo, compartió en sus redes sociales su reciente cambio de look. En un corto reel afirmó sentirse feliz con su nueva melena e hizo referencia a una broma del día de los inocentes publicada semanas antes. Aunque no hay nada de malo en que la ministra decida cambiar su apariencia personal, su aparición parece no entender que el país no es su grupo de Instagram privado.



En marzo de 2022 el presidente Gabriel Boric y sus pares, asumían el poder y lo hacían en una ceremonia marcada por el simbolismo. Entre guiños y gestos, era fácil percibir una vocación por inaugurar un nuevo estilo, desarrollar una épica y modificar la concepción y el ejercicio del poder. El problema, casi dos años después, es el abuso del recurso y la imposibilidad que han demostrado de dotarlo de contenido.

Algunos ejemplos:

1.- Antes de salir de vacaciones y aprovechando de anunciar quien la subrogaría, la Ministra de la Secretaría General de Gobierno, Camila Vallejo, compartió en sus redes sociales su reciente cambio de look. En un corto reel afirmó sentirse feliz con su nueva melena e hizo referencia a una broma del día de los inocentes publicada semanas antes. Aunque no hay nada de malo en que la ministra decida cambiar su apariencia personal, su aparición parece no entender que el país no es su grupo de Instagram privado. El abuso de los símbolos que aspiran a fortalecer el “somos jóvenes” o “somos transversales en el ejercicio del poder” distorsiona y genera una sensación de desconexión con las demandas y prioridades del país. En momentos en los que se espera un enfoque comprometido con las responsabilidades gubernamentales, estas apariciones restan. La mujer (o el hombre) del César, dice el dicho tradicional, “no solo debe ser sino parecer” y resulta difícil compatibilizar la exigencia de una crisis de seguridad y los graves problemas de gestión del gobierno con frivolidades capilares.

2.- Hace apenas dos días, la diputada Maite Orsini nos deleitó con una sesión fotográfica en el ex Congreso Nacional, transformando el recinto en un perfecto escenario para la última edición de la revista Velvet, cuyo titular reza “en este cuerpo manda el corazón”. Mientras posa sobre las mesas del lugar, la parlamentaria nos deleita con su vida personal y amorosa asegurando que no disfruta en absoluto la exposición pública, incluida la misma entrevista. Imposible no preguntarse por tamañas contradicciones. Imposible no relacionarla con la entrevista, semanas atrás, a Irina Karamanos en una revista española. Una vez más, no hay nada de malo en la felicidad de la diputada ni en su historia de amor, pero tal vez, sería importante sugerirle que en lugar de rendirle tributo al corazón como dictador supremo, sería oportuno, dada la naturaleza de su trabajo, beneficiarse más de la guía sensata de la razón.

3.- Caletas con “perspectiva de género”: Aunque la propuesta tiene un fondo loable, al buscar potenciar el trabajo femenino en la actividad pesquera artesanal, así como el desarrollo de oficios ancestrales y patrimoniales; revela una desconexión brutal. Una mínima anticipación y comprensión del entorno alertaría sobre los posibles efectos de una declaración de esa naturaleza y el riesgo de perjudicar la efectividad de la misma. Optar, una vez más por la poesía y por un lenguaje de nicho habla de una selección más centrada en la imagen personal que en la acción eficaz. La trivialización de lo simbólico. Luego es fácil hablar de burlas, de sorna o de una prensa que no entiende nada. Por cierto, no se trata de desdeñar el trabajo de las mujeres en la actividad pesquera, ni de que el Presidente solo pueda hablar de lo inminente. Se trata de dejar de pensar que el país es un reflejo de ellos mismos, de su lenguaje y sus prioridades. La diversidad, que tanto enarbolan, es exigente para todos. Y en este escenario, parece claro que el concepto mismo de “perspectiva de género”, asociado al plan que se presentaba, requería ser expresado o modulado de manera diferente para no distorsionarlo. Pero siempre es más fácil culpar al empedrado y evitar preguntarse quién es, realmente, el que no entiende.

Pura banalidad.

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